Evangelio del 14 de agosto del 2024 según san Mateo 18, 15-20
Memoria de San Maximiliano María Kolbe, presbítero y mártir
Lectionary: 415
Primera lectura
En aquellos días, oí que el Señor gritaba con voz potente: “¡Acérquense los que van a castigar a la ciudad, empuñando cada uno su arma mortal!”
Entonces aparecieron, en dirección del pórtico que da al norte, seis hombres, cada cual con su arma mortal en la mano. En medio de ellos estaba un hombre vestido de lino, que llevaba en la cintura un estuche para escribir. Entraron y se detuvieron ante el altar de bronce.
La gloria del Dios de Israel que descansaba sobre los querubines, se elevó y se dirigió a la entrada del templo. El Señor llamó al hombre vestido de lino que llevaba en la cintura el estuche para escribir y le dijo: “Recorre a Jerusalén y marca con una señal en la frente a los hombres que gimen y lloran por todas las prácticas abominables que se cometen en la ciudad”.
Y oí que les dijo a los otros: “Recorran la ciudad detrás de él y maten sin piedad ni compasión; maten a los viejos y a los jóvenes, a las doncellas, a los niños y a las mujeres, hasta que no quede ni uno. Pero al que tenga la señal en la frente no lo toquen. Comiencen, pues, por mi santuario”.
Entonces ellos empezaron a matar a los ancianos que estaban delante del templo, y el Señor les dijo: “Profanen el templo; llenen sus atrios de cadáveres y salgan después a matar a los que se encuentran en la ciudad”.
Luego la gloria del Señor se elevó del umbral del templo y se posó sobre los querubines. Al partir, los querubines desplegaron sus alas y se elevaron del suelo ante mis ojos. Se detuvieron a la entrada del pórtico oriental del templo del Señor, y la gloria del Dios de Israel estaba encima de ellos. Eran los mismos seres vivientes que yo había visto debajo del Dios de Israel, junto al río Kebar, y reconocí que eran los querubines. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas, y unas como manos bajo las alas. Sus caras se parecían a las que yo había visto junto al río Kebar. Y todos caminaban hacia el frente.
Salmo Responsorial
R. Bendita sea al Señor ahora y para siempre.
Bendito sea el Señor,
alábenlo sus siervos.
Bendito sea el Señor,
desde ahora y para siempre. R.
R. Bendita sea al Señor ahora y para siempre.
Desde que sale el sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
Dios está sobre todas las naciones,
su gloria, por encima de los cielos. R.
R. Bendita sea al Señor ahora y para siempre.
¿Quién hay como el Señor?
¿Quién iguala al Dios nuestro,
que tiene en las alturas su morada,
y sin embargo de esto,
bajar se digna su mirada
para ver tierra y cielo? R.
R. Bendita sea al Señor ahora y para siempre.
Aclamación antes del Evangelio
Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo,
y nos ha encomendado a nosotros
el mensaje de la reconciliación.
R. Aleluya.
Evangelio
Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.
Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”.
Reflexión
En el Evangelio de Mateo 18, 15-20, Jesús nos presenta un camino claro para la reconciliación y la resolución de conflictos dentro de la comunidad cristiana. Este pasaje es una guía para restaurar la paz y la unidad cuando surgen discordias entre hermanos. Jesús nos enseña que la corrección fraterna debe ser hecha con amor y respeto, buscando siempre la conversión y la reconciliación del hermano que ha pecado.
“Si tu hermano peca contra ti, ve y repréndelo estando tú y él solos; si te escucha, has ganado a tu hermano.” Esta primera etapa marca la importancia del diálogo personal y sincero. Nos lleva a acercarnos al otro con humildad, sin intención de condenar, sino de construir un puente hacia el entendimiento y el perdón.
Si el hermano no escucha ni siquiera a la comunidad, Jesús dice que sea tratado como “un pagano o un publicano”. Sin embargo, recordemos cómo Jesús trató a los paganos y publicanos: con misericordia y una invitación constante a la conversión. Esto nos llama a no abandonar a nadie, sino a seguir rezando y esperando su retorno.
En el contexto de la Memoria de San Maximiliano María Kolbe, este mensaje de reconciliación y amor fraternal cobra un sentido profundo y tangible. San Maximiliano Kolbe, presbítero y mártir, vivió y murió por amor. Su entrega total, ofreciendo su vida para salvar a un compañero prisionero en el campo de concentración de Auschwitz, es un testimonio vibrante del amor cristiano llevado hasta sus últimas consecuencias.
San Maximiliano nos muestra que el amor no conoce límites y que la verdadera reconciliación y paz se alcanzan cuando estamos dispuestos a sacrificarnos por los demás. Su vida nos desafía a vivir el Evangelio con radicalidad, a buscar siempre la unidad y la paz dentro de nuestras comunidades, y a ser testigos del amor incondicional de Cristo.
Deja una respuesta