agosto 9, 2024 in Evangelios

Evangelio del 9 de agosto del 2024 según Mateo 16, 24-28

Viernes de la XVIII semana del Tiempo ordinario

Lectionary: 411

Primera lectura

Nah 2, 1. 3; 3, 1-3. 6-7

Ya viene por el monte
el mensajero de buenas noticias,
que anuncia la paz.
Celebra tus fiestas, Judá, y cumple tus promesas,
porque el malvado no te volverá a invadir,
pues ha sido aniquilado.

El Señor restaurará la viña de Jacob,
que es el orgullo de Israel.
Los invasores la habían devastado,
habían destruido sus sarmientos.

En cambio, ¡ay de ti, Nínive, ciudad sanguinaria,
toda llena de mentiras y despojos,
que no has cesado de robar!
Escucha el chasquido de los látigos
y el estrépito de las ruedas,
los caballos que galopan,
los carros que saltan
y la caballería que avanza.
Mira el llamear de las espadas
y el centellear de las lanzas.
Contempla la multitud de heridos
y los montones de muertos,
la interminable cantidad de cadáveres
con los que uno se tropieza.

Arrojaré inmundicias sobre ti,
te deshonraré y te expondré a la vergüenza pública.
Y todo el que te vea huirá de ti y dirá:
“Nínive está destruida”.
¿Quién tendrá compasión de ti?
¿Dónde podré encontrar alguien que te consuele?

Salmo Responsorial

Deuteronomio 32, 35cd-36ab. 39abcd. 41

R. (39c) Yo doy la muerte y la vida.
El día de su perdición se acerca
y su suerte se apresura,
porque el Señor defenderá a su pueblo
y tendrá compasión de sus siervos. R.
R. Yo doy la muerte y la vida.
Miren que sólo yo soy Dios
y no hay otro fuera de mí;
yo doy la muerte y la vida,
yo hiero y yo curo. R.
R. Yo doy la muerte y la vida.
Cuando afile el relámpago de mi espada
y tome en mis manos la justicia,
yo me vengaré del enemigo
y le daré su merecido al adversario. R.
R. Yo doy la muerte y la vida.

Aclamación antes del Evangelio

Mt 5, 10

R. Aleluya, aleluya.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los cielos, dice el Señor.
R. Aleluya.

Evangelio

Mt 16, 24-28

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces dará a cada uno lo que merecen sus obras.

Yo les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán, sin haber visto primero llegar al Hijo del hombre como rey’’.

Reflexión

En Mateo 16, 24-28, Jesús habla a sus discípulos sobre el verdadero costo del discipulado, este pasaje se sitúa en un contexto donde Jesús está preparando a sus seguidores para los desafíos y sacrificios que implica seguirle. En la cultura judía del primer siglo, la cruz era un símbolo de sufrimiento extremo y humillación, ya que era el método de ejecución más brutal utilizado por los romanos. Al invitar a sus discípulos a “tomar su cruz”, Jesús no solo estaba hablando de soportar dificultades, sino de una entrega total, incluso hasta la muerte si fuera necesario.

Hoy en día, aunque no enfrentamos la misma forma de persecución y sufrimiento que los discípulos originales, el llamado de Jesús a negarnos a nosotros mismos y tomar nuestra cruz sigue siendo importante. En nuestra vida cotidiana, esto puede traducirse en varias acciones y actitudes.

La sociedad que a menudo nos impulsa a pensar en nosotros mismos primero. Negarnos a nosotros mismos puede significar poner las necesidades de los demás antes que las nuestras, practicar la generosidad, y servir a nuestra comunidad sin esperar nada a cambio. 

Seguir a Jesús implica vivir de acuerdo a sus enseñanzas y su ejemplo de amor, compasión y perdón. Esto puede manifestarse en nuestras interacciones diarias, siendo pacientes y amables con los demás, perdonando a quienes nos han ofendido, y trabajando por la justicia y la paz en nuestro entorno.

El llamado de Jesús en Mateo es una invitación a vivir una vida de entrega y sacrificio por amor a Él y a los demás. En nuestra vida cotidiana, esto se manifiesta en actos de servicio, amor y fe, enfrentando las dificultades con esperanza y buscando siempre seguir el ejemplo de Cristo. Al hacerlo, encontramos el verdadero sentido de nuestra vida y nos acercamos más al propósito divino que Dios tiene para cada uno de nosotros.

 




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