Evangelio del 5 de agosto del 2024 según san Mateo 14, 13-21
Lunes de la XVIII semana del Tiempo ordinario
Lectionary: 407
Primera lectura
El quinto mes del cuarto año del reinado de Sedecías, Jananías, hijo de Azur y profeta de Gabaón, le dijo a Jeremías en el templo, en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo: “Esto dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: ‘Voy a romper el yugo del rey de Babilonia. Dentro de dos años haré que se devuelvan todos los objetos del templo del Señor, que el rey Nabucodonosor tomó de este lugar y se llevó a Babilonia; haré volver a Jeconías, hijo de Joaquín y rey de Judá, y a todos los desterrados de Judá que han ido a Babilonia, en cuanto yo rompa, dice el Señor, el yugo del rey Nabucodonosor’”.
Entonces el profeta Jeremías le respondió a Jananías, en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo que estaba en el templo del Señor: “Amén. Que así lo haga el Señor. Que el Señor confirme lo que has predicho y haga retornar de Babilonia a este lugar los objetos del templo del Señor y a todos los desterrados. Pero, pon atención a lo que voy a decirte delante de todo el pueblo: Antes de mí y antes de ti, siempre ha habido profetas que predijeron a muchos países y a grandes reinos la guerra, el hambre y la peste. Y cuando un profeta predice la paz, sólo hasta que se cumplen sus palabras, se puede reconocer que es verdadero profeta, enviado por el Señor”. Entonces Jananías tomó el yugo que traía Jeremías en el cuello, lo rompió y dijo delante de todo el pueblo: “Esto dice el Señor: ‘Así romperé el yugo de Nabucodonosor, rey de Babilonia, dentro de dos años y lo quitaré del cuello de todas las naciones’ ”.
Jeremías se alejó de allí. Pero un tiempo después de que Jananías había roto el yugo del cuello del profeta Jeremías, el Señor le habló a éste y le dijo: “Ve y dile a Jananías: ‘Esto dice el Señor: Has roto un yugo de madera, pero yo lo sustituiré por uno de hierro. Porque esto dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: He puesto en el cuello de todas estas naciones un yugo de hierro, para someterlas al servicio de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y hasta las bestias del campo lo servirán’ ”. Y Jeremías añadió: “Escucha, Jananías: No te ha enviado el Señor y tú has hecho que el pueblo crea en una mentira. Por eso el Señor te dice: ‘Yo te borraré de la superficie de la tierra. Este año morirás, por haber incitado a la rebelión contra el Señor’ ”. Y el profeta Jananías murió aquel mismo año, en el mes séptimo.
Salmo Responsorial
R. (68b) Enséñame, Señor, tus mandamientos.
Apártame de los caminos falsos,
y dame la gracia de cumplir tu voluntad.
No quites de mi boca las palabras sinceras,
porque yo espero en tus mandamientos. R.
R. Enséñame, Señor, tus mandamientos.
Que se vuelvan hacia mí tus fieles,
los que hacen caso de tus preceptos.
Que sea mi corazón perfecto en tus leyes,
así no quedaré avergonzado. R.
R. Enséñame, Señor, tus mandamientos.
Los malvados me esperaban para matarme,
pero yo meditaba tus preceptos.
No me aparto de tus mandamientos,
porque tú me has instruido. R.
R. Enséñame, Señor, tus mandamientos.
Aclamación antes del Evangelio
No sólo de pan vive el hombre,
sino también de toda palabra
que sale de la boca de Dios.
R. Aleluya.
Evangelio
Como ya se hacía tarde, se acercaron sus discípulos a decirle: “Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los caseríos y compren algo de comer”. Pero Jesús les replicó: “No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer”. Ellos le contestaron: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados”. El les dijo: “Tráiganmelos”.
Luego mandó que la gente se sentara sobre el pasto. Tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que habían sobrado, se llenaron doce canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.
Reflexión
En el Evangelio de Mateo 14, 13-21, encontramos el relato de la multiplicación de los panes y los peces. Jesús, después de recibir la noticia de la muerte de Juan el Bautista, se retira a un lugar apartado para estar a solas. Sin embargo, las multitudes lo siguen, buscando en Él consuelo y sanación. A pesar de su tristeza y necesidad de descanso, Jesús se compadece de ellos y realiza un milagro extraordinario, alimentando a miles con solo cinco panes y dos peces.
Este relato evoca la historia de la providencia divina en el Antiguo Testamento, donde Dios provee el maná del cielo para alimentar a los israelitas en el desierto. Al igual que entonces, Jesús demuestra que la provisión de Dios no solo satisface nuestras necesidades físicas, sino que también nos nutre espiritualmente. La multiplicación de los alimentos es un signo tangible del amor abundante y generoso de Dios, que siempre se preocupa por su pueblo.
En nuestra vida diaria y en nuestra comunidad, este evangelio nos invita a reflexionar sobre la generosidad y la confianza en la providencia divina. A menudo, enfrentamos situaciones de escasez o necesidad, ya sea material o espiritual. Al igual que los discípulos, podemos sentir que nuestros recursos son insuficientes para las demandas que enfrentamos. Sin embargo, Jesús nos llama a ofrecer lo poco que tenemos, con fe y esperanza, sabiendo que Él puede multiplicar nuestras ofrendas y transformar nuestras limitaciones en abundancia.
En nuestra comunidad, podemos aplicar esta enseñanza al fomentar una cultura de solidaridad y apoyo mutuo. Así como Jesús no ignoró las necesidades de la multitud, nosotros tampoco debemos pasar por alto las necesidades de nuestros hermanos y hermanas. Pequeños gestos de generosidad y compasión pueden tener un impacto significativo cuando confiamos en que Dios amplificará nuestras acciones.
Finalmente, este pasaje nos recuerda la importancia de buscar a Jesús en tiempos de dificultad y confiar en su capacidad para obrar milagros en nuestras vidas. Él siempre está dispuesto a acoger nuestras preocupaciones y proveer para nuestras necesidades, mostrándonos que en Él, nunca estaremos solos ni desamparados.
Que esta reflexión nos inspire a vivir con mayor confianza en la providencia de Dios y a ser instrumentos de su generosidad y amor en el mundo.
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