Evangelio del 3 de agosto del 2024 según San Mateo 14, 1-12
Sábado de la XVII semana del Tiempo ordinario
Lectionary: 406
Primera lectura
En aquellos días, los sacerdotes y los profetas dijeron a los jefes y al pueblo: “Ese hombre, Jeremías, merece la muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, como ustedes mismos lo han oído”.
Pero Jeremías les dijo a los jefes y al pueblo: “El Señor me ha enviado a profetizar todo lo que han oído contra este templo y esta ciudad. Pues bien, corrijan su conducta y sus obras, escuchen la voz del Señor, su Dios, y el Señor se retractará de la amenaza que ha pronunciado contra ustedes. Por mi parte, yo estoy en manos de ustedes: hagan de mí lo que les parezca justo y conveniente. Pero sépanlo bien: si me matan, ustedes, la ciudad y sus habitantes serán responsables de la muerte de un inocente, porque es cierto que el Señor me ha enviado a ustedes para anunciarles todas estas cosas”.
Los jefes y todo el pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas: “Este hombre no merece sentencia de muerte, porque nos ha hablado en nombre del Señor, nuestro Dios”.
Entonces Ajicam, hijo de Safán, defendió a Jeremías, para que no fuera entregado en manos del pueblo y lo mataran.
Salmo Responsorial
R. (cf. 14) Por tu gran misericordia, escúchame, Señor.
Sácame de este cieno,
no vaya a ser que no me hunda;
ponme a salvo, Señor, de los que me odian
y de estas aguas tan profundas. R.
R. Por tu gran misericordia, escúchame, Señor.
No dejes que me arrastre la corriente
y que me trague el remolino;
no dejes que se cierre sobre mí
la boca del abismo. R.
R. Por tu gran misericordia, escúchame, Señor.
Mírame enfermo y afligido;
defiéndeme y ayúdame, Dios mío.
En mi cantar exaltaré tu nombre,
Proclamaré tu gloria, agradecido. R.
R. Por tu gran misericordia, escúchame, Señor.
Se alegrarán al verlo los que sufren;
quienes buscan a Dios tendrán más ánimo,
porque el Señor jamás desoye al pobre,
no olvida al que se encuentra encadenado. R.
R. Por tu gran misericordia, escúchame, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los cielos, dice el Señor.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, el rey Herodes oyó lo que contaban de Jesús y les dijo a sus cortesanos: “Es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas”.
Herodes había apresado a Juan y lo había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, pues Juan le decía a Herodes que no le estaba permitido tenerla por mujer. Y aunque quería quitarle la vida, le tenía miedo a la gente, porque creían que Juan era un profeta.
Pero llegó el cumpleaños de Herodes, y la hija de Herodías bailó delante de todos y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que le pidiera. Ella, aconsejada por su madre, le dijo: “Dame, sobre esta bandeja, la cabeza de Juan el Bautista”.
El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por no quedar mal con los invitados, ordenó que se la dieran; y entonces mandó degollar a Juan en la cárcel. Trajeron, pues, la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven y ella se la llevó a su madre.
Después vinieron los discípulos de Juan, recogieron el cuerpo, lo sepultaron, y luego fueron a avisarle a Jesús.
Reflexión
El Evangelio de San Mateo 14, 1-12 relata la trágica muerte de Juan el Bautista, un suceso que nos invita a reflexionar sobre la justicia, el poder y la fe. Herodes, el gobernador, había encarcelado a Juan porque este lo acusaba de vivir en pecado al tomar como esposa a Herodías, la esposa de su hermano. Aunque Herodes respetaba y temía a Juan, finalmente cedió a las manipulaciones de Herodías.
En este pasaje, vemos primero a Herodes, quien al escuchar sobre los milagros de Jesús, cree que Juan ha resucitado. Esta reacción nos muestra la culpa que Herodes siente por haber mandado matar a Juan. Es una lección poderosa sobre cómo nuestras malas acciones siempre tienen consecuencias en nuestra conciencia. Herodes sabía que Juan era un hombre justo y santo, pero su miedo y debilidad lo llevaron a cometer una grave injusticia.
Juan el Bautista es un ejemplo de valentía y fidelidad a la verdad. No tuvo miedo de denunciar el pecado, incluso cuando esto significaba enfrentarse a un poderoso gobernante. Su vida y muerte nos enseñan sobre el costo de ser verdaderos seguidores de Dios. Juan no transigió con el mal ni con la corrupción, y su fidelidad a Dios fue inquebrantable hasta el final. Esto nos llama a ser firmes en nuestra fe y a defender la verdad, sin importar las consecuencias.
Herodías y su hija, Salomé, representan la manipulación y el uso del poder para el mal. La danza de Salomé y la petición de la cabeza de Juan nos muestran cómo los deseos egoístas y la falta de escrúpulos pueden llevar a decisiones terribles. Es una advertencia para nosotros sobre los peligros de permitir que nuestros deseos y ambiciones nos aparten del camino de Dios.
Este pasaje nos invita a reflexionar sobre nuestras propias acciones y decisiones. ¿Actuamos como Herodes, sabiendo lo que es correcto pero cediendo ante la presión y el miedo? ¿O actuamos como Juan el Bautista, fieles y valientes, dispuestos a defender la verdad y la justicia a cualquier costo?
En nuestra vida diaria, enfrentamos decisiones que prueban nuestra fe y nuestro compromiso con la verdad. Que este pasaje nos inspire a seguir el ejemplo de Juan el Bautista, siendo valientes y fieles seguidores de Dios, confiando en que Él siempre nos acompaña y nos fortalece en cada momento de dificultad.
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