Evangelio del 31 de julio del 2024 según Mateo 13, 44-46
Memoria de San Ignacio, presbítero
Lectionary: 403
Primera lectura
¡Ay de mí, madre mía!
¿Por qué me engendraste
para que fuera objeto de pleitos y discordias
en todo el país?
A nadie debo dinero, ni me lo deben a mí,
y sin embargo, todos me maldicen.
Siempre que oí tus palabras, Señor,
las acepté con gusto;
tus palabras eran mi gozo
y la alegría de mi corazón,
porque yo defendía tu causa,
Señor, Dios de los ejércitos.
No me senté a reír con los que se divertían;
forzado por tu mano, me sentaba aparte,
porque me habías contagiado con tu propia ira.
¿Por qué mi dolor no acaba nunca
y mi herida se ha vuelto incurable?
¿Acaso te has convertido para mí, Señor,
en espejismo de aguas que no existen?
Entonces el Señor me respondió:
“Si te vuelves a mí, yo haré que cambies de actitud,
y seguirás a mi servicio;
si separas el metal precioso de la escoria,
seguirás siendo mi profeta.
Ellos cambiarán de actitud para contigo
y no tú para con ellos.
Yo te convertiré frente a este pueblo
en una poderosa muralla de bronce:
lucharán contra ti, pero no podrán contigo,
porque yo estaré a tu lado para librarte y defenderte,
dice el Señor.
Te libraré de las manos de los perversos,
te rescataré de las manos de los poderosos”.
Salmo Responsorial
R. (17d) Me alegraré, Señor, por tu bondad.
Dios mío, líbrame de mis enemigos
protégeme de mis agresores,
líbrame de los que hacen injusticias,
sálvame de los hombres sanguinarios.
R. Me alegraré, Señor, por tu bondad.
Mira cómo se conjuran contra mí los poderosos
y esperan el momento de matarme.
Sin embargo, Señor, en mí no hay crimen ni pecado;
sin culpa mía, avanzan contra mí para atacarme.
R. Me alegraré, Señor, por tu bondad.
En ti, Señor, tendré fijos los ojos,
porque tú eres mi fuerza y mi refugio.
El Dios de mi amor vendrá en mi ayuda
y me hará ver la derrota de mis enemigos.
R. Me alegraré, Señor, por tu bondad.
Yo celebraré tu poder
y desde la mañana me alegraré por tu bondad,
porque has sido mi defensa
y mi refugio en el día de la tribulación.
R. Me alegraré, Señor, por tu bondad.
Aclamación antes del Evangelio
A ustedes los llamo amigos, dice el Señor,
porque les he dado a conocer
todo lo que le he oído a mi Padre.
R. Aleluya.
Evangelio
El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra”.
Reflexión
El pasaje del evangelio de Mateo 13, 44-46 nos presenta dos parábolas sobre el reino de los cielos: el tesoro escondido y la perla de gran valor. Ambas parábolas muestran el inmenso valor del reino y la alegría que experimenta quien lo descubre, llevándolo a tomar decisiones radicales para obtenerlo. Históricamente, estas parábolas han sido interpretadas como una invitación a reconocer el valor supremo del reino de Dios y a estar dispuestos a renunciar a todo por él.
También nos enseñan que el descubrimiento del reino de Dios es una experiencia transformadora que cambia radicalmente nuestra perspectiva y nuestras prioridades. El hombre que encuentra el tesoro y el mercader que descubre la perla, ambos reconocen instantáneamente el valor inestimable de lo que han hallado. Esta revelación les llena de una alegría tan profunda que están dispuestos a dejar todo atrás para asegurarse de que poseen aquello que han encontrado. Nos invitan a preguntarnos si estamos dispuestos a hacer sacrificios similares en nuestra vida diaria para perseguir lo que realmente importa y encontrar un propósito más elevado y significativo.
El texto del evangelio nos lleva a la celebración de la memoria de San Ignacio de Loyola, un hombre que también encontró su “tesoro escondido”. Ignacio, inicialmente un soldado, experimentó una profunda conversión tras una herida en batalla. Durante su convalecencia, leyendo sobre la vida de Cristo y los santos, descubrió el valor incomparable del reino de Dios. Este descubrimiento lo llevó a abandonar sus ambiciones mundanas y dedicarse plenamente a la voluntad divina.
San Ignacio fundó la Compañía de Jesús, una orden religiosa conocida por su compromiso con la educación, la misión y el servicio. Su vida es un ejemplo de cómo un encuentro auténtico con el Evangelio puede transformar radicalmente una persona, llevándola a una vida de dedicación y servicio a Dios y a los demás.
En la conmemoración de San Ignacio de Loyola, reflexionemos sobre nuestra propia vida y nuestras prioridades. ¿Qué tesoros estamos buscando? ¿Qué estamos dispuestos a sacrificar para alcanzar el reino de los cielos? Siguiendo el ejemplo de San Ignacio, seamos valientes en nuestra búsqueda de Dios, dispuestos a dejar todo lo demás para poseer el verdadero tesoro que es su reino.
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