Evangelio del 29 de julio del 2024 según san Juan 11, 19-27
Memoria de de Santas Marta, María y Lázaro
Lectionary: 401/607
Primera lectura
El Señor me dijo: “Ve a comprar un cinturón de lino y póntelo en la cintura, pero no lo metas en el agua”. Compré el cinturón y me lo puse en la cintura, según la orden del Señor.
Entonces el Señor me habló por segunda vez y me dijo: “Toma el cinturón que compraste y que llevas puesto en la cintura, levántate y vete al río Eufrates y escóndelo ahí, en el agujero de una roca”. Fui y lo escondí en el Eufrates, como me había ordenado el Señor.
Al cabo de mucho tiempo, me dijo el Señor: “Levántate, vete al Eufrates y recoge el cinturón que te mandé que escondieras ahí”. Fui al Eufrates, escarbé y recogí el cinturón del sitio donde lo había escondido; pero el cinturón se había podrido: no servía para nada.
Entonces el Señor me habló y me dijo: “Esto dice el Señor: ‘Del mismo modo haré yo que se pudra la gran soberbia de Judá y de Jerusalén. Ese pueblo malvado se ha negado a obedecerme, se porta obstinadamente, ha seguido a otros dioses para servirlos y adorarlos, y será como este cinturón, que ya no sirve para nada. Porque así como el cinturón va adherido al cuerpo, así quise llevar unidas a mí a la casa de Israel y a la casa de Judá, para que fueran mi pueblo, mi fama, mi gloria y mi honor; pero ellos no me escucharon’”.
Salmo Responsorial
R. (cf. 18a) Abandonaron a Dios, que les dio la vida.
Abandonaron a Dios, que los creó,
y olvidaron al Señor, que les dio la vida.
Lo vio el Señor, y encolerizado,
rechazó a sus hijos y a sus hijas. R.
R. Abandonaron a Dios, que les dio la vida.
El Señor pensó: “Me les voy a esconder
y voy a ver en qué acaban,
porque son una generación depravada,
unos hijos infieles. R.
R. Abandonaron a Dios, que les dio la vida.
Ellos me han dado celos con un dios que no es Dios
y me han encolerizado con sus ídolos;
yo también les voy a dar celos con un pueblo que no es pueblo
y los voy a encolerizar con una nación insensata”. R.
R. Abandonaron a Dios, que les dio la vida.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor;
el que me sigue tendrá la luz de la vida.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a Ma¬ría para consolarlas por la muerte de su hermano Lázaro. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas”.
Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?” Ella le contestó: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”
O bien:
En aquel tiempo, Jesús entró en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra. Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: “Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude”.
El Señor le respondió: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará”.
Reflexión
En el pasaje de Juan 11, 19-27, nos encontramos con una escena conmovedora y profundamente humana: la muerte de Lázaro y el dolor de sus hermanas, Marta y María. Este texto es especialmente significativo porque muestra tanto la humanidad de Jesús como su divinidad.
Jesús llega a Betania y encuentra que Lázaro ya lleva cuatro días en la tumba. Marta, al enterarse de la llegada de Jesús, sale a su encuentro. En su diálogo, vemos una mezcla de dolor y esperanza. Marta dice: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Esta afirmación revela su fe en el poder de Jesús, aunque también expresa una tristeza comprensible por la pérdida de su hermano.
Jesús le responde: “Tu hermano resucitará”. Marta, con una fe profunda pero aún limitada por su comprensión humana, contesta que sabe que resucitará en la resurrección del último día. Entonces, Jesús pronuncia una de las declaraciones más poderosas del evangelio: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás”. Aquí, Jesús no solo consuela a Marta, sino que también revela una verdad fundamental sobre su identidad y su misión.
La respuesta de Marta es un testimonio de fe: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo”. En medio del dolor y la incertidumbre, Marta afirma su fe en Jesús como el Mesías, el Salvador.
Hoy, la Iglesia celebra la memoria de los Santos Marta, María y Lázaro, amigos cercanos de Jesús. Esta celebración nos invita a reflexionar sobre la hospitalidad, la fe y la amistad profunda con Cristo.
Marta es recordada por su servicio diligente y su fe inquebrantable. María, por su contemplación y devoción, al sentarse a los pies de Jesús y ungir sus pies con perfume. Lázaro, por su resurrección, que prefigura la victoria de Jesús sobre la muerte.
En conjunto, estas figuras nos enseñan diferentes formas de relacionarnos con Jesús: el servicio activo, la contemplación profunda y la experiencia transformadora del amor y el poder de Cristo. Que su ejemplo nos inspire a buscar una relación más íntima y auténtica con nuestro Salvador, viviendo con fe, esperanza y amor en todas nuestras acciones diarias.
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