julio 28, 2024 in Evangelios

Evangelio del 28 de julio del 2024 según Juan 6, 1-15

XVII Domingo Ordinario

Lectionary: 110

Primera lectura

2 Reyes 4, 42-44
En aquellos días, llegó de Baal-Salisá un hombre que traía para el siervo de Dios, Eliseo, como primicias, veinte panes de cebada y grano tierno en espiga.

Entonces Eliseo dijo a su criado: “Dáselos a la gente para que coman”. Pero él le respondió: “¿Cómo voy a repartir estos panes entre cien hombres?”

Eliseo insistió: “Dáselos a la gente para que coman, porque esto dice el Señor: ‘Comerán todos y sobrará’ “.

El criado repartió los panes a la gente; todos comieron y todavía sobró, como había dicho el Señor.

Salmo Responsorial

Salmo 144, 10-11. 15-16. 17-18
R. (cf. 16) Bendeciré al Señor eternamente.
Que te alaben, Señor, todas tus obras
y que todos tus fieles te bendigan.
Que proclamen la gloria de tu reino
y den a conocer tus maravillas.
R. Bendeciré al Señor eternamente.
A ti, Señor, sus ojos vuelven todos
y tú los alimentas a su tiempo.
Abres, Señor, tus manos generosas
y cuantos viven quedan satisfechos.
R. Bendeciré al Señor eternamente.
Siempre es justo el Señor en sus designios
y están llenas de amor todas sus obras.
No está lejos de aquellos que lo buscan;
muy cerca está el Señor de quien lo invoca.
R. Bendeciré al Señor eternamente.

Segunda lectura

Ef 4, 1-6
Hermanos: Yo, Pablo, prisionero por la causa del Señor, los exhorto a que lleven una vida digna del llamamiento que han recibido. Sean siempre humildes y amables; sean comprensivos y sopórtense mutuamente con amor; esfuércense en mantenerse unidos en el Espíritu con el vínculo de la paz.

Porque no hay más que un solo cuerpo y un solo Espíritu, como también una sola es la esperanza del llamamiento que ustedes han recibido. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que reina sobre todos, actúa a través de todos y vive en todos.

Aclamación antes del Evangelio

Lc 7, 16
R. Aleluya, aleluya.
Un gran profeta ha surgido entre nosotros.
Dios ha visitado a su pueblo.
R. Aleluya.

Evangelio

Jn 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea o lago de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto las señales milagrosas que hacía curando a los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos.

Estaba cerca la Pascua, festividad de los judíos. Viendo Jesús que mucha gente lo seguía, le dijo a Felipe: “¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?” Le hizo esta pregunta para ponerlo a prueba, pues él bien sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: “Ni doscientos denarios bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo de pan”. Otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es eso para tanta gente?” Jesús le respondió: “Díganle a la gente que se siente”. En aquel lugar había mucha hierba. Todos, pues, se sentaron ahí; y tan sólo los hombres eran unos cinco mil.

Enseguida tomó Jesús los panes, y después de dar gracias a Dios, se los fue repartiendo a los que se habían sentado a comer. Igualmente les fue dando de los pescados todo lo que quisieron. Después de que todos se saciaron, dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos sobrantes, para que no se desperdicien”. Los recogieron y con los pedazos que sobraron de los cinco panes llenaron doce canastos.

Entonces la gente, al ver la señal milagrosa que Jesús había hecho, decía: “Éste es, en verdad, el profeta que habría de venir al mundo”. Pero Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró de nuevo a la montaña, él solo.

Reflexión

El pasaje de Juan 6, 1-15 nos presenta una escena en la que se manifiestan múltiples dimensiones de la fe. En este relato, Jesús realiza un milagro extraordinario al multiplicar unos pocos panes y peces para alimentar a una multitud. 

En primer lugar, el acto de multiplicar los alimentos es una muestra palpable de la providencia divina. Jesús, al proveer abundantemente para las necesidades de las personas, nos recuerda que Dios es consciente de nuestras necesidades y está dispuesto a satisfacerlas de maneras que a menudo superan nuestras expectativas. 

Además, la cooperación de los discípulos y de un niño que ofrece su modesto almuerzo subraya la importancia de la colaboración humana en la obra de Dios. Aunque los recursos iniciales eran mínimos, la disposición a compartir lo poco que se tenía permitió que ocurriera el milagro. Nos enseña que nuestra fe debe ir acompañada de acciones concretas y generosas. Cada pequeño acto de bondad y cada recurso compartido pueden ser multiplicados por Dios para lograr grandes cosas.

El milagro también resalta el papel de la comunidad en la experiencia de la fe. Jesús no solo alimenta a los individuos, sino que nutre a una comunidad entera. El gesto nos invita a ver la fe no solo como una experiencia individual, sino como una realidad vivida en comunidad. Nos recuerda que estamos llamados a cuidar unos de otros, a compartir nuestras bendiciones y a trabajar juntos para el bienestar común.

Nos habla del deseo de Dios de saciarnos no solo físicamente, sino también espiritualmente. Jesús, más adelante en el mismo capítulo, se presenta como el “pan de vida”, indicando que más allá de las necesidades materiales, hay una hambre espiritual que solo Él puede satisfacer, buscar en Él el sustento espiritual que da sentido y propósito a nuestras vidas.

En resumen, el milagro de la multiplicación de los panes y los peces es un poderoso recordatorio de la generosidad divina, la importancia de la colaboración humana, la centralidad de la comunidad en la fe y la búsqueda de una satisfacción espiritual más profunda. La enseñanza de este pasaje nos lleva a confiar en la provisión de Dios, a ser generosos con lo que tenemos, a vivir nuestra fe en comunidad y a buscar en Jesús el verdadero sustento de nuestras almas.




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