Evangelio del 23 de julio del 2024 según San Mateo 12, 46-50
Martes de la XVI semana del Tiempo ordinario
Lectionary: 396
Primera lectura
Señor, Dios nuestro, pastorea a tu pueblo con tu cayado,
a las ovejas de tu heredad,
que permanecen aisladas en la maleza,
en medio de campos feraces.
Pastarán en Basán y en Galaad,
como en los días de antaño,
como cuando salimos de Egipto
y nos mostrabas tus prodigios.
¿Qué Dios hay como tú, que quitas la iniquidad
y pasas por alto la rebeldía de los sobrevivientes de Israel?
No mantendrás por siempre tu cólera,
pues te complaces en ser misericordioso.
Volverás a compadecerte de nosotros,
aplastarás con tus pies nuestras iniquidades,
arrojarás a lo hondo del mar nuestros delitos.
Serás fiel con Jacob y compasivo con Abraham,
como juraste a nuestros padres en tiempos remotos,
Señor, Dios nuestro.
Salmo Responsorial
R. (8a) Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Señor, has sido bueno con tu tierra,
pues cambiaste la suerte de Jacob,
perdonaste las culpas de tu pueblo
y sepultaste todos sus pecados;
reprimiste tu cólera,
y frenaste el incendio de tu ira. R.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
También ahora cambia nuestra suerte,
Dios, salvador nuestro,
y deja ya tu rencor contra nosotros.
¿O es que vas a estar siempre enojado,
y a prolongar tu ira de generación en generación? R.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
¿No vas a devolvernos la vida,
para que tu pueblo se alegre contigo?
Muéstranos, Señor, tu misericordia,
y danos tu salvación. R.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
El que me ama cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará
y haremos en él nuestra morada, dice el Señor.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus parientes se acercaron y trataban de hablar con él. Alguien le dijo entonces a Jesús: “Oye, ahí fuera están tu madre y tus hermanos, y quieren hablar contigo”.
Pero él respondió al que se lo decía: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo: “Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumple la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”.
Reflexión
En San Mateo 12, 46-50, Jesús se encuentra rodeado por una multitud cuando su madre y sus hermanos llegan buscando hablar con él. Ante esto, Jesús hace una declaración sorprendente: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Todo el que hace la voluntad de mi Padre celestial, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.”
Las palabras de Jesús nos invitan a reflexionar profundamente sobre el verdadero significado de pertenencia y familia. ¿Qué nos quiere decir con esta afirmación tan radical? Jesús no está rechazando a su familia biológica; más bien, está expandiendo el concepto de familia a una dimensión más espiritual y universal. Nos está llamando a ver más allá de los lazos de sangre y reconocer la importancia de la comunión con aquellos que comparten y viven los valores del Reino de Dios.
A menudo nos definimos por nuestras relaciones familiares, sociales y profesionales, Jesús nos lleva a repensar nuestras prioridades. ¿Qué significa realmente ser parte de la familia de Dios? Implica una transformación interna que nos lleva a vivir conforme a su voluntad, a practicar el amor, la justicia y la misericordia. Nos invita a formar una comunidad donde cada persona es valorada y amada, no por su origen, sino por su compromiso con los principios divinos.
Esta enseñanza de Jesús es radical porque nos llama a romper barreras y a ver a cada ser humano como un potencial hermano o hermana en la fe. Nos impulsa a extender nuestro amor y nuestra solidaridad más allá de nuestras zonas de confort y de nuestras fronteras familiares y culturales. Es una invitación a construir una comunidad global, unida por el amor y la obediencia a Dios.
Jesús nos está invitando a una relación más profunda y auténtica con Dios y con los demás. Ser parte de la familia de Dios es un llamado a vivir de manera radicalmente diferente, a priorizar los valores del Reino sobre cualquier otra lealtad. Es una llamada a una vida de amor, servicio y compromiso con la justicia.
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