julio 22, 2024 in Evangelios

Evangelio del 22 de julio del 2024 según san Juan 20, 1-2. 11-18

Fiesta de Santa María Magdalena

Lectionary: 603

Primera lectura

Can 3, 1-4
Esto dice la esposa:
“En mi lecho, por las noches,
a mi amado yo buscaba.
Lo busqué, pero fue un vano.
Me levantaré. Por las plazas
y barrios de la ciudad
buscaré al amor de mi alma.Lo busqué, pero fue en vano.
Y me encontraron los guardias
de la ciudad, y les dije:
‘¿Qué no vieron a aquel que ama
mi alma?’ Y apenas se fueron,
encontré al amor de mi alma”.

O bien:

2 Co 5, 14-17
Hermanos: El amor de Cristo nos apremia, al pensar que si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos para que los que viven ya no vivan para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.Por eso nosotros ya no juzgamos a nadie con criterios humanos. Si alguna vez hemos juzgado a Cristo con tales criterios, ahora ya no lo hacemos. El que vive según Cristo es una creatura nueva; para él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo.

Salmo Responsorial

Salmo 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9

R. (2b) Señor, mi alma tiene sed de ti.
Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco;
de ti sedienta está mi alma.
Señor, todo mi ser te añora,
como el suelo reseco añora el agua.
R. Señor, mi alma tiene sed de ti.
Para admirar tu gloria y tu poder,
anhelo contemplarte en el santuario.
Pues mejor es tu amor que la existencia;
siempre, Señor, te alabarán mis labios.
R. Señor, mi alma tiene sed de ti.
Podré así bendecirte mientras viva
y levantar en oración mis manos.
De lo mejor se saciará mi alma;
te alabaré con júbilo en los labios.
R. Señor, mi alma tiene sed de ti.
Fuiste mi auxilio
y a tu sombra, canté lleno de gozo.
A ti se adhiere mi alma
y tu diestra me da seguro apoyo.
R. Señor, mi alma tiene sed de ti.

Aclamación antes del Evangelio

R. Aleluya, aleluya.
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada.
R. Aleluya.

Evangelio

Jn 20, 1-2. 11-18

El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.

María se había quedado llorando junto al sepulcro de Jesús. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies. Los ángeles le preguntaron: “¿Por qué estás llorando, mujer?” Ella les contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto”.

Dicho esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Entonces él le dijo: “Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?” Ella, creyendo que era el jardinero, le respondió: “Señor, si tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto”. Jesús le dijo: “¡María!” Ella se volvió y exclamó: “¡Rabbuní!”, que en hebreo significa ‘maestro’. Jesús le dijo: “Déjame ya, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios’ ”.

María Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había visto al Señor y para darles su mensaje.

Reflexión

El Evangelio de Juan 20, 1-2. 11-18 narra un momento profundamente conmovedor y transformador: la resurrección de Jesús y su encuentro con María Magdalena. Este pasaje representa además de la victoria de la vida sobre la muerte, también la esencia del amor y la fidelidad.

María Magdalena, al encontrar el sepulcro vacío, muestra una devoción inquebrantable. Su llanto al no encontrar el cuerpo de Jesús refleja la profundidad de su amor y su dolor. Este acto de permanecer cerca del sepulcro, a pesar de no tener esperanzas de ver nuevamente a Jesús, nos enseña una lección poderosa sobre la fidelidad y el amor incondicional. A menudo, en nuestras vidas enfrentamos momentos de pérdida y desesperanza, pero la fe y la perseverancia nos pueden llevar a encuentros sorprendentes y transformadores.

El momento culminante es cuando Jesús llama a María por su nombre. Este acto de nombrarla personal y cariñosamente rompe el velo de su tristeza y desesperación. Recordamos que, aunque podamos sentirnos perdidos y solos, Jesús nos conoce íntimamente y nos llama por nuestro nombre. Este reconocimiento personal y amoroso transforma la tristeza de María en alegría y esperanza.

La misión que Jesús le encomienda a María, de anunciar su resurrección a los discípulos, la convierte en la primera testigo del evento más crucial del cristianismo. Esto resalta el papel vital que las mujeres desempeñaron y continúan desempeñando en la propagación de la fe. María Magdalena, a menudo mal interpretada y subestimada, es exaltada como apóstol de los apóstoles, recordándonos que Dios elige a los corazones sinceros y fieles para cumplir sus propósitos.

Hoy, celebramos la fiesta de Santa María Magdalena, una mujer cuyo amor y fidelidad a Jesús la llevaron a ser la primera en ver y anunciar la resurrección. Su historia nos inspira a perseverar en la fe, a mantenernos firmes en nuestro amor a Dios y a ser valientes anunciadores de la Buena Nueva. Que su ejemplo nos motive a buscar a Jesús con un corazón sincero y a reconocer su presencia en nuestras vidas, incluso en los momentos de mayor oscuridad y duda.




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