julio 19, 2024 in Evangelios

Evangelio del 19 de julio del 2024 según san Mateo 12, 1-8

Viernes de la XV semana del Tiempo ordinario

Lectionary: 393

Primera lectura

Is 38, 1-6. 21-22. 7-8

En aquel tiempo, el rey Ezequías enfermó de muerte y vino a verlo el profeta Isaías, hijo de Amós, y le dijo: “Esto dice el Señor: ‘Arregla todos tus asuntos, porque no te vas a aliviar y te vas a morir’ “.

Ezequías volvió la cara hacia la pared, oró al Señor y dijo: “Acuérdate, Señor, de que te he servido con fidelidad y rectitud de corazón y de que he hecho siempre lo que a ti te agrada”. Y lloró con abundantes lágrimas.

Entonces el Señor le habló a Isaías y le dijo: “Ve a decirle a Ezequías: ‘Esto dice el Señor, Dios de tu padre, David: He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas. Voy a curarte y en tres días podrás ir al templo del Señor. Voy a darte quince años más de vida. Te libraré de la mano del rey de Asiria a ti y a tu ciudad, y protegeré a Jerusalén’ “.

Dijo entonces Isaías: “Traigan un emplasto de higos y aplíquenselo en la llaga para que se alivie”. Y Ezequías dijo: “¿Cuál es la señal de que podré ir al templo del Señor?” Respondió Isaías: “Esta será para ti la señal de que el Señor cumplirá las cosas que te ha dicho: voy a hacer que la sombra retroceda los diez grados que ha avanzado en el reloj de sol de Ajaz”. Y el sol retrocedió los diez grados que había avanzado.

Salmo Responsorial

Isaías 38, 10. 11. 12abcd. 16
R. (cf. 17b) Sálvame, Señor, y viviré.
Yo pensaba que a la mitad de mi vida
tendría que dirigirme hacia las puertas del abismo
y me privarían del resto de mis años.
R. Sálvame, Señor, y viviré.
Yo pensaba que ya no volvería a ver al Señor
en la tierra de los vivos,
que ya no volvería a ver a los hombres
entre los habitantes del mundo.
R. Sálvame, Señor, y viviré.
Levantan y enrollan mi vida
como una tienda de pastores.
Como un tejedor tejía yo mi vida,
y me cortaron la trama.
R. Sálvame, Señor, y viviré.
A los que Dios protege viven,
y entre ellos vivirá mi espíritu;
me has curado,
me has hecho revivir.
R. Sálvame, Señor, y viviré.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 10, 27
R. Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor;
yo las conozco y ellas me siguen.
R. Aleluya.

Evangelio

Mt 12, 1-8

Un sábado, atravesaba Jesús por los sembrados. Los discípulos, que iban con él, tenían hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerse los granos. Cuando los fariseos los vieron, le dijeron a Jesús: “Tus discípulos están haciendo algo que no está permitido hacer en sábado”.

Él les contestó: “¿No han leído ustedes lo que hizo David una vez que sintieron hambre él y sus compañeros? ¿No recuerdan cómo entraron en la casa de Dios y comieron los panes consagrados, de los cuales ni él ni sus compañeros podían comer, sino tan sólo los sacerdotes?

¿Tampoco han leído en la ley que los sacerdotes violan el sábado porque ofician en el templo y no por eso cometen pecado? Pues yo digo que aquí hay alguien más grande que el templo.

Si ustedes comprendieran el sentido de las palabras: Misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a quienes no tienen ninguna culpa. Por lo demás, el Hijo del hombre también es dueño del sábado”.

Reflexión

Mateo 12, 1-8 nos presenta a Jesús y sus discípulos caminando por un campo de trigo en sábado. Sus discípulos, hambrientos, comienzan a arrancar espigas y a comer. Al ver esto, los fariseos los critican, alegando que están violando la ley del sábado. Jesús responde mencionando el caso de David, quien comió los panes sagrados del templo, y también cita a los sacerdotes que trabajan en el templo en sábado sin quebrantar la ley. Finalmente, Jesús declara: “El Hijo del hombre es Señor del sábado”.

Este pasaje nos invita a analizar sobre la importancia de entender el espíritu de la ley por encima de su cumplimiento literal. Los fariseos estaban tan obsesionados con la observancia estricta de las reglas que habían perdido de vista el propósito original de esas leyes: promover la vida y el bienestar humano. Jesús nos muestra que la auténtica práctica de la ley de Dios se basa en la empatía y el acto de ser misericordioso.

En nuestro diario vivir, es fácil caer en la trampa del legalismo, enfocándonos en el cumplimiento exacto de normas y tradiciones sin considerar el contexto y las necesidades de las personas. Este pasaje nos invita a reevaluar nuestras acciones y a encontrar siempre el fundamento de amor y compasión en las enseñanzas de Jesús.

Al igual que los discípulos, también nosotros podemos encontrar momentos en los que las necesidades humanas prevalecen sobre las normas estrictas. Jesús nos muestra que la verdadera fidelidad a Dios implica priorizar la dignidad y el bienestar de las personas. Su respuesta a los fariseos nos enseña que el amor y la compasión deben guiar nuestras acciones.

Finalmente, al reflexionar sobre este evangelio, recordemos que el propósito de nuestras acciones y decisiones debería ser siempre reflejar el amor de Dios. Más allá de cumplir reglas, estamos llamados a actuar con compasión y a atender a quienes nos rodean,  siguiendo el ejemplo de Jesús, quien es verdaderamente el Señor del sábado.




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