julio 11, 2024 in Evangelios

Evangelio del 11 de julio del 2024

Memoria de San Benito, abad

Lectionary: 386

Primera lectura

Os 11, 1-4. 8-9
“Cuando Israel era niño, yo lo amé,
y de Egipto llamé a mi hijo, dice el Señor.
Pero, mientras más lo llamaba,
más se alejaba de mí;
ofrecía sacrificios a los dioses falsos
y quemaba ofrendas a los ídolos.

Yo fui quien enseñó a andar a Efraín,
yo quien lo llevaba en brazos;
pero no comprendieron que yo cuidaba de ellos.

Yo los atraía hacia mí con los lazos del cariño,
con las cadenas del amor.
Yo fui para ellos como un padre,
que estrecha a su creatura
y se inclina hacia ella para darle de comer.

Mi corazón se conmueve dentro de mí
y se inflama toda mi compasión.
No cederé al ardor de mi cólera,
no volveré a destruir a Efraín,
pues yo soy Dios y no hombre,
yo soy el Santo que vive en ti
y no enemigo a la puerta”.

Salmo Responsorial

Salmo 79, 2ac y3b. 15-16
R. (4b) Ven, Señor, a salvarnos.
Escúchanos, pastor de Israel,
tú que estás rodeado de querubines,
manifiéstate,
despierta tu poder y ven a salvarnos.
R. Ven, Señor, a salvarnos.
Señor, Dios de los ejércitos, vuelve tus ojos,
mira tu viña y visítala;
protege la cepa plantada por tu mano,
el renuevo que tú mismo cultivaste.
R. Ven, Señor, a salvarnos.

Aclamación antes del Evangelio

Mc 1, 15
R. Aleluya, aleluya.
El Reino de Dios está cerca, dice el Señor;
arrepiéntanse y crean en el Evangelio.
R. Aleluya.

Evangelio

Mt 10, 7-15
En aquel tiempo, envió Jesús a los Doce con estas instrucciones: ‘Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente.

No lleven con ustedes, en su cinturón, monedas de oro, de plata o de cobre. No lleven morral para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bordón, porque el trabajador tiene derecho a su sustento.

Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, pregunten por alguien respetable y hospédense en su casa hasta que se vayan. Al entrar, saluden así: ‘Que haya paz en esta casa’. Y si aquella casa es digna, la paz de ustedes reinará en ella; si no es digna, el saludo de paz de ustedes no les aprovechará. Y si no los reciben o no escuchan sus palabras, al salir de aquella casa o de aquella ciudad, sacúdanse el polvo de los pies. Yo les aseguro que el día del juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas con menos rigor que esa ciudad”.

Reflexión

En el Evangelio de Mateo 10, 7-15, Jesús envía a sus discípulos a predicar el Reino de los Cielos y les da autoridad para sanar enfermos, resucitar muertos, purificar leprosos y expulsar demonios. En el contexto de la época, los discípulos se enfrentaban a una sociedad llena de retos y resistencia, donde la fe en el mensaje de Jesús era aún una novedad y un acto de valentía.

Podemos meditar sobre la misión que cada uno tenemos en nuestra vida. Jesús nos llama a ser mensajeros de su amor y su verdad en nuestra sociedad que a menudo está llena de incertidumbre y sufrimiento. Al igual que los discípulos, estamos llamados a llevar esperanza y sanación a quienes nos rodean, confiando en la providencia divina y en la bondad de las personas.

En nuestro día a día, podemos aplicar este mensaje siendo fuentes de esperanza y ánimo para los demás. Esto puede ser a través de palabras de aliento, gestos de tolerancia o simplemente estando presentes para quienes necesitan apoyo emocional. La esperanza es un regalo que podemos dar sin costo alguno, pero que tiene un valor incalculable para quien la recibe.

Jesús instruye a sus discípulos a no llevar provisiones, enseñándonos a confiar en que Dios proveerá lo necesario. En la vida moderna, esto se traduce en tener fe en que, a pesar de las dificultades, no estamos solos. Dios nos acompaña y cuida y siempre de alguna manera suple nuestras necesidades. Aprender a confiar en la providencia puede liberar nuestro corazón de preocupaciones excesivas y nos permite vivir con mayor paz y gratitud.

Aunque no todos podemos sanar físicamente como los discípulos, sí podemos ser instrumentos de sanación emocional y espiritual. Escuchar a alguien con empatía, ofrecer palabras de consuelo, orar por los enfermos y necesitados, y estar atentos a las necesidades de los demás, son formas de llevar la sanación de Cristo a nuestras comunidades.

La instrucción de no llevar oro ni plata nos recuerda la importancia de la simplicidad y el desapego material. Vivir con sencillez nos permite ser más libres y generosos con nuestro tiempo y recursos. –




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