Evangelio del 28 de abril del 2024
V Domingo de Pascua
Lectionary: 53
Primera lectura
Cuando Pablo regresó a Jerusalén, trató de unirse a los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no creían que se hubiera convertido en discípulo.
Entonces, Bernabé lo presentó a los apóstoles y les refirió cómo Saulo había visto al Señor en el camino, cómo el Señor le había hablado y cómo él había predicado, en Damasco, con valentía, en el nombre de Jesús. Desde entonces, vivió con ellos en Jerusalén, iba y venía, predicando abiertamente en el nombre del Señor, hablaba y discutía con los judíos de habla griega y éstos intentaban matarlo. Al enterarse de esto, los hermanos condujeron a Pablo a Cesarea y lo despacharon a Tarso.
En aquellos días, las comunidades cristianas gozaban de paz en toda Judea, Galilea y Samaria, con lo cual se iban consolidando, progresaban en la fidelidad a Dios y se multiplicaban, animadas por el Espíritu Santo.
Salmo Responsorial
R. (26a) Bendito sea el Señor. Aleluya.
Le cumpliré mis promesas al Señor
delante de sus fieles.
Los pobres comerán hasta saciarse
y alabarán al Señor los que lo buscan:
su corazón ha de vivir para siempre.
R. Bendito sea el Señor. Aleluya.
Recordarán al Señor y volverán a él
desde los últimos lugares del mundo;
en su presencia se postrarán
todas las familias de los pueblos.
Sólo ante él se postrarán todos los que mueren.
R. Bendito sea el Señor. Aleluya.
Mi descendencia lo servirá
y le contará a la siguiente generación,
al pueblo que ha de nacer:
la justicia del Señor
y todo lo que él ha hecho.
R. Bendito sea el Señor. Aleluya.
Segunda lectura
Hijos míos: No amemos solamente de palabra, amemos de verdad y con las obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y delante de Dios tranquilizaremos nuestra conciencia de cualquier cosa que ella nos reprochare, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y todo lo conoce. Si nuestra conciencia no nos remuerde, entonces, hermanos míos, nuestra confianza en Dios es total.
Puesto que cumplimos los mandamientos de Dios y hacemos lo que le agrada, ciertamente obtendremos de él todo lo que le pidamos. Ahora bien, éste es su mandamiento: que creamos en la persona de Jesucristo, su Hijo, y nos amemos los unos a los otros, conforme al precepto que nos dio.
Quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. En esto conocemos, por el Espíritu que él nos ha dado, que él permanece en nosotros.
Aclamación antes del Evangelio
Permanezcan en mí y yo en ustedes, dice el Señor;
el que permanece en mí da fruto abundante.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.
Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.
Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos”.
Reflexión
El pasaje de Juan 15, 1-8 es profundamente rico en simbolismo y enseñanza espiritual, centrado en la metáfora de la vid y el sarmiento. Jesús utiliza esta imagen para ilustrar la relación íntima y vital entre Él y sus discípulos, y por extensión, con todos los creyentes.
Jesús se identifica como la “vid verdadera”, y su Padre es el “labrador”. Esta imagen refleja la relación indispensable que los discípulos deben mantener con Jesús. Sin Él, no pueden hacer nada, similar a cómo los sarmientos no pueden sobrevivir sin estar unidos a la vid que les suministra savia y vida. En el contexto de la vida cristiana, esto subraya la importancia de la oración, la meditación en la Palabra de Dios y la participación en los sacramentos como medios para mantenerse espiritualmente nutridos y conectados con Cristo.
El texto habla del labrador que “limpia todo sarmiento que lleva fruto, para que dé más fruto”. Este proceso de limpieza o poda puede ser entendido como las disciplinas espirituales y las pruebas de la vida que, aunque a veces dolorosas, tienen como propósito purificar y fortalecer nuestra fe. Esto nos lleva a reflexionar sobre cómo las dificultades y los desafíos de la vida pueden ser vistos no como castigos, sino como oportunidades para crecer en fidelidad y capacidad de amar.
La repetición del mandato de “permanecer” en este pasaje es crucial. Permanecer en Jesús es más que una obediencia pasiva; es una participación activa y constante en la vida de Dios. Implica una disposición del corazón que busca siempre la presencia de Dios y su dirección en todas las circunstancias de la vida. Este “permanecer” se convierte en una fuente de alegría y paz, incluso en medio de las pruebas.
Jesús concluye diciendo que aquellos que permanecen en Él y Él en ellos, darán mucho fruto. Aquí, el fruto no solo implica acciones o logros externos, sino también las cualidades del carácter cristiano como el amor, la paciencia, la bondad y la fidelidad. La verdadera medida del discipulado no se encuentra solo en lo que hacemos, sino en el carácter que desarrollamos.
En un sentido aplicado a la vida contemporánea, este pasaje invita a reflexionar sobre nuestras propias conexiones y dependencias. ¿Estamos realmente anclados en nuestra fe y en nuestra relación con Cristo de manera que todas nuestras acciones y decisiones emanan de esa conexión? ¿Cómo respondemos a los procesos de “poda” en nuestra vida? Estas preguntas pueden guiar una introspección personal y comunitaria que fortalece nuestra caminata de fe.
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