abril 21, 2024 in Evangelios

Evangelio del 22 de abril del 2024

Lunes de la IV semana de Pascua

Lectionary: 279

Primera lectura

Hch 11, 1-18
En aquellos días, los apóstoles y los hermanos que vivían en Judea se enteraron de que también los paganos habían recibido la palabra de Dios. Cuando Pedro regresó a Jerusalén, los circuncidados le hicieron reproches, diciendo: “Has entrado en la casa de unos incircuncisos y has comido con ellos”.

Entonces Pedro les contó desde el principio lo que le había pasado: “Estaba yo en la ciudad de Jafa, en oración, cuando tuve una visión y vi algo semejante a un gran mantel, que sostenido por las cuatro puntas, bajaba del cielo hasta donde yo me encontraba. Miré con atención aquella cosa y descubrí que había en ella toda clase de cuadrúpedos, fieras, reptiles y aves. Oí luego una voz que me decía: ‘Levántate, Pedro. Mata el animal que quieras y come’. Pero yo le respondí: ‘Ni pensarlo, Señor. Jamás he comido nada profano o impuro’. La voz del cielo me habló de nuevo: ‘No tengas tú por impuro lo que Dios ha hecho puro’. Esto se repitió tres veces y luego todo fue recogido hacia el cielo.

En aquel instante, se presentaron en la casa donde yo estaba tres hombres, que venían de Cesarea, con un recado para mí. El Espíritu me dijo entonces que me fuera con ellos sin dudar. También fueron conmigo estos seis hermanos y todos entramos en casa de aquel hombre. Él nos contó cómo había visto de pie, ante él, a un ángel que le dijo: ‘Manda a buscar en Jafa a Simón, llamado Pedro. Lo que él te diga, te traerá la salvación a ti y a toda tu familia’. En cuanto empecé a hablar, el Espíritu Santo descendió sobre ellos, como había descendido al principio sobre nosotros. Entonces me acordé de lo que había dicho el Señor: ‘Juan bautizó con agua; pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo’. Por lo tanto, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesús, ¿quién soy yo para oponerme a Dios?”

Con esto se apaciguaron y alabaron a Dios, diciendo: “Por lo visto, también a los paganos les ha concedido Dios la conversión que lleva a la vida”.

Salmo Responsorial

Salmos 41, 2-3; 42, 3.4

R. (cf 41, 3a) Estoy sediento del Dios que da la vida. Aleluya.
Como el venado busca
el agua de los ríos,
así, cansada, mi alma
te busca a ti, Dios mío.
R. Estoy sediento del Dios que da la vida. Aleluya.
Del Dios que da la vida
está mi ser sediento.
¿Cuándo será posible
ver de nuevo su templo?
R. Estoy sediento del Dios que da la vida. Aleluya.
Envíame, Señor, tu luz y tu verdad;
que ellas se conviertan en mi guía
y hasta tu monte santo me conduzcan,
allí donde tú habitas.
R. Estoy sediento del Dios que da la vida. Aleluya.
Al altar del Señor me acercaré,
al Dios que es mi alegría,
y a mi Dios, el Señor, le daré gracias
al compás de la citara.
R. Estoy sediento del Dios que da la vida. Aleluya.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 10, 14
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el buen pastor, dice el Señor;
yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí.
R. Aleluya.

Evangelio

Jn 10, 1-10
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Yo les aseguro que el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón, un bandido; pero el que entra por la puerta, ése es el pastor de las ovejas. A ése le abre el que cuida la puerta, y las ovejas reconocen su voz; él llama a cada una por su nombre y las conduce afuera. Y cuando ha sacado a todas sus ovejas, camina delante de ellas, y ellas lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”.

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir. Por eso añadió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado.

Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia’’.

Reflexión

En el pasaje de Juan 10, 1-10, nos encontramos con la metafórica descripción de Jesús como el “buen pastor” y la “puerta del redil”. Este fragmento del evangelio es rico en simbolismo y enseñanzas fundamentales sobre la relación entre Dios y sus fieles.

La imagen del pastor sugiere no sólo guía y protección, sino también una profunda intimidad y conocimiento recíproco entre el pastor y sus ovejas. El pastor conoce a cada una por nombre, lo que indica una relación personalizada y cuidadosa. Asimismo, las ovejas reconocen su voz, lo cual implica una confianza y una fe inquebrantable en su líder. Esto resalta la importancia de la escucha y el seguimiento consciente en la vida espiritual; un llamado a discernir y responder al llamado divino entre las muchas voces del mundo.

La figura de la puerta añade otra dimensión a la narrativa. Jesús no solo guía hacia pastos seguros, sino que él mismo se presenta como la vía a través de la cual se accede a estos. La puerta simboliza acceso, seguridad y exclusividad en el sentido de que protege a las ovejas de intrusos y peligros. Al proclamarse como la única puerta legítima, Jesús enfatiza la exclusividad de la salvación a través de su persona y enseñanzas. Esto nos enseña sobre la centralidad de Cristo en la fe cristiana como el único mediador entre Dios y los hombres.

Este pasaje destaca la misericordia y el sacrificio. El buen pastor está dispuesto a dar su vida por las ovejas, un presagio claro de la pasión y crucifixión de Jesús. Así, se nos recuerda el amor sacrificado de Cristo, quien no huye ante el peligro como un mercenario, sino que enfrenta la muerte para rescatar a su rebaño.

La invitación que surge de este evangelio es a entrar por la puerta que es Cristo, rechazando los caminos falsos que prometen salvación sin sustancia. La auténtica fe requiere compromiso y discernimiento para seguir el camino verdadero que conduce a la vida eterna, un camino marcado por la justicia, la verdad y el amor.

Juan no solo nos revela aspectos esenciales de la persona y misión de Jesús, sino que también desafía a cada fiel a vivir en una comunión profunda y obediente con el líder espiritual supremo, aceptando su voz sobre todas las demás. Esta enseñanza fortalece la comprensión de nuestra propia vocación a ser parte del rebaño de Cristo, respondiendo a su llamado con fe y confianza.




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