abril 3, 2024 in Evangelios

Evangelio del 4 de abril del 2024

Jueves de la octava de Pascua

Lectionary: 264

Primera lectura

Hch 3, 11-26

Como el paralítico curado por Pedro y Juan no se les despegaba, todo el pueblo, asombrado, corrió hacia ellos al pórtico de Salomón. Al ver a la muchedumbre, Pedro les dirigió la palabra:

“Israelitas: ¿Por qué les causa admiración esto y por qué nos miran de ese modo, como si por nuestro poder o nuestra virtud hubiéramos hecho andar a este hombre? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien ustedes entregaron a Pilato, y a quien rechazaron en su presencia, cuando él ya había decidido ponerlo en libertad.

Rechazaron al santo, al justo, y pidieron el indulto de un asesino; han dado muerte al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y de ello nosotros somos testigos. El nombre de Jesús y la fe en él es lo que ha robustecido los miembros de este hombre al que están viendo y todos conocen. Esta fe es la que le ha restituido completamente la salud, como pueden observar.

Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes han obrado por ignorancia, de la misma manera que sus jefes; pero Dios cumplió así lo que había predicho por boca de los profetas: que su Mesías tenía que padecer.

Por lo tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para que se les perdonen sus pecados y el Señor les mande el tiempo de la consolación y les envíe de nuevo a Jesús, el Mesías que les estaba destinado; aunque él tiene que quedarse en el cielo hasta la restauración universal, de la que habló Dios por boca de su profeta desde muy antiguo.

En efecto, Moisés dijo: El Señor Dios hará surgir de entre sus hermanos un profeta como yo. Escuchen todo cuanto les diga; quien no escuche al profeta, será expulsado del pueblo. Todos los profetas, a partir de Samuel, anunciaron igualmente estos días.

Ustedes son herederos de los profetas y beneficiarios de la alianza que Dios hizo con sus padres, cuando le dijo a Abraham: Tu descendencia será fuente de bendición para toda la humanidad. Para ustedes, en primer lugar, ha resucitado Dios a su siervo y lo ha enviado para bendecirlos y ayudarlos a que cada uno se aparte de sus iniquidades’’.

 

Salmo Responsorial

Salmo 8, 2a y 5. 6-7. 8-9

R. (2ab) ¡Qué admirable, Señor, es tu poder! Aleluya.
¡Qué admirable es, Señor y Dios nuestro,
tu poder en toda la tierra!
¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes,
ese pobre ser humano, para que de él te preocupes?
R. ¡Qué admirable, Señor, es tu poder! Aleluya.
Sin embargo, lo hiciste un poquito inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
y todo lo sometiste bajo sus pies.
R. ¡Qué admirable, Señor, es tu poder! Aleluya.
Pusiste a su servicio los rebaños y las manadas,
todos los animales salvajes,
las aves del cielo y los peces del mar,
que recorren los caminos de las aguas.
R. ¡Qué admirable, Señor, es tu poder! Aleluya.

Secuencia — opcional

Victimae paschali laudes

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado,
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la vida,
triunfante se levanta.

“¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?’’
“A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Vengan a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí verán los suyos
la gloria de la Pascua’’.

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Aclamación antes del Evangelio

Sal 117, 24

R. Aleluya, aleluya.
Éste es el día del triunfo del Señor,
día de júbilo y de gozo.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 24, 35-48

Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.

Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero él les dijo: “No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona, tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que tengo yo”. Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: “¿Tienen aquí algo de comer?” Le ofrecieron un trozo de pescado asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos.

Después les dijo: “Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”.

Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto”.

Reflexión

El pasaje de Lucas 24, 35-48 nos presenta un momento trascendental en la vida de los discípulos tras la resurrección de Jesús. Es una historia que habla de dudas, de revelaciones y, sobre todo, de la misión que se les confiere a los seguidores de Cristo. A través de este pasaje, podemos explorar cómo la aparición de Jesús resucitado transforma el miedo y la incertidumbre en propósito y dirección.

Los discípulos se encuentran juntos, compartiendo sus experiencias y tratando de comprender los eventos recientes, cuando Jesús mismo se aparece en medio de ellos. La reacción inicial es una mezcla de miedo, asombro y duda; una respuesta humana ante lo inexplicable. Jesús, entendiendo sus corazones, ofrece pruebas de su resurrección y continuidad de vida, invitándoles a tocarle y mostrándoles sus heridas. Este gesto íntimo es un recordatorio de que la fe a menudo requiere una experiencia personal de encuentro con lo divino, donde nuestras dudas y temores son confrontados con la realidad palpable de la presencia de Dios.

Jesús procede a abrir el entendimiento de los discípulos, ayudándoles a ver cómo las Escrituras habían anticipado estos eventos. Este acto de revelación destaca la importancia de la Palabra de Dios como una guía y fuente de verdad en nuestra jornada de fe. Nos invita a sumergirnos en las Escrituras, buscando en ellas no solo el conocimiento, sino la sabiduría para entender nuestra vida y misión en el mundo. La Biblia se revela como un libro vivo, cuyas verdades se despliegan y se hacen más profundas a medida que caminamos con Dios.

Lo más impactante de este pasaje es el llamado que Jesús hace a sus discípulos: ser testigos de todo lo ocurrido. Este mandato va más allá de la simple narración de eventos; es una invitación a compartir una experiencia transformadora que debe ser vivida y ofrecida a los demás. Este llamado resuena hoy en día, recordándonos que nuestra fe no es solo un asunto personal sino una misión compartida. Estamos llamados a ser testigos del amor, la misericordia y la redención de Dios, no solo con palabras, sino a través de nuestras vidas y acciones.

Finalmente, Jesús ofrece a sus discípulos la paz y promete el don del Espíritu Santo. La paz de Cristo es diferente de cualquier paz que el mundo pueda ofrecer; es una paz que calma nuestras dudas, sana nuestras heridas y nos prepara para la misión. El Espíritu Santo es prometido como el poder que nos capacitará para llevar a cabo nuestra tarea de testigos. Esto nos asegura que, en nuestra misión, no estamos solos; Dios mismo obra en y a través de nosotros.

Lucas nos habla de transformación: de la duda a la fe, del miedo a la misión. Nos recuerda que la fe cristiana está arraigada en eventos históricos que son a la vez profundamente personales y universalmente significativos. Como discípulos modernos, estamos invitados a experimentar personalmente a Cristo resucitado, a sumergirnos en la riqueza de las Escrituras, y a abrazar nuestra vocación de ser testigos en el mundo. Este pasaje nos anima a vivir nuestra fe con valentía, sostenidos por la paz de Cristo y el poder del Espíritu Santo, compartiendo la buena nueva de la resurrección con todos aquellos que encontramos en nuestro camino.




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