Evangelio del 1 de abril del 2024
Lunes de la octava de Pascua
Lectionary: 261
Primera lectura
El día de Pentecostés, se presentó Pedro, junto con los Once, ante la multitud, y levantando la voz, dijo: “Israelitas, escúchenme. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes, mediante los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por medio de él y que ustedes bien conocen. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, Jesús fue entregado, y ustedes utilizaron a los paganos para clavarlo en la cruz.
Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio. En efecto, David dice, refiriéndose a él: Yo veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que él está a mi lado para que yo no tropiece. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua se alboroza; por eso también mi cuerpo vivirá en la esperanza, porque tú, Señor, no me abandonarás a la muerte, ni dejarás que tu santo sufra la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida y me saciarás de gozo en tu presencia.
Hermanos, que me sea permitido hablarles con toda claridad; el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento que un descendiente suyo ocuparía su trono, con visión profética habló de la resurrección de Cristo, el cual no fue abandonado a la muerte ni sufrió la corrupción.
Pues bien, a este Jesús Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos. Llevado a los cielos por el poder de Dios, recibió del Padre el Espíritu Santo prometido a él y lo ha comunicado, como ustedes lo están viendo y oyendo’’.
Salmo Responsorial
R. (1) Protege, Señor, a los que esperamos en ti. Aleluya.
Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio.
Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor.
El Señor es la parte que me ha tocado en herencia;
mi vida está en sus manos.
R. Protege, Señor, a los que esperamos en ti. Aleluya.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
y con él a mi lado, jamás tropezaré.
R. Protege, Señor, a los que esperamos en ti. Aleluya.
Por eso se me alegra el corazón y el alma
y mi cuerpo vivirá tranquilo,
porque tú no me abandonarás a la muerte,
ni dejarás que sufra yo la corrupción.
R. Protege, Señor, a los que esperamos en ti. Aleluya.
Enséñame el camino de la vida,
sáciame de gozo en tu presencia
y de alegría perpetua junto a ti.
R. Protege, Señor, a los que esperamos en ti. Aleluya.
Sequence — optional
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado,
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la vida,
triunfante se levanta.
“¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?’’
“A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Vengan a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí verán los suyos
la gloria de la Pascua’’.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Éste es el día del triunfo del Señor,
día de júbilo y de gozo.
R. Aleluya.
Evangelio
Después de escuchar las palabras del ángel, las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: “No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán”.
Mientras las mujeres iban de camino, algunos soldados de la guardia fueron a la ciudad y dieron parte a los sumos sacerdotes de todo lo ocurrido. Éstos se reunieron con los ancianos, y juntos acordaron dar una fuerte suma de dinero a los soldados, con estas instrucciones: “Digan: ‘Durante la noche, estando nosotros dormidos, llegaron sus discípulos y se robaron el cuerpo’. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos arreglaremos con él y les evitaremos cualquier complicación”.
Ellos tomaron el dinero y actuaron conforme a las instrucciones recibidas. Esta versión de los soldados se ha ido difundiendo entre los judíos hasta el día de hoy.
Reflexión
El fragmento del Evangelio según Mateo 28, 8-15 nos conduce a un momento crucial: la resurrección de Jesús y las primeras reacciones ante este evento trascendental. En esta sección del texto, las mujeres que visitaron el sepulcro se encuentran con el Resucitado, quien les instruye compartir la buena nueva con los discípulos. Paralelamente, se narra cómo los guardias del sepulcro, testigos del milagro, son persuadidos por las autoridades para difundir una versión falsa de los hechos. Esta dualidad en la narrativa no solo revela la profundidad de la experiencia pascual, sino que también nos invita a reflexionar sobre temas de verdad, fe y testimonio en nuestro contexto actual.
Este pasaje destaca la importancia de la resurrección como piedra angular de la fe cristiana. La instrucción de Jesús a las mujeres de “ir y decir” refleja el llamado a todo creyente a ser testigo de la esperanza y la vida nueva encontradas en Cristo. Esta dimensión misionera subraya que la experiencia de encuentro con el Resucitado no es solo para ser vivida internamente, sino compartida con el mundo.
El relato muestra la tensión entre la realidad del milagro pascual y los intentos por desacreditar o silenciar este acontecimiento. La respuesta de las autoridades y su manipulación de los guardias ilustran los desafíos que enfrentaron los primeros seguidores de Jesús para proclamar su fe en un contexto de oposición y escepticismo. Esta situación resuena a través de las edades, recordándonos las dificultades inherentes a mantener la integridad del testimonio en medio de la adversidad.
En nuestro tiempo, este pasaje nos interpela a reflexionar sobre nuestra propia respuesta al llamado de ser testigos de la resurrección. Vivimos en una era caracterizada por la pluralidad de voces y la complejidad de verdades, donde el mensaje de esperanza y renovación que ofrece el Evangelio es más necesario que nunca. La invitación a “ir y decir” nos desafía a encontrar formas creativas y auténticas de comunicar la alegría y la transformación que provienen de nuestro encuentro personal con Jesús.
Además, la narrativa nos llama a ser críticos con las versiones de la realidad que se nos presentan, discerniendo entre la verdad y la manipulación. El mundo inundado de información y, a veces, de desinformación, se nos recuerda la importancia de construir nuestro testimonio sobre la base sólida de nuestra experiencia espiritual y nuestra búsqueda sincera de lo divino.
Mateo no es simplemente un relato del pasado; es una invitación vibrante a vivir y compartir nuestra fe con valentía y autenticidad. Nos impulsa a ser portavoces de la esperanza, especialmente en momentos de incertidumbre o desafío, y a testimoniar la fuerza transformadora del amor de Dios manifestado en la resurrección de Jesús. Que este mensaje de vida eterna y amor incondicional nos motive a caminar con confianza y alegría, llevando la luz de Cristo a cada rincón de nuestro mundo.
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