febrero 29, 2024 in Evangelios

Evangelio del 1 de marzo del 2024

Viernes de la II semana de Cuaresma

Lectionary: 234

Primera lectura

Gn 37, 3-4. 12-13. 17-28

Jacob amaba a José más que a todos sus demás hijos, porque lo había engendrado en la ancianidad. A él le había hecho una túnica de amplias mangas. Sus hermanos, viendo que lo amaba más que a todos ellos, llegaron a odiarlo, al grado de negarle la palabra.

Un día en que los hermanos de José llevaron a Siquem los rebaños de su padre, Jacob le dijo a José: “Tus hermanos apacientan mis rebaños en Siquem. Te voy a enviar allá”. José fue entonces en busca de sus hermanos y los encontró en Dotán. Ellos lo vieron de lejos, y antes de que se les acercara, conspiraron contra él para matarlo y se decían unos a otros: “Ahí viene ese soñador. Démosle muerte; lo arrojaremos en un pozo y diremos que una fiera lo devoró. Vamos a ver de qué le sirven sus sueños”.

Rubén oyó esto y trató de liberarlo de manos de sus hermanos, diciendo: “No le quiten la vida, ni derramen su sangre. Mejor arrójenlo en ese pozo que está en el desierto y no se manchen las manos”. Eso lo decía para salvar a José y devolverlo a su padre.

Cuando llegó José a donde estaban sus hermanos, éstos lo despojaron de su túnica y lo arrojaron a un pozo sin agua. Luego se sentaron a comer, y levantando los ojos, vieron a lo lejos una caravana de ismaelitas, que venían de Galaad, con los camellos cargados de especias, resinas, bálsamo y láudano, y se dirigían a Egipto. Judá dijo entonces a sus hermanos: “¿Qué ganamos con matar a nuestro hermano y ocultar su muerte? Vendámoslo a los ismaelitas y no mancharemos nuestras manos. Después de todo, es nuestro hermano y de nuestra misma sangre”. Y sus hermanos le hicieron caso. Sacaron a José del pozo y se lo vendieron a los mercaderes por veinticinco monedas de plata. Los mercaderes se llevaron a José a Egipto.

Salmo Responsorial

Salmo 104, 16-17. 18-19. 20-21
R. (5a) Recordemos las maravillas que hizo el Señor.
Cuando el Señor mandó el hambre sobre el país
y acabó con todas las cosechas,
ya había enviado por delante a un hombre:
a José, vendido como esclavo.
R. Recordemos las maravillas que hizo el Señor.
Le trabaron los pies con grilletes
y rodearon su cuerpo con cadenas,
hasta que se cumplió su predicción,
y Dios lo acreditó con su palabra.
R. Recordemos las maravillas que hizo el Señor.
El rey mandó que lo soltaran,
el jefe de esos pueblo lo libró,
lo nombró administrador de su casa,
y señor de todas sus posesiones.
R. Recordemos las maravillas que hizo el Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 3, 16
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único,
para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio

Mt 21, 33-43. 45-46

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: “Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego la alquiló a unos viñadores y se fue de viaje.

Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero éstos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro, y a otro más lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo.

Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: ‘A mi hijo lo respetarán’. Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: ‘Éste es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia’. Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron.

Ahora díganme: Cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores?” Ellos le respondieron: “Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo”.

Entonces Jesús les dijo: “¿No han leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra del Señor y es un prodigio admirable?

Por esta razón les digo que les será quitado a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos”.

Al oír estas palabras, los sumos sacerdotes y los fariseos comprendieron que Jesús las decía por ellos y quisieron aprehenderlo, pero tuvieron miedo a la multitud, pues era tenido por un profeta.

Reflexión

La historia de los viñadores malvados, relatada por Jesús en Mateo 21, nos obliga a confrontar la pendiente resbaladiza de dar las bendiciones por sentado. Inicialmente, el propietario muestra una generosidad increíble al establecer una viña y equiparla para el éxito. Sin embargo, los inquilinos, que se supone que son administradores, están consumidos por el derecho y la codicia. Su enfoque no está en cultivar la viña o honrar al propietario, sino en tomar posesión de ella para sí mismos.

Este descenso en espiral es lo que subraya los peligros de “no enumerar, no expresar, no abordar”. Los inquilinos no enumeran la generosidad que se les ha mostrado. No ofrecen ninguna voz de gratitud o respeto, sin hacer ningún esfuerzo por honrar su posición. Críticamente, fallan completamente en abordar la injusticia fundamental de sus acciones.

Con cada ola de sirvientes enviados por el terrateniente, los corazones de los inquilinos se endurecen aún más. En lugar de detenerse a reconsiderar, intensifican sus ofensas. Lo que comienza como el descuido del deber se transforma en una violencia impactante y, en última instancia, en un asesinato. Es una progresión impulsada por un sentido de impunidad, una convicción de que no habrá consecuencias por su comportamiento cada vez más horrendo.

La historia no se centra en la paciencia inicial del propietario, sino en el momento inevitable en que su amabilidad llega a un límite. El evidente desprecio de los inquilinos por la autoridad y su brutalidad calculada no pueden quedar sin respuesta. Hay un mensaje claro: el abuso de privilegios y la explotación deliberada de la generosidad finalmente se encontrarán con la responsabilidad.

Los principales sacerdotes y fariseos, al reconocerse a sí mismos en la historia, reaccionan con ira, pero no cambian su comportamiento. Permanecen obsesionados con silenciar al mensajero. Esto sirve como un recordatorio escalofriante: el conocimiento por sí solo no conduce a la transformación. 

El desafío que nos deja esta historia es si nosotros, a diferencia de los fariseos, tendremos el coraje de mirarnos en un espejo. Es un llamado a la acción: cambiar el enfoque de lo que creemos que nos corresponde y, en cambio, cultivar activamente un espíritu de humilde administración. Es una invitación a abrazar la responsabilidad, a producir obras que reflejen los dones que se nos han dado, y a permanecer siempre conscientes de que la verdadera propiedad no reside en nosotros, sino en la fuente de todas las cosas buenas.




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