El Papa invita a desacelerar y detenernos en Cuaresma
Sebastián Sansón Ferrari – Ciudad del Vaticano
“Del mismo modo que Israel en el desierto lleva todavía a Egipto dentro de sí ―en efecto, a menudo echa de menos el pasado y murmura contra el cielo y contra Moisés―, también hoy el pueblo de Dios lleva dentro de sí ataduras opresoras que debe decidirse a abandonar”. Esta constatación es planteada por el Papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma 2024, titulado “A través del desierto Dios nos guía a la libertad” y publicado el jueves 1 de febrero, a 13 días del inicio del tiempo litúrgico el 13 de febrero, Miércoles de Ceniza.
El Santo Padre subraya que nos damos cuenta de ello “cuando nos falta esperanza y vagamos por la vida como en un páramo desolado, sin una tierra prometida hacia la cual encaminarnos juntos”. En este sentido, recuerda que “la Cuaresma es el tiempo de gracia en el que el desierto vuelve a ser ―como anuncia el profeta Oseas― el lugar del primer amor” (cf. Os 2,16-17).
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Refiriéndose al éxodo del pueblo de Israel, el Pontífice asegura que el éxodo de la esclavitud a la libertad “no es un camino abstracto” y sostiene que “para que nuestra Cuaresma sea también concreta, el primer paso es querer ver la realidad”. Para ilustrar mejor este punto, el Obispo de Roma cita un pasaje de la Escritura, cuando en la zarza ardiente el Señor atrajo a Moisés y le habló, se reveló inmediatamente como un Dios que ve y sobre todo escucha: «Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel» (Ex 3,7-8).
“También hoy llega al cielo el grito de tantos hermanos y hermanas oprimidos. Preguntémonos: ¿nos llega también a nosotros? ¿Nos sacude? ¿Nos conmueve? Muchos factores nos alejan los unos de los otros, negando la fraternidad que nos une desde el origen”, añade.
El Sucesor de Pedro recuerda su viaje a Lampedusa, en el que ante la globalización de la indiferencia planteó dos preguntas, que son cada vez más actuales: «¿Dónde estás?» (Gn 3,9) y «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9).
“El camino cuaresmal será concreto si, al escucharlas de nuevo, confesamos que seguimos bajo el dominio del Faraón. Es un dominio que nos deja exhaustos y nos vuelve insensibles. Es un modelo de crecimiento que nos divide y nos roba el futuro; que ha contaminado la tierra, el aire y el agua, pero también las almas (…)”.
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