enero 10, 2024 in Evangelios

Lecturas del 12 de diciembre del 2024 :: Viernes de la I Semana del Tiempo ordinario

Viernes de la I Semana del Tiempo ordinario

Lectionary: 309

Primera Lectura

1 Sm 8, 4-7. 10-22

En aquellos días se reunieron todos los ancianos de Israel y fueron a Ramá a ver a Samuel y le dijeron: “Mira, tú ya eres viejo y tus hijos no siguen tus ejemplos. Danos, pues, un rey para que nos gobierne, como sucede en todos los pueblos”.

A Samuel le disgustó que le hubieran pedido un rey que los gobernara. Entonces Samuel invocó al Señor y éste le respondió: “Dale al pueblo lo que te pide, pues no es a ti a quien rechazan, sino a mí, porque no me quieren por rey”.

Samuel comunicó al pueblo, que le había pedido un rey, las palabras del Señor y dijo: “Vean cómo los tratará el rey que reine sobre ustedes: tomará a sus hijos y los hará servir en los carros y en la caballería de él y los hará correr delante de su propio carro; a algunos de ellos los pondrá al frente de mil soldados y a otros, de cincuenta; a otros los obligará a labrar y cosechar sus tierras; a otros los hará fabricar armas para la guerra y aparejos para sus carros. Tomará también a las hijas de ustedes como perfumistas, cocineras y reposteras. Les quitará a ustedes sus mejores campos, viñas y olivares, y se los dará a sus ministros. Exigirá el diezmo de lo que produzcan los sembrados y viñas de ustedes y se lo dará a sus ministros y a sus criados. Tomará a los criados y criadas de ustedes, sus mejores bueyes y asnos y los empleará en los trabajos de él. Les exigirá el diezmo de sus rebaños y ustedes mismos se convertirán en sus esclavos. Aquel día clamarán al Señor contra el rey que ustedes mismos elijan, pero el Señor no les responderá”.

El pueblo, sin embargo, se negó a escuchar las advertencias de Samuel y gritó: “No importa. Queremos tener un rey y ser también nosotros como las demás naciones. Nuestro rey nos gobernará y saldrá al frente de nosotros en nuestros combates”. Samuel oyó las palabras del pueblo y se las repitió al Señor, y el Señor le dijo: “Hazles caso y que los gobierne un rey”.

Salmo Responsorial

Salmo 88, 16-17. 18-19

R. (cf. 2a) Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Señor, feliz el pueblo que te alaba
y que a tu luz camina,
que en tu nombre se alegra a todas horas
y al que llena de orgullo tu justicia. R.
R. Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Feliz, porque eres tú su honor y fuerza
y exalta tu favor nuestro poder.
Feliz, porque el Señor es nuestro escudo
y el Santo de Israel nuestro rey. R.
R. Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Lc 7, 16

R. Aleluya, aleluya.
Un gran profeta ha surgido entre nosotros.
Dios ha visitado a su pueblo.
R. Aleluya.

Evangelio

Mc 2, 1-12

Cuando Jesús volvió a Cafarnaúm, corrió la voz de que estaba en casa, y muy pronto se aglomeró tanta gente, que ya no había sitio frente a la puerta. Mientras él enseñaba su doctrina, le quisieron presentar a un paralítico, que iban cargando entre cuatro. Pero como no podían acercarse a Jesús por la cantidad de gente, quitaron parte del techo, encima de donde estaba Jesús, y por el agujero bajaron al enfermo en una camilla.

Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te quedan perdonados”. Algunos escribas que estaban allí sentados comenzaron a pensar: “¿Por qué habla éste así? Eso es una blasfemia. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?”

Conociendo Jesús lo que estaban pensando, les dijo: “¿Por qué piensan así? ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’ o decirle: ‘Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa’? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados –le dijo al paralítico–: Yo te lo mando: levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa”.

El hombre se levantó inmediatamente, recogió su camilla y salió de allí a la vista de todos, que se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: “¡Nunca habíamos visto cosa igual!”

Reflexiones

El pasaje de Marcos 2, 1-12 nos narra el relato de la curación de un paralítico por Jesús en Cafarnaúm. Esta narrativa no solo es un testamento de la compasión y el poder sanador de Jesús, sino también una ventana hacia las profundidades de la fe y la espiritualidad en el contexto histórico y teológico del cristianismo primitivo.

El contexto de este relato se sitúa en una época donde la enfermedad era a menudo vista como un signo de pecado o de desfavor divino. Jesús, al afirmar su autoridad para perdonar pecados, no solo desafía las convenciones religiosas de su tiempo, sino que también revela un aspecto central de su misión: la restauración de la relación entre Dios y la humanidad. Este acto de sanación va más allá de la mera cura física; representa una restauración integral del individuo a nivel espiritual y social.

El episodio resalta la naturaleza dual de Jesús como sanador y portador de perdón. Su declaración de perdonar pecados es tan significativa como su poder de sanar, enfatizando su identidad divina. Aquí, vemos una manifestación concreta de la misericordia divina, una muestra palpable del amor de Dios que trasciende los límites físicos y espirituales.

Este pasaje nos habla del poder de la fe. La fe del paralítico y de aquellos que lo llevaron ante Jesús es central en el relato. Ellos creen con tal convicción en la capacidad de Jesús para sanar, que superan obstáculos físicos y sociales para llevar a su amigo ante él. Esta determinación es un poderoso recordatorio de que nuestra fe puede mover montañas y que, a menudo, es nuestro propio impulso espiritual el que nos lleva hacia la sanación y el crecimiento.

Además, podemos reflexionar sobre la comunidad y la interdependencia. La fe y la acción de los amigos del paralítico son igual de importantes que la fe del propio paralítico. Este aspecto comunitario resalta la importancia del apoyo mutuo en nuestra jornada espiritual. No estamos solos en nuestro camino hacia Dios; estamos rodeados por una comunidad de fe que nos sostiene y ayuda

El pasaje culmina con la admiración de la multitud, que glorifica a Dios por lo que han presenciado. Nos recuerda que los actos de fe y misericordia no solo tienen un impacto en los individuos directamente involucrados, sino también en la comunidad en general. A través de actos de fe y amor, somos testigos del reino de Dios manifestándose en el mundo.

En resumen, nos enseña sobre la autoridad y compasión de Jesús, el poder de la fe, la importancia de la comunidad y el impacto transformador de los actos de misericordia en el mundo. Podemos reflexionar sobre nuestra propia fe y reconocer la importancia de la comunidad y el apoyo mutuo en nuestro camino espiritual.




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