Queridos hermanos: Les anunciamos lo que ya existía desde el principio, lo que hemos oído y hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado y hemos tocado con nuestras propias manos. Nos referimos a aquel que es la Palabra de la vida.

Esta vida se ha hecho visible y nosotros la hemos visto y somos testigos de ella. Les anunciamos esta vida, que es eterna, y estaba con el Padre y se nos ha manifestado a nosotros.

Les anunciamos, pues, lo que hemos visto y oído, para que ustedes estén unidos con nosotros, y juntos estemos unidos con el Padre y su Hijo, Jesucristo. Les escribimos esto para que se alegren y su alegría sea completa.

R. (12a) Alégrense, justos, con el Señor.
Reina el Señor, alégrense la tierra;
cante de regocijo el mundo entero.
Tinieblas y nubes rodean el trono del Señor,
que se asienta en la justicia y el derecho.
R. Alégrense, justos, con el Señor.
Los montes se derriten como cera
ante el Señor de toda la tierra.
Los cielos pregonan su justicia,
su inmensa gloria ven todos los pueblos.
R. Alégrense, justos, con el Señor.
Amanece la luz para el justo
y la alegría para los rectos de corazón.
Alégrense, justos, con el Señor,
y bendigan su santo nombre.
R. Alégrense, justos, con el Señor.

R. Aleluya, aleluya.
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles.
R. Aleluya.

El primer día después del sábado, María Magdalena vino corriendo a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.

En eso, llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.

Reflexión

La Fiesta de San Juan Apóstol y Evangelista nos invita a sumergirnos en la panorámica de la tradición cristiana, celebrando a uno de los pilares del cristianismo primitivo. San Juan, conocido tanto por su cercanía íntima a Jesús como por su profundo entendimiento teológico, se distingue por ser el autor del cuarto Evangelio, tres epístolas y, según la tradición, el Apocalipsis. Su figura histórica y espiritual se entrelaza con los cimientos mismos del cristianismo, ofreciendo una visión única sobre la vida y enseñanzas de Jesús.

El Evangelio de San Juan 20:2-9 relata un episodio crucial: el descubrimiento del sepulcro vacío de Jesús. Este pasaje, cargado de significado simbólico, marca un momento decisivo en la historia de la fe cristiana. En este relato, María Magdalena corre hacia Pedro y el “otro discípulo, a quien Jesús amaba”, generalmente identificado como Juan, para informarles de que la tumba de Jesús está abierta y vacía. Este momento desencadena una serie de eventos que conducen a la comprensión de la Resurrección.

En su narración, Juan combina detalles históricos con profundos simbolismos teológicos. La carrera hacia la tumba vacía simboliza no solo la urgencia física sino también la búsqueda espiritual. La reacción de los discípulos ante el sepulcro vacío refleja las diversas respuestas humanas ante el misterio divino. Pedro, que entra primero en la tumba, representa la autoridad y la acción, mientras que el otro discípulo, que llega primero pero espera a Pedro antes de entrar, simboliza el amor y la contemplación.

El detalle de que el otro discípulo “vio y creyó” es especialmente significativo. Este acto de fe no se basa en la comprensión completa del misterio de la Resurrección, ya que el versículo 9 aclara que aún no entendían la Escritura que decía que Jesús tenía que resucitar de entre los muertos. Esto sugiere que la fe, aunque fundada en la experiencia y el testimonio, trasciende la comprensión humana completa.

La narrativa de Juan también enfatiza la importancia de la fe basada en el testimonio. La experiencia de los discípulos al ver el sepulcro vacío y las vendas por el suelo constituye una declaración  poderosa de la Resurrección. Juan, como evangelista, no solo relata eventos históricos, sino que también interpela al lector a enfrentar el misterio de la fe. Su evangelio es una invitación a entrar en el misterio pascual de Cristo, no solo como espectadores, sino como participantes activos.

En la Fiesta de San Juan Apóstol y Evangelista, somos llamados a reflexionar sobre nuestra propia respuesta al misterio de la Resurrección. El evangelio de Juan nos desafía a mirar más allá de la evidencia visible y a entrar en una relación más profunda con el Resucitado a través de la fe. La narrativa del sepulcro vacío es un recordatorio de que, en última instancia, la fe cristiana se basa en la confianza en la palabra de Dios y en la experiencia transformadora de encontrarse con Cristo resucitado.

Este pasaje nos invita a explorar diferentes dimensiones de nuestra fe, reconociendo que la verdad espiritual a menudo trasciende nuestra comprensión racional. La celebración de San Juan apóstol y evangelista nos anima a profundizar en nuestra comprensión de la Escritura y a vivir nuestra fe con un compromiso renovado y una apertura al misterio de Dios.