Lecturas del 25 de diciembre del 2023 :: La Natividad del Señor (Navidad) Misa vespertina de la vigilia
La Natividad del Señor (Navidad)
Misa vespertina de la vigilia
Lectionary: 13
Primera Lectura
Por amor a Sión no me callaré
y por amor a Jerusalén no me daré reposo,
hasta que surja en ella esplendoroso el justo
y brille su salvación como una antorcha.
Entonces las naciones verán tu justicia,
y tu gloria todos los reyes.
Te llamarán con un nombre nuevo,
pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona de gloria en la mano del Señor
y diadema real en la palma de su mano.
Ya no te llamarán “Abandonada”,
ni a tu tierra, “Desolada”;
a ti te llamarán “Mi complacencia”
y a tu tierra, “Desposada”,
porque el Señor se ha complacido en ti
y se ha desposado con tu tierra.
Como un joven se desposa con una doncella,
se desposará contigo tu hacedor;
como el esposo se alegra con la esposa,
así se alegrará tu Dios contigo.
Salmo Responsorial
R. (2a) Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
“Un juramento hice a David mi servidor,
una alianza pacté con mi elegido:
‘Consolidaré tu dinastía para siempre
y afianzaré tu trono eternamente’.
R. Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
El me podrá decir: ‘Tú eres mi padre,
el Dios que me protege y que me salva’.
Yo jamás le retiraré mi amor
ni violaré el juramento que le hice”.
R. Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Señor, feliz el pueblo que te alaba
y que a tu luz camina,
que en tu nombre se alegra a todas horas
y al que llena de orgullo tu justicia.
R. Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Segunda Lectura
Al llegar Pablo a Antioquía de Pisidia, se puso de pie en la sinagoga y haciendo una señal para que se callaran, dijo:
“Israelitas y cuantos temen a Dios, escuchen: El Dios del pueblo de Israel eligió a nuestros padres, engrandeció al pueblo cuando éste vivía como forastero en Egipto y lo sacó de allí con todo su poder. Les dio por rey a David, de quien hizo esta alabanza: He hallado a David, hijo de Jesé, hombre según mi corazón, quien realizará todos mis designios.
Del linaje de David, conforme a la promesa, Dios hizo nacer para Israel un Salvador: Jesús. Juan preparó su venida, predicando a todo el pueblo de Israel un bautismo de penitencia, y hacia el final de su vida, Juan decía: ‘Yo no soy el que ustedes piensan. Después de mí viene uno a quien no merezco desatarle las sandalias’ ”.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Mañana será destruida la maldad en la tierra
y reinará sobre nosotros el Salvador del mundo.
R. Aleluya.
Evangelio
Genealogía de Jesucristo, Hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos; Judá engendró de Tamar a Fares y a Zará; Fares a Esrom, Esrom a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró de Rajab a Booz; Booz engendró de Rut a Obed, Obed a Jesé, y Jesé al rey David.
David engendró de la mujer de Urías a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abiá, Abiá a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatam, Joatam a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías a Manasés, Manasés a Amón, Amón a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos durante el destierro en Babilonia.
Después del destierro en Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquim, Eliaquim a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquim, Aquim a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
De modo que el total de generaciones, desde Abraham hasta David, es de catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, es de catorce, y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, es de catorce.
Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.
Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros.
Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa. Y sin que él hubiera tenido relaciones con ella, María dio a luz un hijo y él le puso por nombre Jesús.
O bien:
Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.
Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros.
Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa. Y sin que él hubiera tenido relaciones con ella, María dio a luz un hijo y él le puso por nombre Jesús.
Reflexión
El pasaje de Mateo 1, 1-25, leído en la misa vespertina del 25 de diciembre, invita a una inmersión en la riqueza de su contexto y significado. Esta lectura, ubicada en el umbral de la Navidad, ofrece una ventana al misterio del nacimiento de Jesús, una figura central en nuestra tradición cristiana.
Este pasaje se sitúa en una época de profunda expectación mesiánica. El linaje de Jesús, trazado hasta David y Abraham, no es solo un detalle genealógico, sino una afirmación de su inserción en la historia y las promesas hechas a Israel. Este linaje confirma las expectativas de un Mesías que restauraría el reino y la gloria pasados. Sin embargo, la manera en que se presenta este nacimiento rompe con las expectativas tradicionales. En vez de un escenario de poder y majestuosidad, encontramos humildad y sencillez, marcando un cambio paradigmático en la comprensión de lo divino y su manifestación en el mundo.
El relato de Mateo presenta varios matices significativos. Primero, la concepción virginal de Jesús, un tema de profundo simbolismo, alude a la iniciativa puramente divina en el acto de la Encarnación. La intervención de Dios en la historia humana, representada en este nacimiento, señala un nuevo comienzo, una nueva creación. Este evento no solo es un cumplimiento de las profecías judías, sino también una invitación a entender a Dios y su relación con la humanidad de una manera renovada.
Este pasaje invita a una reflexión personal y comunitaria. La llegada de Jesús, descrita en términos humildes y cotidianos, sugiere que lo divino se encuentra en lo ordinario de nuestras vidas. Este evento desafía – o mejor dicho, interpela – a los creyentes a reconocer la presencia de lo sagrado en medio de lo mundano. La historia de José, quien acepta su papel en este misterio a pesar de sus dudas y temores, es un modelo de fe y confianza en la voluntad divina. Su disposición para aceptar lo inesperado y transformador puede ser una fuente de inspiración para quienes enfrentan sus propias pruebas y buscan la dirección divina.
En última instancia, este pasaje nos llama a un examen interno sobre cómo acogemos lo divino en nuestras vidas. ¿Estamos abiertos a lo inesperado de Dios? ¿Cómo respondemos a los llamados que retan nuestras expectativas y comprensiones? La historia de la Natividad, con su mezcla de humanidad y divinidad, ofrece un modelo de cómo la fe puede transformar la comprensión y la experiencia de nuestra realidad.
Mateo no solo narra el nacimiento de Jesús, sino que también despliega un tapiz de significados históricos y teológicos. Este relato nos impulsa a reflexionar sobre la presencia de lo divino en lo cotidiano, la importancia de la fe frente a los retos, y el poder transformador de una apertura genuina a lo trascendente. Este pasaje se convierte en una oportunidad para profundizar en nuestra comprensión y relación con lo divino, encontrando en esta historia una fuente de inspiración y guía en nuestro propio viaje espiritual.
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