diciembre 20, 2023 in Evangelios

Lecturas del 25 de diciembre del 2023 :: La Natividad del Señor (Navidad) Misa del día

La Natividad del Señor (Navidad)
Misa del día

Lectionary: 16

Primera Lectura

Is 52, 7-10

¡Qué hermoso es ver correr sobre los montes
al mensajero que anuncia la paz,
al mensajero que trae la buena nueva,
que pregona la salvación,
que dice a Sión: “Tu Dios es rey”!

Escucha: Tus centinelas alzan la voz
y todos a una gritan alborozados,
porque ven con sus propios ojos al Señor,
que retorna a Sión.

Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén,
porque el Señor rescata a su pueblo, consuela a Jerusalén.
Descubre el Señor su santo brazo
a la vista de todas las naciones.
Verá la tierra entera
la salvación que viene de nuestro Dios.

Salmo Responsorial

Sal 97, 1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6.

R. (3cd) Toda la tierra ha visto al Salvador.
Cantemos al Señor un canto nuevo,
pues ha hecho maravillas.
Su diestra y su santo brazo
le han dado la victoria.
R. Toda la tierra ha visto al Salvador.
El Señor ha dado a conocer su victoria,
y ha revelado a las naciones su justicia.
Una vez más ha demostrado Dios
su amor y su lealtad hacia Israel.
R. Toda la tierra ha visto al Salvador.
La tierra entera ha contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Que todos los pueblos y naciones
aclamen con júbilo al Señor.
R. Toda la tierra ha visto al Salvador.
Cantemos al Señor al son del arpa,
suenen los instrumentos.
Aclamemos al son de los clarines
al Señor, nuestro rey.
R. Toda la tierra ha visto al Salvador.

Segunda Lectura

Hb 1, 1-6

En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros padres, por boca de los profetas. Ahora, en estos tiempos, nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por medio del cual hizo el universo.

El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la imagen fiel de su ser y el sostén de todas las cosas con su palabra poderosa. Él mismo, después de efectuar la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la majestad de Dios, en las alturas, tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más excelso es el nombre que, como herencia, le corresponde.

Porque ¿a cuál de los ángeles le dijo Dios: Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy? ¿O de qué ángel dijo Dios: Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo? Además, en otro pasaje, cuando introduce en el mundo a su primogénito, dice: Adórenlo todos los ángeles de Dios.

Aclamación antes del Evangelio

R. Aleluya, aleluya.
Un día sagrado ha brillado para nosotros.
Vengan naciones, y adoren al Señor,
porque hoy ha descendido una gran luz sobre la tierra.
R. Aleluya.

Evangelio

Jn 1, 1-18 o 1, 1-5. 9-14

En el principio ya existía aquel que es la Palabra,
y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios.
Ya en el principio él estaba con Dios.
Todas las cosas vinieron a la existencia por él
y sin él nada empezó de cuanto existe.
Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas
y las tinieblas no la recibieron.

Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él.
Él no era la luz, sino testigo de la luz.

Aquel que es la Palabra era la luz verdadera,
que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
En el mundo estaba;
el mundo había sido hecho por él
y, sin embargo, el mundo no lo conoció.

Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron;
pero a todos los que lo recibieron
les concedió poder llegar a ser hijos de Dios,
a los que creen en su nombre,
los cuales no nacieron de la sangre,
ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre,
sino que nacieron de Dios.

Y aquel que es la Palabra se hizo hombre
y habitó entre nosotros.
Hemos visto su gloria,
gloria que le corresponde como a unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad.

Juan el Bautista dio testimonio de él, clamando:
“A éste me refería cuando dije:
‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí,
porque ya existía antes que yo’ ”.

De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia.
Porque la ley fue dada por medio de Moisés,
mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás.
El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre,
es quien lo ha revelado.

O bien:

1, 1-5. 9-14

En el principio ya existía aquel que es la Palabra,
y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios.
Ya en el principio él estaba con Dios.
Todas las cosas vinieron a la existencia por él
y sin él nada empezó de cuanto existe.
Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas
y las tinieblas no la recibieron.

Aquel que es la Palabra era la luz verdadera,
que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
En el mundo estaba;
el mundo había sido hecho por él
y, sin embargo, el mundo no lo conoció.

Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron;
pero a todos los que lo recibieron
les concedió poder llegar a ser hijos de Dios,
a los que creen en su nombre,
los cuales no nacieron de la sangre,
ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre,
sino que nacieron de Dios.

Y aquel que es la Palabra se hizo hombre
y habitó entre nosotros.
Hemos visto su gloria,
gloria que le corresponde como a unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad.

Reflexión

El prólogo de Juan se sitúa en un contexto donde las ideas filosóficas y religiosas del judaísmo y el helenismo se entrecruzaban. La afirmación de que “el Verbo se hizo carne” se presenta como una revelación que trasciende las expectativas culturales y religiosas de la época. En lugar de un Mesías guerrero o un líder político, el Evangelio nos presenta a un Dios que se hace completamente humano, integrándose en la historia de la humanidad.

El texto de Juan es un tesoro de reflexiones sobre la naturaleza de Cristo. La identificación de Jesús como el “Verbo” (o Logos) sugiere no solo su preexistencia sino también su participación activa en la creación y el sostenimiento del universo. La Encarnación, el Verbo hecho carne, subraya la unión inseparable entre Dios y la humanidad. Este misterio va más allá de la comprensión humana, confrontando nuestras nociones convencionales sobre lo divino.

Nos invita a una profunda  meditación sobre nuestra relación con Dios. La Encarnación no es solo un evento histórico o teológico; es una invitación a experimentar a Dios de manera personal y transformadora. La luz de Cristo, que “alumbra a todo hombre”, nos llama a reconocer su presencia en nuestras vidas y a responder a su amor con fe y compromiso.

El concepto de “gracia sobre gracia” mencionado en el prólogo también ofrece una rica veta para la contemplación espiritual. Esta idea sugiere una abundancia de dones divinos disponibles para la humanidad a través de Jesucristo. La gracia de Dios, libremente dada, es una fuente de consuelo y esperanza, especialmente en momentos de pruebas personales y colectivas.

Además, Juan nos incita  a reconsiderar nuestras ideas preconcebidas sobre Dios y la religión. La afirmación de que Jesús vino a “los suyos, y los suyos no le recibieron” nos recuerda que a menudo resistimos lo divino cuando se presenta de maneras inesperadas. Esta resistencia puede ser una oportunidad para un autoexamen sobre cómo acogemos o rechazamos la presencia de Dios en nuestras vidas.

En conclusión, el prólogo de Juan, en su rica simbiosis, nos ofrece una profunda reflexión sobre la Encarnación. Nos invita a maravillarnos ante el misterio de un Dios que se hace humano y a abrir nuestros corazones a la transformación que esta verdad puede traer a nuestras vidas. En la Misa del día de Navidad, este pasaje nos alienta a buscar una relación más profunda y personal con Jesucristo, el Verbo hecho carne, que ilumina nuestro camino hacia Dios.

 

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