Escuchen lo que el Señor hace oír
hasta el último rincón de la tierra:

“Digan a la hija de Sión: Mira que ya llega tu salvación.
El premio de su victoria le acompaña y su recompensa le precede.
Tus hijos serán llamados ‘Pueblo santo’, ‘Redimidos del Señor’,
y a ti te llamarán ‘Ciudad deseada, Ciudad no abandonada’ ”.

R. Reina el Señor, alégrese la tierra.
Reina el Señor, alégrese la tierra;
cante de regocijo el mundo entero.
Los cielos pregonan su justicia,
su inmensa gloria ven todos los pueblos.
R. Reina el Señor, alégrese la tierra.
Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alégrense, justos, con el Señor,
y bendigan su santo nombre.
R. Reina el Señor, alégrese la tierra.

Hermano: Al manifestarse la bondad de Dios, nuestro salvador, y su amor a los hombres, él nos salvó, no porque nosotros hubiéramos hecho algo digno de merecerlo, sino por su misericordia. Lo hizo mediante el bautismo, que nos regenera y nos renueva, por la acción del Espíritu Santo, a quien Dios derramó abundantemente sobre nosotros, por Cristo, nuestro salvador. Así, justificados por su gracia, nos convertiremos en herederos, cuando se realice la esperanza de la vida eterna.

R. Aleluya, aleluya.
Gloria a Dios en las alturas
y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.
R. Aleluya.

Cuando los ángeles los dejaron para volver al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: “Vayamos hasta Belén, para ver eso que el Señor nos ha anunciado”.

Se fueron, pues, a toda prisa y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño, y cuantos los oían quedaban maravillados.

María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.

Reflexión

En este segmento del relato, los pastores, tras el anuncio angelical, deciden ir a Belén para ver por sí mismos lo que ha sucedido. Históricamente, esta decisión de los pastores refleja un acto de fe y curiosidad en un contexto social donde ellos eran considerados marginales. Su prontitud para actuar, dejando sus rebaños, subraya la importancia del evento. En la cultura de la época, los pastores no eran vistos con gran estima; sin embargo, son ellos los primeros testigos del nacimiento de Jesús. Esto sugiere un cambio en la percepción de quiénes son dignos de recibir y proclamar noticias divinas, retando  las estructuras sociales establecidas.

Lucas enfatiza la humanidad de Jesús. El Mesías esperado no nace en un palacio, sino en un lugar humilde, accesible a personas como los pastores. Este hecho es teológicamente significativo porque marca el inicio de la vida terrenal de Jesús de una manera que es coherente con su misión de acercar lo divino a lo humano, lo celestial a lo terrenal. La elección de los pastores como primeros testigos también es simbólica, demostrando que el mensaje de salvación está abierto a todos, independientemente de su estatus social.

Lla reacción de los pastores a la noticia del nacimiento de Jesús y su encuentro con él, ofrece una poderosa lección. Tras confirmar el anuncio angelical, los pastores regresan glorificando y alabando a Dios. Esta respuesta refleja una profunda transformación interior, un modelo para la reflexión personal y la acción espiritual. La experiencia de los pastores nos invita a considerar cómo respondemos a los momentos en que percibimos la presencia y la obra de Dios en nuestras vidas. ¿Nos movemos hacia una mayor expresión de fe y alabanza?

La narrativa también invita a los creyentes a considerar cómo las revelaciones divinas pueden surgir en los momentos y lugares más inesperados. La fe de los pastores y su pronta respuesta a la noticia del nacimiento de Jesús interpelan nuestras propias actitudes hacia las revelaciones divinas. ¿Estamos dispuestos a buscar y reconocer a Dios en los aspectos aparentemente ordinarios de nuestras vidas?

Reflexionemos sobre la importancia de la humildad, la fe y la alabanza en nuestra relación con lo divino. La historia de los pastores es un recordatorio de que lo sagrado a menudo se revela en lo cotidiano y lo marginal, y que nuestra respuesta a estos momentos puede profundizar nuestra experiencia espiritual. En la Misa de la Aurora, este pasaje nos alienta a acoger el mensaje de la Navidad con un corazón abierto y dispuesto a ser transformado por la gracia de Dios.