La época navideña es, para muchas familias católicas, un momento muy especial para reencontrarse, reafirmar sus lazos y poner en práctica valores humanos y cristianos fundamentales.

Las fiestas de Navidad y Año Nuevo concentran rituales, costumbres y tradiciones muy arraigadas que buscan fomentar el amor familiar y fraternal. Se generan espacios de convivencia más prolongados que el ritmo normal del año no permite, favoreciendo la comunicación cara a cara, el diálogo reposado y la expresión de los afectos.

Los preparativos de las cenas y comidas navideñas, la decoración hogareña con motivos representativos como el Nacimiento del Niño Jesús o el árbol de Navidad, son ejemplos de prácticas que contribuyen a un clima de armonía, cooperación, alegría y fe.

Priorizar los encuentros con personas significativas con las cuales no tenemos contacto frecuente -como parientes mayores, tíos, primos-, también es algo que impregna estas fechas. Estas relaciones son pilares de nuestra historia personal y familiar, y la Navidad crea un contexto proclive para celebrarlos.

La época también invita a la reconciliación fraterna y a dejar de lado rencores y pugnas. El cristiano está llamado a manifestar paz, perdón, y voluntad de restaurar vínculos. Los sufrimientos y carencias de otros miembros de la comunidad -cercanos o lejanos- adquieren mayor relieve, por lo que se multiplican los esfuerzos solidarios y las campañas de ayuda y servicio.

Las fiestas navideñas son propicias para poner de manifiesto el valor de la generosidad y la compasión. Tanto en el seno de las familias, como en la relación con el prójimo más necesitado. Esto recrea los pilares de la fraternidad humana y cristiana.

En lo espiritual, las tradiciones devocionales como el pesebre, la novena navideña y la Misa del Gallo cobran especial preeminencia para recordar y celebrar el nacimiento de El Salvador. Momentos de oración, reflexión y exploración en común de las ricas enseñanzas evangélicas de la Nochebuena tienen a llenar estas fechas.

La Navidad es la oportunidad por excelencia de volver sobre el verdadero espíritu que debe mover al cristiano y a la familia como iglesia doméstica o pequeña. Jesús privilegió siempre las relaciones humanas sobre las leyes, las conductas o las pertenencias materiales. En las tradiciones navideñas hay una invitación a poner en el centro de nuevo estos lazos, interactuando con generosidad, afecto y apertura hacia los otros.