noviembre 29, 2023 in Evangelios

Lecturas del 7 de diciembre del 2023

Memoria de San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia

Lectionary: 178

Primera lectura

Is 26, 1-6
Aquel día se cantará este canto en el país de Judá:
“Tenemos una ciudad fuerte;
ha puesto el Señor, para salvarla,
murallas y baluartes.
Abran las puertas para que entre el pueblo justo,
el que se mantiene fiel,
el de ánimo firme para conservar la paz,
porque en ti confió.
Confíen siempre en el Señor,
porque el Señor es nuestra fortaleza para siempre;
porque él doblegó a los que habitaban en la altura;
a la ciudad excelsa la humilló,
la humilló hasta el suelo,
la arrojó hasta el polvo
donde la pisan los pies, los pies
de los humildes,
los pasos de los pobres”.

Salmo Responsorial

Sal 117, 1. 8-9. 19-21. 25-27a.
R.(26a) Bendito el que viene en nombre del Señor.
Te damos gracias, Señor, porque eres bueno,
porque tu misericordia es eterna.
Más vale refugiarse en el Señor
que poner en los hombres la confianza;
más vale refugiarse en el Señor,
que buscar con los fuertes una alianza.
R. Bendito el que viene en nombre del Señor.
Ábranme las puertas del templo,
que quiero entrar a dar gracias a Dios.
Ésta es la puerta del Señor
y por ella entrarán los que le viven fieles.
Te doy gracias, Señor, pues me escuchaste
y fuiste para mí la salvación.
R. Bendito el que viene en nombre del Señor.
Libéranos, Señor, y danos tu victoria.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Que Dios desde su templo nos bendiga.
Que el Señor, nuestro Dios, nos ilumine.
R. Bendito el que viene en nombre del Señor.

Aclamación antes del Evangelio

R. Aleluya, aleluya.
Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar,
invóquenlo mientras está cerca.
R. Aleluya.

Evangelio

Mt 7, 21. 24-27

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No todo el que me diga: ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los cielos.

El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente, que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida sobre roca.

El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre imprudente, que edificó su casa sobre arena. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos, dieron contra aquella casa y la arrasaron completamente”.

Reflexión

Hoy celebramos la memoria de san Ambrosio, obispo de Milán y doctor de la Iglesia del siglo IV, conocido por su elocuencia, por su defensa de la ortodoxia católica y por su profunda influencia en san Agustín en su conversión al cristianismo.

En el pasaje de hoy basado en el fragmento de Mt 7, 21. 24-27, donde  Jesús nos exhorta a poner en práctica sus enseñanzas, no quedarnos solo en una adhesión externa o nominal. Comparando a quien las cumple con una casa edificada sobre roca, y a quien no con una construida sobre arena, subraya la importancia de encarnar con obras, actitudes y compromisos reales, los valores del Reino.

Jesús nos dice que es más importante poner en práctica sus enseñanzas que simplemente estar de acuerdo con ellas o conocerlas bien. Mucha gente dice que cree en Jesús, pero después no vive cada día como Él nos pidió.

Por ejemplo, algunos van a misa, pero luego no ayudan al prójimo. Otros dicen que hay que perdonar, pero guardan rencor en su corazón contra alguna persona. Es como si su fe fuera algo muerto o sin vida real, porque no se ve en sus actitudes y acciones diarias.

Jesús comparó a quien sí cumple su palabra con una casa construida sobre roca firme. En cambio, al que solo dice creer, pero en realidad no le importa obedecerlo, es como una casa hecha sobre arena, que se derrumba fácilmente.

Por eso, más importante que mucho rezar o decir “Señor, Señor”, es poner por obra eso que decimos creer. Amar al prójimo, perdonar de corazón, buscar la justicia, ayudar al necesitado. Así demostramos que Jesús es realmente el Señor y centro de nuestra vida.

No basta con reconocer la autoridad de Cristo llamándolo “Señor, Señor”. Es necesaria una identificación vital con Él, siguiendo sus huellas, cargando la propia cruz en pos de Jesús. Esto permite edificar sobre sólida roca, no sobre arena movediza.

Jesús enfatiza así la absoluta seriedad con la que debemos tomar sus palabras y ponerlas en práctica. No se trata de bellas enseñanzas éticas, entre otras, sino del camino único y excluyente de acceso al Reino de los Cielos predicado por el Hijo de Dios.

De ahí la radicalidad de la advertencia: quien no encarna activamente ese Reino en obras se arriesga a la ruina espiritual total, simbolizada en la casa arrasada por estar construida sobre arena. No hay término medio entre roca y arena: o estamos con Cristo o contra Él, edificando o destruyendo en lo cotidiano.

Las palabras reflejan la preocupación de Jesús porque sus discípulos encarnaran concretamente, con toda la vida, el Reino anunciado. No una práctica religiosa superficial de mera apariencia piadosa o ritualista. La coherencia entre credos y hechos era un énfasis característico de la predicación del Maestro.

Hoy, cuando crece en muchos un cierto agnosticismo práctico, donde se reconoce a Jesús formalmente, pero no se asumen a fondo sus exigencias, el pasaje es un llamado a revisar la solidez de los cimientos de nuestro edificio espiritual.

¿Hasta qué punto cuidamos la correspondencia entre lo que decimos creer y nuestros criterios y modo de vida? Un discernimiento y conversión sinceros son a veces necesarios para construir sobre roca, no sobre arena. De este modo, las tormentas de la vida no abatirán nuestra casa interior edificada en el Señor.

Cristo nos convoca a una decisión constante, radical, sin vuelta atrás, de seguirlo como camino, verdad y vida. No valen tibiezas, dudas paralizantes, dobles mensajes. O se está con Él o se está contra Él. ¿Qué respuesta concreta, encarnada, estamos dando a esa llamada suya a ser luz, sal y fermento en medio de la realidad que nos toca vivir?




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