noviembre 29, 2023 in Evangelios

Lecturas del 6 de diciembre del 2023

Miércoles de la primera semana de Adviento

Lectionary: 177

Primera lectura

Is 25, 6-10
En aquel día, el Señor del universo
preparará sobre este monte
un festín con platillos suculentos
para todos los pueblos;
un banquete con vinos exquisitos
y manjares sustanciosos.
Él arrancará en este monte
el velo que cubre el rostro de todos los pueblos,
el paño que oscurece a todas las naciones.
Destruirá la muerte para siempre;
el Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros
y borrará de toda la tierra la afrenta de su pueblo.
Así lo ha dicho el Señor.En aquel día se dirá:
“Aquí está nuestro Dios,
de quien esperábamos que nos salvara.
Alegrémonos y gocemos con la salvación que nos trae,
porque la mano del Señor reposará en este monte”.

Salmo Responsorial

Sal 22, 1-3a. 3b. 4.5.6.
R. (6cd) Habitaré en la casa del Señor toda la vida.
El Señor es mi pastor, nada me falta;
en verdes praderas me hace reposar
y hacia fuentes tranquilas me conduce
para repara mis fuerzas.
R. Habitaré en la casa del Señor toda la vida.
Por ser un Dios fiel a sus promesas,
me guía por el sendero recto;
así, aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú estás conmigo.
Tu vara y tu cayado me dan seguridad.
R. Habitaré en la casa del Señor toda la vida.
Tú mismo me preparas la mesa,
a despecho de mis adversarios;
me unges la cabeza con perfume
y llenas mi copa hasta los bordes.
R. Habitaré en la casa del Señor toda la vida.
Tu bondad y tu misericordia me acompañarán
todos los días de mi vida;
y viviré en la casa del Señor
por años sin término..
R. Habitaré en la casa del Señor toda la vida.

Aclamación antes del Evangelio

R. Aleluya, aleluya.
Ya viene el Señor para salvar a su pueblo.
Dichosos los que estén preparados para salir a su encuentro.
R. Aleluya.

Evangelio

Mt 15, 29-37

En aquel tiempo, llegó Jesús a la orilla del mar de Galilea, subió al monte y se sentó. Acudió a él mucha gente, que llevaba consigo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros enfermos. Los tendieron a sus pies y él los curó. La gente se llenó de admiración, al ver que los lisiados estaban curados, que los ciegos veían, que los mudos hablaban y los tullidos caminaban; por lo que glorificaron al Dios de Israel.

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da lástima esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque pueden desmayarse en el camino”. Los discípulos le preguntaron: “¿Dónde vamos a conseguir, en este lugar despoblado, panes suficientes para saciar a tal muchedumbre?” Jesús les preguntó: “¿Cuántos panes tienen?” Ellos contestaron: “Siete, y unos cuantos pescados”.

Después de ordenar a la gente que se sentara en el suelo, Jesús tomó los siete panes y los pescados, y habiendo dado gracias a Dios, los partió y los fue entregando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y llenaron siete canastos con los pedazos que habían sobrado.

Reflexión

El pasaje de Mateo 15, 29-37 sobre la multiplicación de los panes y los peces es un milagro, es revelador de la identidad divina de Jesús como Hijo de Dios. Su poder sobre la naturaleza, transformando pocos panes y peces en alimento abundante para miles, manifiesta que él es el Mesías prometido, el esperado por Israel. Jesús había realizado anteriormente señales similares (la multiplicación de los panes narrada en Mateo 14), pero aquí adquiere mayor realce cristológico al estar enmarcado en una serie de curaciones milagrosas.

Después de sanar a gran número de enfermos, Jesús realiza el signo culminante de multiplicar panes y peces en cantidad imposible de conseguir humanamente en aquel paraje solitario. Queda de manifiesto que el poder salvífico de Cristo alcanza las necesidades materiales del hombre, no sólo las espirituales. Se configura así como el Mesías total que sacia el hambre del ser humano.

El pasaje permite vislumbrar rasgos de la vida itinerante de Jesús en su ministerio galileo. Recorría aldeas y caminos anunciando el Reino, acompañado a veces por grandes multitudes que lo seguían días enteros para ver sus milagros y escuchar su palabra liberadora.

El texto refleja además la mentalidad y las condiciones socioeconómicas de las gentes sencillas que seguían al Maestro. Por su precaria subsistencia, la obtención diaria del sustento era su preocupación primordial. De ahí la petición final de los discípulos, preocupados porque la gente no desfalleciera de hambre en el camino a sus aldeas.

Jesús se conmueve ante esa necesidad y recurre a su poder divino para suplirla de manera sobreabundante. No solo alimenta, sino que sacia plenamente, en señal profética, de los banquetes mesiánicos donde se daría el pan verdadero bajado del cielo (Juan 6).

En nuestros días, el pasaje cobra también honda actualidad en varios sentidos. Por un lado, la humanidad padece aún el flagelo del hambre para millones de personas, hecho intolerable, teniendo recursos para erradicarlo. El texto interpela a la solidaridad y a la justa distribución en bien de los más necesitados.

Además, en medio del materialismo, consumismo y activismo imperantes, no pocos experimentan un “hambre de sentido”, un vacío espiritual que anhela saciarse. Ante ellos, Jesús se presenta como respuesta, como Aquel que puede colmar las sedientas búsquedas humanas de plenitud.

Asimismo, en una cultura fragmentada donde impera el individualismo, el pasaje recuerda la importancia de la comunidad, el compartir fraterno alrededor de una misma mesa. Jesús reunía en torno suyo a multitudes hambrientas de pan y de vida eterna, anticipo de la comunidad eclesial llamada a ser sostenida con el pan eucarístico.

Más allá de su contexto original, este relato evangélico sigue alumbrando e interpelando nuestra realidad personal y social contemporánea desde la riqueza insondable del misterio de Jesucristo.




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