Lecturas del 1 diciembre del 2023
TEMPORAS PENITENCIALES
Del libro de Joel 2, 12-18
Esto dice el Señor: “Todavía es tiempo. Vuélvanse a mí de todo corazón, con ayunos, con lágrimas y llanto; enluten su corazón y no sus vestidos.
Vuélvanse al Señor Dios nuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento de cólera, rico en clemencia y se conmueve ante la desgracia.
Quizá se arrepienta, se compadezca de nosotros y nos deje una bendición que haga posibles las ofrendas y libaciones al Señor, nuestro Dios.
Toquen la trompeta en Sión, promulguen un ayuno, convoquen la asamblea, reúnan al pueblo, santifiquen la reunión, junten a los ancianos, convoquen a los niños, aun a los niños de pecho. Que el recién casado deje su alcoba y su tálamo la recién casada.
Entre el vestíbulo y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, diciendo: “Perdona, Señor, perdona a tu pueblo, No entregues tu heredad a la burla de las naciones. Que no digan los paganos: ¿Dónde está el Dios de Israel?”.
Y el Señor se llenó de celo por su tierra y tuvo piedad de su pueblo.
o bien
De la carta del apóstol San Pablo a los Romanos 6, 2-14
Hermanos: Quienes hemos muerto al pecado, ¿Cómo vamos a seguir viviendo en él? Todos los que hemos sido incorporados a Cristo Jesús por medio del bautismo, hemos sido incorporados con él en su muerte, para que, así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria de Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva. Porque, si hemos estado íntimamente unidos a él, por una muerte semejante a la suya, también lo estaremos en su resurrección. Sabemos que nuestro viejo yo fue crucificado con Cristo, para que el cuerpo del pecado quedara destruido, a fin de que ya sirvamos al pecado, pues el que ha muerto queda libre de pecado.
Por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo , una vez resucitado de entre los muertos, ya nunca morirá. La muerte ya no tiene dominio sobre él, porque al morir, murió al pecado de una vez para siempre; y al resucitar, vive ahora para Dios. Lo mismo ustedes considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
No dejen que el pecado domine su cuerpo mortal y los obligue a seguir sus malas inclinaciones; no pongan sus miembros al servicio del pecado, como instrumentos de maldad. Por el contrario, pónganse al servicio de Dios, puesto que habiendo estado muertos, él les ha dado la vida; pongan también sus miembros a su servicio, como instrumentos de santidad.
El pecado ya no volverá a dominarnos, pies viven ustedes bajo el régimen de la ley, sino bajo el régimen de la gracia.
Salmo responsorial salmo 50, 3-4. 5-6a. 12-13. 14y 17
R/ Misericordia, Señor, hemos pecado.
Señor, apiádate de mí,
por tu misericordia inmensa,
y por tu compasión sin límites
olvida mis ofensas;
lávame más y más de mis delitos
y borra de mi culpa toda huella.
R/ Misericordia, Señor, hemos pecado
Pues mi maldad conozco,
cargo siempre mi culpa en la conciencia.
A ti, Señor, a ti fue al que ofendí,
al cometer el mal, que tú detestas.
R/ Misericordia, Señor, hemos pecado.
De tu perdón el júbilo devuélveme
y un generoso espíritu disponme;
abre, Señor mi labios
y tu alabanza cantará mi boca.
R/ Misericordia, Señor, hemos pecado.
Del Santo Evangelio según San Lucas 7, 36-50
En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús fue a la casa del fariseo y se sentó en la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo, tomó consigo un frasco de alabastro con perfume, fue y se puso detrás de Jesús y comenzó a llorar, y con sus lágrimas bañaba sus pies; los enjuagó con su cabellera, los besó y los ungió con perfume.
Viendo esto el fariseo que lo había invitado comenzó a pensar: “Si este hombre fuera profeta, sabría que clase de mujer es la que está tocando; sabría que es una pecadora“.
Entonces Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte“. El fariseo contestó: “Dímelo, Maestro“. Él le dijo: “Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro, cincuenta. Cómo no tenían con qué pagarle, le perdonó la deuda a los dos.
¿Cuál de ellos lo amará más?“ Simón le respondió “Supongo que aquel a quien le perdonó más“.
Entonces Jesús le dijo: “Has juzgado bien“. Luego, señalando a la mujer , dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Entré a tu casa y tú no le ofreciste agua para los pies, mientras que ella me los ha bañado con sus lágrimas y me los ha enjuagado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besar mis pies. Tú no ungiste con aceite mi cabeza, ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por lo cual, yo te digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho. En cambio, al que poco se le perdona, poca ama.
Luego dijo a la mujer: “Tus pecados te han quedado perdonados“.
Los invitados empezaron a preguntarse a sí mismos: “¿Quién es este que hasta los pecados perdona?“ Jesús le dijo a la mujer: “Tu fe ha salvado; vete en paz“.
Palabra del Señor
Reflexión
El pasaje de Lucas 7:36-50 nos relata un encuentro conmovedor y revelador entre Jesús y una mujer considerada pecadora en la casa de un fariseo. Este episodio destaca dos temas centrales del mensaje de Jesús: la compasión incondicional y el poder transformador del perdón.
Cuando Jesús acepta la invitación a comer en la casa del fariseo, se presenta una oportunidad única de enseñanza tanto para el anfitrión como para los invitados. La llegada de una mujer conocida en la ciudad por su vida de pecado añade una dimensión dramática a la escena. Su acto de derramar perfume sobre los pies de Jesús, lavarlos con sus lágrimas y secarlos con su cabello, es un gesto de humildad profunda y arrepentimiento sincero.
La reacción del fariseo revela una actitud de juicio y condena. Al cuestionar internamente la legitimidad profética de Jesús por permitir que la mujer lo toque, el fariseo muestra su falta de comprensión de la verdadera naturaleza de la misericordia y el amor divinos. En contraste, la actitud de la mujer encarna un arrepentimiento genuino y una búsqueda de redención.
Jesús responde con una parábola sobre dos deudores, ilustrando el valor del perdón y cómo este influye en el amor que se muestra a cambio. A través de esta enseñanza, Jesús no solo reafirma el valor del perdón generoso, sino que también destaca la superficialidad del juicio humano basado en la apariencia y la reputación.
Al elogiar las acciones de la mujer y compararlas con la falta de hospitalidad del fariseo, Jesús pone de manifiesto la ironía de la situación: la persona considerada pecadora muestra más amor y gratitud que el anfitrión religioso y respetable. Jesús enfatiza que los pecados de la mujer son perdonados no porque compró su gracia con acciones, sino porque sus acciones son un reflejo de su gran amor y fe.
Esta narración nos enseña sobre la naturaleza inclusiva y misericordiosa del amor de Dios. Jesús acoge a quienes son rechazados y marginados, ofreciendo perdón y salvación a todos los que se acercan a Él con corazones arrepentidos. La historia desafía los prejuicios y las normas sociales, recordándonos que los juicios de Dios no se basan en las etiquetas y estatus sociales, sino en la sinceridad del corazón.
En conclusión, el encuentro en la casa del fariseo es un poderoso recordatorio de la gracia redentora y del amor inclusivo que son fundamentales en el ministerio de Jesús. Nos anima a mirar más allá de las apariencias, a practicar la compasión y a reconocer la capacidad del perdón para transformar vidas. Este pasaje nos invita a reflexionar sobre nuestras propias actitudes hacia el juicio y el perdón, y a buscar vivir con la misma gracia y amor que Jesús demostró en su encuentro con la mujer pecadora.
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