El Papa Francisco nos dice: “Es evangelizando como somos evangelizados”
El Papa en su catequesis de hoy habla del testimonio de la Sierva de Dios francesa Madeleine Delbrêl. Desde la periferia, en un barrio obrero de París, ella pudo experimentar que “es evangelizando como somos evangelizados”.
Patricia Ynestroza – Ciudad del Vaticano
El Papa en su catequesis presenta el testimonio de la Sierva de Dios francesa Madeleine Delbrêl. El Señor nos haga redescubrir también a nosotros, como a Madeleine, que la fe es «un tesoro extraordinario y extraordinariamente gratuito» para llevar a las calles del mundo. Esta Sierva de Dios nos enseña que los ambientes secularizados también nos ayudan a convertirnos y a fortalecer nuestra fe. No olvidemos que la vida en Cristo, dijo el Papa, es “un tesoro extraordinario y extraordinariamente gratuito”, que estamos llamados a compartir con todos.
Entre los muchos testigos de la pasión por el anuncio del Evangelio, esta mañana Francisco presentó en su catequesis la figura de una mujer francesa del siglo XX, la Sierva de Dios Madeleine Delbrêl. Nacida en 1904 y fallecida en 1964, fue asistente social, escritora y mística, y vivió durante más de treinta años en la periferia pobre y obrera de París.
Evangelizando es como somos evangelizados
“Deslumbrada por el encuentro con el Señor, escribió: «Una vez que hemos conocido la palabra de Dios, no tenemos derecho de no recibirla; una vez recibida no tenemos derecho de no dejar que se encarne en nosotros, una vez encarnada en nosotros no tenemos derecho de tenerla para nosotros: desde ese momento pertenecemos a aquellos que la esperan» (La santidad de la gente común, Milán 2020, 71)”.
Hablando de la historia de la Sierva de Dios, el Papa recordó que vivió una adolescencia en el agnosticismo hasta que encontró al Señor a los 20 años, tocada por el testimonio de algunos amigos creyentes. A partir de ese momento, se pone en la búsqueda de Dios, dando voz a una sed profunda que sentía dentro de sí, afirmó el Pontífice, y llega a comprender que ese «vacío que gritaba en ella su angustia» era Dios que la buscaba (Deslumbrada por Dios. Correspondencia 1910-1941, Milán 2007, 96).
La conversión incluso en medio de ambientes secularizados
La alegría de su fe la llevó a abrazar una vida enteramente entregada a Dios, en el corazón de la Iglesia y en el corazón del mundo, simplemente compartiendo en fraternidad la vida de la “gente de la calle”. Con ella, señaló el Santo Padre, aprendimos que el Señor Jesús está presente en todas las situaciones de la vida y que es ahí donde nos llama a vivir nuestro tiempo y a compartir la vida de los demás.
Para Madeleine, continuó Francisco, el fuego del Dios vivo tenía que arder tan intensamente en nuestro interior que no nos dejara descansar hasta que su nombre hubiera llegado a quienes aún no lo conocen. Y así, es evangelizando como somos evangelizados, y ella llegó a exclamar: “¡Ay de mí si al evangelizar no me evangelizo a mí misma!”.
Redescubrir lo esencial de la fe
En particular, nos enseña que incluso los ambientes secularizados nos ayudan a convertirnos, porque el contacto con los no creyentes reta a los creyentes a revisar continuamente su manera de creer y a redescubrir lo esencial de la fe. Madeleine -dijo Francisco- experimentó todo esto en su propia vida, al vivir durante muchos años en un barrio obrero donde impregnaba la ideología marxista. Allí se convenció de que los ambientes ateos o secularizados son lugares donde los cristianos, precisamente porque tienen que luchar, pueden fortalecer la fe que les dio Jesucristo.
“Mirando a esta testigo del Evangelio, también nosotros aprendemos que en toda situación y circunstancia personal o social de nuestra vida, el Señor está presente y nos llama a habitar nuestro tiempo, compartir la vida de los otros, mezclarnos en las alegrías y los dolores del mundo. En particular, nos enseña que también los ambientes secularizados son de ayuda para la conversión, porque los contactos con los no creyentes provocan al creyente a una continua revisión de su forma de creer y a redescubrir la fe en su esencialidad (cfr Nosotros de las calles, Milán 1988, 268s)”.
Deja una respuesta