Lecturas del día 31 de octubre de 2023
Primera lectura
La creación está ahora sometida al desorden, no por su querer, sino por voluntad de aquel que la sometió, pero dándole al mismo tiempo esta esperanza: que también ella misma va a ser liberada de la esclavitud de la corrupción, para compartir la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Sabemos, en efecto, que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto; y no sólo ella, sino también nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, anhelando que se realice plenamente nuestra condición de hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.
Porque ya es nuestra la salvación, pero su plenitud es todavía objeto de esperanza. Esperar lo que ya se posee no es tener esperanza, porque, ¿cómo se puede esperar lo que ya se posee? En cambio, si esperamos algo que todavía no poseemos, tenemos que esperarlo con paciencia.
Salmo Responsorial
Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio,
creíamos soñar;
entonces no cesaba de reír nuestra boca
ni se cansaba entonces la lengua de cantar.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Aun los mismos paganos con asombro decían:
“¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!”
Y estábamos alegres,
pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Como cambian los ríos la suerte del desierto,
cambia también ahora nuestra suerte, Señor,
y entre gritos de júbilo
cosecharán aquellos que siembran con dolor.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Al ir, iba llorando, cargando la semilla;
al regresar, cantando vendrán con sus gavillas.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del Reino
a la gente sencilla.
R. Aleluya.
Evangelio
Y dijo de nuevo: “¿Con qué podré comparar al Reino de Dios? Con la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina y que hace fermentar toda la masa”.
Reflexión
Una Semilla que Transforma el Mundo
El Evangelio de Lucas nos presenta dos parábolas breves pero sumamente reveladoras sobre el Reino de Dios: la parábola del grano de mostaza y la de la levadura. Estas narraciones, aparentemente sencillas, encierran una riqueza de significado y sabiduría que nos invita a la introspección y a la acción.
El Grano de Mostaza: En el mundo antiguo, la mostaza era conocida por ser una de las semillas más pequeñas, y sin embargo, al crecer, se transformaba en un arbusto lo suficientemente grande como para que las aves pudieran refugiarse en él. Esta parábola refleja la naturaleza expansiva y transformadora del Reino de Dios. Aunque puede comenzar de manera imperceptible, con el tiempo y la nutrición adecuada, puede crecer y expandirse de formas inimaginables. Este mensaje era particularmente significativo para la primera comunidad cristiana, que a pesar de ser pequeña y enfrentar adversidades, tenía la promesa de que su fe se expandiría y llegaría a todos los rincones del mundo.
La Levadura: La segunda parábola nos habla de una mujer que mezcla levadura con tres medidas de harina hasta que todo esté fermentado. La levadura, en pequeñas cantidades, tiene el poder de transformar una gran cantidad de harina en pan. Esta parábola nos recuerda que el Reino de Dios opera a menudo en silencio, de manera oculta, pero su presencia y acción son eficaces. La mujer puede ser vista como una representación de la Iglesia, que incorpora el mensaje del Evangelio (la levadura) en el mundo (la harina), transformándolo desde adentro hacia afuera.
Estas parábolas nos invitan a reflexionar sobre nuestra contribución al Reino de Dios. A menudo, podemos sentir que nuestras acciones son demasiado pequeñas o insignificantes para marcar una diferencia real. Sin embargo, al igual que el grano de mostaza y la levadura, pequeños gestos de amor, compasión y justicia pueden tener un impacto transformador en nuestras comunidades y en el mundo en general.
Además, estas parábolas nos exhortan a tener paciencia y confianza en el proceso divino. Al igual que el agricultor no puede acelerar el crecimiento del arbusto de mostaza, o la mujer no puede acelerar el proceso de fermentación, nosotros no siempre podemos ver el resultado inmediato de nuestros esfuerzos. Pero si mantenemos la fe y la perseverancia, con el tiempo, veremos cómo nuestras acciones, por pequeñas que sean, contribuyen a la expansión del Reino de Dios en la tierra.
Estas narraciones también nos recuerdan que el Reino de Dios no siempre se manifiesta de la manera que esperamos. Puede comenzar de manera discreta, en los lugares y situaciones más inesperados. Sin embargo, su presencia es real y poderosa, y tiene el potencial de transformar la realidad en la que vivimos.
En conclusión, el Evangelio de Lucas nos invita a ser participantes activos en la construcción del Reino de Dios. A través de nuestras acciones diarias, por pequeñas que sean, podemos contribuir a la expansión de este Reino de amor, justicia y paz. Asimismo, nos llama a confiar en el proceso divino, sabiendo que, aunque no siempre podamos verlo, Dios está obrando a través de nosotros para transformar el mundo.
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