Lecturas del día 24 de octubre de 2023
Primera lectura
Ahora bien, con el don de Dios supera con mucho al delito. Pues si por el delito de un solo hombre todos fueron castigados con la muerte, por el don de un solo hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos la abundancia de la vida y la gracia de Dios!
En efecto, si por el pecado de un solo hombre estableció la muerte su reinado, con mucha mayor razón reinarán en la vida por un solo hombre, Jesucristo, aquellos que reciben la gracia sobreabundante que los hace justos.
En resumen así como por el pecado de un solo hombre, Adán, vino la condenación para todos, así por la justicia de un solo hombre, Jesucristo, ha venido para todos la justificación que da la vida. Y así como por la desobediencia de uno, todos fueron hechos pecadores, así por la obediencia de uno solo, todos serán hechos justos.
De modo que, donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia, para que así como el pecado tuvo poder para causar la muerte, así también la gracia de Dios, al justificarnos, tenga poder para conducirnos a la vida eterna por medio de Jesús, nuestro Señor.
Salmo Responsorial
Sacrificios y ofrendas, Señor, tú no quisiste;
abriste, en cambio, mis oídos a tu voz.
No exigiste holocaustos por la culpa,
así que dije: “Aquí estoy”.
R. Concédenos, Señor, para hacer tu voluntad.
En tus libros se me ordena
hacer tu voluntad;
esto es, Señor, lo que deseo:
tu ley en medio de mi corazón.
R. Concédenos, Señor, para hacer tu voluntad.
He anunciado tu justicia
en la gran asamblea;
no he cerrado mis labios:
tú lo sabes, Señor.
R. Concédenos, Señor, para hacer tu voluntad.
Que se gocen en ti y que se alegren
todos los que te buscan.
Cuantos quieren de ti la salvación,
repiten sin cesar: “¡Que grande es Dios!”
R. Concédenos, Señor, para hacer tu voluntad.
Aclamación antes del Evangelio
Velen y oren,
para que puedan presentarse sin temor
ante el Hijo del hombre.
R. Aleluya.
Evangelio
Reflexión
Reflexión sobre el Evangelio Lc 12, 35-38
El Evangelio de Lucas, surge en un contexto donde la comunidad cristiana estaba experimentando transformaciones y desafíos internos y externos. Esta comunidad esperaba con impaciencia la segunda venida de Cristo, una espera que, con el tiempo, llevó a muchos a cuestionar y a desanimarse. En este marco, el relato de Lucas nos sitúa frente a la parábola de los sirvientes que esperan a su señor.
Esta narración encierra en sí un mensaje que se extiende a través de las edades, convirtiéndose en un llamado a la vigilancia y a la esperanza. Aunque el señor puede tardar, llegará en el momento menos esperado. La analogía nos invita a estar preparados, con las lámparas encendidas, esperando con fidelidad y constancia.
El “estar preparado” no es simplemente una cuestión de esperar pasivamente. Implica una actitud activa de búsqueda, de trabajo y de servicio. Las “lámparas encendidas” simbolizan la luz de la fe, el amor y las buenas obras que deben manifestarse en la vida de cada cristiano. Estas lámparas no sólo iluminan el camino personal, sino que también sirven como guía para otros, convirtiéndose en testigos del amor de Dios en un mundo oscurecido por el pecado y el desamor.
El señor que regresa a media noche y encuentra a sus sirvientes alerta subraya la importancia de la perseverancia. Estamos saturados de distracciones y las tentaciones constantes, mantener la fidelidad a la enseñanza de Cristo es un desafío que requiere fuerza espiritual, disciplina y gracia divina.
Este pasaje evoca una introspección y cuestionamiento personal. ¿Estoy realmente preparado para el encuentro con el Señor? ¿Brilla mi lámpara con las obras de amor y misericordia? ¿O se ha apagado por la negligencia, el orgullo o la complacencia? La relación con Dios no puede ser postergada o dejada a un segundo plano. La vida es efímera, y el momento de encuentro con Dios puede surgir cuando menos lo esperemos.
El pasaje culmina con una promesa esperanzadora: aquellos que estén preparados, que hayan permanecido fieles y atentos, serán recompensados. Dios mismo se inclinará para servirles. Este giro sorprendente desafía las normas convencionales de la época y resalta la naturaleza servicial y amorosa de Dios. Es un recordatorio de que el camino de la fe, aunque a veces arduo, conduce a una comunión eterna con el Creador, donde los roles se invierten en una demostración de amor divino.
Con todo, Lucas, a través de esta parábola, no sólo advierte sobre la necesidad de estar alerta, sino que también nos ofrece consuelo. No estamos solos en nuestra espera. Contamos con la gracia y la misericordia de un Dios que anhela nuestra salvación tanto como nosotros anhelamos verlo.
La enseñanza subyacente del pasaje es clara: la relación con Dios requiere atención, compromiso y amor constantes. Es un llamado a vivir con propósito, con la mirada fija en el horizonte eterno, alimentando nuestra alma con la Palabra y las obras de amor, y siendo luces brillantes en medio de la oscuridad del mundo.
La reflexión sobre este pasaje nos impulsa a reevaluar nuestra postura espiritual diaria. Nos invita a vivir con un sentido de urgencia, no por miedo, sino por amor y deseo de estar en presencia de nuestro amado Señor, listos y con el corazón abierto. Nos llama a renovar nuestra fe, a encender nuestras lámparas con pasión y a servir con amor hasta que el Señor nos llame a su banquete eterno.
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