Un matrimonio cuyos frutos fueron la santidad
Sufrieron dificultades económicas, padecieron la enfermedad, vivieron el duelo… Pero se mantuvieron unidos y, sobre todo, pusieron a Dios en el centro. Se trata del matrimonio de San Luis Martin y Santa Celia Guérin, un matrimonio como cualquier otro, con sus dificultades y pruebas, pero donde abundaba la fe.
Recientemente, ambos fueron declarados patronos de los laicos en Costa Rica. Precisamente, se escogió como Día Nacional del Laico el 12 de julio, Festividad de San Luis Martin y Santa Celia Guérin.
Él, un relojero y joyero; ella, una costurera y emprendedora. Nacieron en Francia en el Siglo XIX. Son conocidos por ser los padres de Santa Teresa de Lisieux, quien decía: “Dios me ha dado un padre y una madre más dignos del cielo que de la tierra”.
En su juventud, ambos quisieron optar por la vida religiosa, pero Dios tenía otros planes para ellos. Cuando se conocieron fue, por así decirlo, “amor a primera vista”.
Celia vio a un joven guapo de finos modales y de inmediato una voz en su interior le dijo que ese era el hombre indicado. Tres meses después de aquel primer encuentro decidieron contraer matrimonio, la ceremonia ocurrió el 13 de julio de 1858.
A pesar de eso, se casaron a una edad muy madura para la época, él tenía 35 años y ella 27. Tuvieron nueve hijos, pero cuatro fallecieron y las otras cinco eligieron la vida religiosa.
Era una familia santa. Una de sus hijas, Marie dijo una vez: “con papá y mamá nos parecía estar en el cielo”. También era un matrimonio que podía tener sus discusiones y diferencias, como cualquier otro, pero nada los separaba.
Las dificultades fueron muchas y muy duras, eran tiempos de crisis económica en Francia. Aun en medio de sus limitaciones, compartían lo que tenían con los más necesitados. “Su casa no fue una isla feliz en medio de la miseria, sino un espacio de acogida, comenzando por sus obreros”, señala su biografía.
Tuvieron que enfrentar la enfermedad, primero fue el tumor de Celia y luego el deterioro de la salud de Luis. El último gesto que vio santa Teresa del Niño Jesús de su padre, en la última visita que le pudo hacer, ya anciano y enfermo, fue su dedo que indicaba al cielo, como si quisiera recordar a sus hijas todo lo que su esposa y él les habían intentado inculcar desde niñas, según menciona un artículo de Alfa y Omega.
En las cartas que escribieron, tanto Luis como Celia, transmiten parte de esa espiritualidad que se vivía en el hogar, el amor hacia los hijos y a la Iglesia. Celebraban misa diariamente, hacían oración personal y comunitaria, caridad, confesión frecuente, participación en la vida parroquial…
De acuerdo con la biografía que aparece en el sitio del Vaticano, a los 45 años de edad, Celia recibió la noticia de que tenía un tumor en el pecho y pidió a su cuñada para que, cuando ella muriera, ayudara a su marido en la educación de las más pequeñas. “Vivió la enfermedad con firme esperanza cristiana hasta la muerte, en agosto de 1877”.
Luis se encontró solo para sacar adelante a su familia: La hija mayor tenía 17 años y la más pequeña, Teresa, cuatro y medio. Se trasladó a Lisieux, donde residía el hermano de Celia; de este modo la tía Celina pudo cuidar de las hijas. Entre 1882 y 1887 Luis acompañó a tres de sus hijas al Carmelo. Al final, las cinco se hicieron religiosas.
El sacrificio mayor fue separarse de Teresa, que entró en el Carmelo a los 15 años. Luis tenía una enfermedad que lo llevó hasta la pérdida de sus facultades mentales. Fue internado en el sanatorio de Caen, y murió en julio de 1894.
Reliquia en Costa Rica
Lisandra Chaves, virgen consagrada, custodia una reliquia de primer grado de este matrimonio santo. La ceremonia de canonización se realizó el 18 de octubre de 2015, se hizo de manera conjunta e, incluso, los milagros reconocidos son por la intercesión de ambos.
Hacía tiempo atrás que Lisandra estudiaba la vida de esta pareja y tuvo la iniciativa de solicitar una reliquia para fomentar la devoción. Con motivo del Sínodo de las Familias logró ponerse en contacto con el postulador de la causa de canonización. Así, con la ayuda de Mons. José Francisco Ulloa, recibió la reliquia.
Desde entonces, Lisandra acostumbra llevarla a diversas actividades, especialmente relacionadas con Pastoral Familiar, grupos de Matrimonios en Victoria y similares. Justamente, quienes deseen conocer más sobre estos dos santos y venerar sus reliquias, pueden escribir a: chaveslisandra@gmail.com.
Sobre este matrimonio santo, esta servidora destaca la estrecha amistad entre ambos, la ternura con la que se trataban aun años después de haber contraído nupcias y su capacidad para no permitir que los momentos difíciles o las diferencias deterioraran su relación. “Y, por supuesto, Dios como el punto número uno en sus vidas, la presencia de Dios en la pareja”, añadió.
También, Lisandra resalta aspectos de la familia que considera adelantados a la época. Por ejemplo, a pesar de ubicarse en una época y en un contexto que puede describirse como machista, Luis decidió renunciar a su joyería para apoyar el negocio de su esposa, más rentable que el suyo.
“Uno puede sacar una gran guía, un modelo para vivir santamente el matrimonio, sobre cómo educar a los hijos, administrar el dinero, la generosidad con los pobres, el servicio en la iglesia, entre otros”, comentó.
Fuente:ecocatolico.org
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