Mons. Javier Román: “El único privilegio en la Iglesia es servir”
Al término de su última Asamblea Ordinaria a comienzos de este mes de setiembre, los obispos del país renovaron la Junta Directiva de la Conferencia Episcopal. Como nuevo presidente resultó electo Monseñor Javier Román, obispo de Limón.
Para él se trata de una oportunidad de seguir trabajando por la misión de la Iglesia, para la cual no ve diferencia de hacerlo en alguna remota capilla en la montaña junto a sus queridos indígenas o desde su oficina ahora en la Presidencia de la CECOR.
Monseñor, usted fue ordenado obispo hace 8 años, ¿imaginaba entonces que podía llegar el momento de asumir como presidente de la Conferencia Episcopal?
Realmente no, yo he recibido cada uno de los encargos en mi vida sacerdotal como parte del llamado que el Señor me hace a servirle y como continuidad de la vocación que él mismo ha llevado adelante en mi vida. Dios sabe que, contando con su gracia, trabajo para hacer su voluntad porque entiendo que en la Iglesia el único y más grande privilegio es servir.
¿Cambiará sus giras a las montañas de Talamanca por una oficina en San José?
Espero que no, le pido a Dios discernimiento para poder llevar adelante esta nueva responsabilidad sin dejar de lado esas experiencias de camino y encuentro con los que en nuestra Diócesis de Limón -y en todo del país- son de las poblaciones más excluidas y más necesitadas, como son los indígenas. De hecho, vengo llegando de una visita a Alto Cohen, que es donde colaboran en la evangelización las Hermanas de la Caridad de la Madre Teresa, compartiendo con los indígenas sus alegrías, penas y necesidades, pero con el gozo de la fe en Cristo que, como nos dice San Pablo, siendo rico se hizo pobre por amor a los hombres para enriquecernos con su pobreza.
¿Seguirá recargando fuerza en la montaña el nuevo presidente de la CECOR?
Recargando a pesar de los esfuerzos físicos, que son grandes, pero especialmente renovando la conciencia de una Iglesia compañera de camino, cercana, humilde y capaz de ponerse en los pies de aquellos que sufren haciendo suya esa realidad para transformarla en el amor y en el deseo de encontrarnos con Aquel que da verdadero sentido a nuestra vida.
Precisamente sale en estos días con rumbo a Roma para participar en el Sínodo de la Sinodalidad, ¿lleva en su corazón el deseo de una Iglesia así como la describe?
Sí, lo llevo porque la vivimos a diario aquí en Limón, y no solo con la experiencia de la Pastoral Indígena, sino con todos los que de una u otra forma entran en relación con la Iglesia, creyentes o no, descubriendo en medio del mundo esas semillas del Reino de Dios que deben de dar fruto de bien para nuestra provincia y para el país. Ciertamente este Sínodo, cuyo tema el Espíritu Santo puso en el corazón del Santo Padre, es una oportunidad para avivar la conciencia de la Iglesia Pueblo de Dios, que revela y da contenido a su ser como comunión cuando todos sus miembros caminan juntos, se reúnen en asamblea y participan activamente en su misión evangelizadora.
“Dios sabe que, contando con su gracia, trabajo para hacer su voluntad porque entiendo que en la Iglesia el único y más grande privilegio es servir”.
Mons. Javier Román Arias
Obispo de Limón y presidente de la Conferencia Episcopal
Limón en particular y Costa Rica en general, sufren una oleada de violencia grave, comparable con la de países en guerra, ¿tiene algo que decir la Iglesia?
Desde luego, cuando la Iglesia toma posición a favor de la vida lo hace por cada etapa de la vida, desde la gestación hasta su fin natural. No podemos permanecer indiferentes ante la cantidad de homicidios y crímenes de toda naturaleza de los que somos víctimas y testigos a diario. Pero la violencia no se combate con más violencia, apelamos a un abordaje integral del problema, donde ciertamente una efectiva acción policial es necesaria, pero especialmente yendo a las causas de esa violencia, que están en la pobreza, en la exclusión y en la falta de oportunidades que sufren tantas personas en nuestro país.
¿Cuándo habla de pobreza aboga por un mayor asistencialismo?
Siempre he dicho que la mayor pobreza de alguien no es material, lo cual es muy importante de ayudar a solventar especialmente cuando las familias están en situación de miseria y pobreza extrema. La mayor pobreza de una persona es no conocer a Dios, no reconocerse como una criatura amada por Dios, nuestro Padre, en quien somos hermanos de todos los hombres y mujeres. Esta pobreza, diría, esta indigencia espiritual, es fuente de deshumanización porque si quitamos a Dios de la vida del hombre perdemos el sentido de la vida y de su valor, entonces da igual matar o morir, robar, asaltar, secuestrar, traficar, etc. Desde esta perspectiva, el primer paso para recuperar la paz y la fraternidad en nuestra sociedad es volver a Dios de todo corazón.
Monseñor, parece difícil plantearlo así frente al nivel de violencia actual…
No es fácil ciertamente, pero solo logrando aquello que el Evangelio nos dice de cambiar un corazón de piedra por uno de carne es como se pueden generar los cambios de fondo que necesita nuestra sociedad, y no solo en cuanto a la violencia, sino a todo nivel, en temas que también nos duelen, como la desintegración familiar, la corrupción política, el descarte de nuestros adultos mayores, la violencia en las carreteras, las amenazas a la vida por nacer, la indiferencia ante el sufrimiento de los pobres, las injusticias sociales y tantos otros.
¿Tiene algún plan concreto de trabajo como presidente de la CECOR?
Sí, es necesario darle continuidad al trabajo de la Junta Directiva anterior, empujando las conclusiones y prioridades pastorales a las que llegaron los Secretarios Ejecutivos y Directores de la Conferencia Episcopal en su última encerrona de trabajo. Luego es necesario seguir colaborando en el Sínodo de la Sinodalidad que bien sabemos, una vez terminada esta primera etapa, el trabajo vuelve de nuevo a las diócesis.
Fuente:ecocatolico.org
Deja una respuesta