Lecturas del día 18 de setiembre de 2023
Primera lectura
Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro salvador, pues él quiere que todos los hombres se salven y todos lleguen al conocimiento de la verdad, porque no hay sino un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre él también, que se entregó como rescate por todos.
El dio testimonio de esto a su debido tiempo y de esto yo he sido constituido, digo la verdad y no miento, pregonero y apóstol para enseñar la fe y la verdad.
Quiero, pues, que los hombres, libres de odios y divisiones, hagan oración donde quiera que se encuentren, levantando al cielo sus manos puras.
Salmo Responsorial
Escucha, Señor, mi súplica,
cuando te pido ayuda
y levanto la manos hacia tu santuario.
R. Salva, Señor, a tu pueblo.
El Señor es mi fuerza y mi escudo:
en él confía mi corazón;
él me socorrió y mi corazón se alegra
y le canta agradecido.
R. Salva, Señor, a tu pueblo.
El Señor es la fuerza de su pueblo,
el apoyo y la salvación de su Mesías.
Salva, Señor, a tu pueblo y bendícelo, porque es tuyo,
apaciéntalo y condúcelo para siempre.
R. Salva, Señor, a tu pueblo.
Aclamación antes del Evangelio
Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único,
para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
R. Aleluya.
Evangelio
Cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial romano envió unos amigos a decirle: “Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano. Porque yo, aunque soy un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes y le digo a uno: ‘¡Ve!’, y va; a otro: ‘¡Ven!’, y viene; y a mi criado: ‘¡Haz esto!’, y lo hace”.
Al oír esto, Jesús quedó lleno de admiración, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: “Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande”. Los enviados regresaron a la casa y encontraron al criado perfectamente sano.
Reflexión
Dios quiere que todos los hombres se salven
San Pablo pide a Timoteo y a sus comunidades que hagan oraciones por todos los hombres. Y la razón de ello es bien sencilla, porque “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”.
Le recuerda que Dios es uno y que el gran mediador entre Dios y los hombres es Cristo Jesús. Jesús es el gran regalo que Dios ha hecho a toda la humanidad, el que ha venido hasta nosotros para señalarnos el camino que nos lleva ya en esta tierra a vivir, en medio de nuestras limitaciones, una vida llena de vida y de sentido, y el que, después de nuestra muerte y resurrección, nos espera para recibirnos con los brazos abiertos y hacernos disfrutar de la felicidad total y para siempre: “Venid, benditos de mi Padre; tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”. Ciertamente Jesús es “el que se entregó en rescate por todos” y al que siempre predicó San Pablo, que dijo “para mí la vida es Cristo” y quería que lo fuese para todos los hombres.
Dilo de palabra, y mi criado quedará sano
Varios son los protagonistas de este evangelio: Jesús, un centurión romano, uno de sus criados “enfermo a punto de morir” y “unos ancianos de los judíos”.
La actitud de Jesús no nos choca, es la de siempre, atiende a los que acuden a él, curando en esta ocasión al siervo del centurión. Es la actitud continua de Jesús. Ha venido para ayudarnos a los hombres y su ayuda se extiende a la curación de los enfermos que le presentan.
Más chocante, de manera positiva, nos resulta la actitud del centurión con sus varios matices. Destaca, en primer lugar, el aprecio que tiene a su siervo, deseando lograr su salud. Vemos que no se atreve a ir directamente a Jesús a presentarle su súplica. Pero busca el medio de llegar hasta él, a través de “unos ancianos de los judíos”, que saben del afecto que el centurión tiene a su pueblo como lo demuestra que les ha construido la sinagoga. Pero lo que más destaca en él es su fe total en Jesús, en su poder, por eso tiene la seguridad de que su súplica va a ser atendida. Algo que se manifiesta en que no hace falta que Jesús llegue a su casa y cure allí al enfermo. Sabe que basta con que pronuncie una palabra a distancia y su siervo se va a curar. “Dilo de palabra y mi criado quedará sano”. Parece que también Jesús quedó sorprendido de la confianza y de la fe que ese centurión depositaba en él. “Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe”.
Ante esa escena evangélica, nos brota espontáneamente pedirle a Jesús que aumente nuestra confianza y nuestra fe en él…para seguir siempre el camino que nos indica.
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