Lecturas del día 12 de setiembre de 2023
Primera lectura
Hermanos: Puesto que ustedes han aceptado a Cristo Jesús, el Señor, vivan como verdaderos cristianos: permanezcan arraigados y cimentados en él, con fe firme, como se lo enseñaron a ustedes, y en continua acción de gracias.
Que nadie los vaya a engañar con teorías y razonamientos falsos, que se fundan en tradiciones meramente humanas y en valores de este mundo, pero no en Cristo. Porque en el cuerpo de Cristo habita toda la plenitud de la divinidad; e incorporados a él, que es la cabeza de todos los ángeles, también ustedes participan de su plenitud. Por su unión con Cristo, ustedes han sido circuncidados, no con una circuncisión hecha por mano de hombres, que consiste en el despojo de la carne, sino con la circuncisión que procede de él. Por el bautismo fueron sepultados con Cristo y también resucitaron con él, mediante la fe en el poder de Dios, que lo resucitó de entre los muertos.
Ustedes estaban muertos por sus pecados y no pertenecían al pueblo de la alianza. Pero él les dio una vida nueva con Cristo, perdonándoles todos los pecados. El anuló el documento que nos era contrario, cuyas cláusulas nos condenaban, y lo eliminó clavándolo en la cruz de Cristo. Con esto, Dios les quitó su poder a los principados y potestades y los humilló a la vista de todos, llevándolos cautivos en el cortejo triunfal de Cristo.
Salmo Responsorial
R. (9a) El Señor es bueno con todos.
Dios y rey mío, yo te alabaré;
bendeciré tu nombre siempre y para siempre.
Un día tras otro bendeciré tu nombre
y no cesará mi boca de alabarte
R. El Señor es bueno con todos.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento para enojarse y generoso para perdonar.
Bueno es el Señor para con todos
y su amor se extiende a todas sus creaturas.
R. El Señor es bueno con todos.
Que te alaben, Señor, todas tus obras
y que todos tus fieles te bendigan.
Que proclamen la gloria de tu reino
y narren tus proezas a los hombres.
R. El Señor es bueno con todos.
Aclamación antes del Evangelio
Yo los he elegido del mundo, dice el Señor,
para que vayan y den fruto y su fruto permanezca.
R. Aleluya.
Evangelio
Por aquellos días, Jesús se retiró al monte a orar y se pasó la noche en oración con Dios.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, eligió a doce de entre ellos y les dio el nombre de apóstoles. Eran Simón, a quien llamó Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y Juan; Felipe y Bartolomé; Mateo y Tomás; Santiago, el hijo de Alfeo, y Simón, llamado el Fanático; Judas, el hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Al bajar del monte con sus discípulos y sus apóstoles, se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y Jerusalén, como de la costa, de Tiro y de Sidón. Habían venido a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; y los que eran atormentados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.
Reflexión
“En Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad”
Continuamos con la lectura de la carta de San Pablo a los Colosenses, que comenzamos la semana pasada.
El apóstol advierte a esa comunidad, y a nosotros también, del peligro que corremos de desviar nuestra fe, con teorías “transmitidas por los hombres, fundadas en los elementos del mundo y no en Cristo”.
Los “falsos doctores” de Colosas, extravían la fe de los discípulos de Cristo con doctrinas atractivas sobre el poder de fuerzas angélicas –que los judíos habían convertido en guardianes de la ley- y elementos cósmicos, considerados como partícipes de la plenitud de la divinidad, y a los que había que darles culto.
San Pablo deja claro que es Cristo el Señor de todas las potestades celestes y el único de quien los hombres pueden esperar la salvación.
También en nuestros días nos encontramos con personas que ponen la esperanza de su salvación en los ángeles o en energías cósmicas. ¿Tenemos el valor de anunciarles a Cristo como supremacía absoluta sobre toda la creación?
Solo en Cristo habita la plenitud de la divinidad.
“Salía de él una fuerza que los curaba a todos”
Estamos ya en el capítulo sexto del evangelio según san Lucas. Jesús ya ha comenzado su actividad en Galilea y vemos que un grupo numeroso de discípulos le siguen, antes de nombrar a los doce apóstoles. Al final del relato aparece otro grupo numeroso del pueblo judío, de Jerusalén y de los pueblos costeros Tiro y Sidón, que eran idólatras. Tenemos aquí tres grupos de personas, que reconocen la salvación que obra en Jesús.
Antes de elegir a los apóstoles, que significa enviados, Jesús pasa la noche en oración. Como dijo el Papa a los jóvenes en Lisboa: “antes de ser elegidos, hemos sido amados”. Nosotros, como Jesús, también debemos orar antes de tomar decisiones importantes en nuestra vida.
Jesús sube al monte para estar más cerca del Padre y escogió a los que él quiso, cuando se hizo de día. Después bajó a un valle, para tener contacto con nuestras pobrezas y sanarnos de nuestras dolencias. Nosotros también necesitamos conectar con el “enviado del Padre” para que siga continuando su obra de salvación en nuestra generación.
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