septiembre 4, 2023 in Actualidad

El progreso no son las armas, sino el cuidado de las personas

El Papa Francisco inauguró la Casa de la Misericordia de Ulán Bator, en el último día de su viaje a Mongolia. Fue una ocasión para reiterar la importancia fundamental de la caridad en la Iglesia y recordar el papel del voluntariado libre y alejado de la lógica del beneficio personal. Para hacer el bien, explicó, lo único que se necesita es un buen corazón

Michele Raviart  – Ciudad del Vaticano

En las dos palabras que componen el nombre de la “Casa de la Misericordia”, el edificio de tres plantas situado en el barrio de Bayangol, en Ulán Bator, que atiende a los más vulnerables de la capital mongola, “está la definición de la Iglesia, llamada a ser una morada acogedora donde todos puedan experimentar un amor más alto, que estremece y conmueve el corazón: el amor tierno y providente del Padre, que nos quiere hermanos y hermanas en su casa”.

Así lo recordó el Papa Francisco al inaugurar el edificio, cuyo proyecto se inició en el 2019 por iniciativa de la Iglesia particular de Mongolia, bendiciendo una placa con su nombre, en lo que fue la última etapa de su viaje al país asiático antes de la ceremonia de despedida.

Un puerto para encontrar escucha y comprensión

Niños y jóvenes con una infancia desafortunada, personas sin hogar que no pueden acceder al servicio nacional de salud, víctimas de la violencia doméstica, discapacitados e inmigrantes serán los huéspedes de esta instalación, “una expresión concreta de ese cuidado del otro en el que se reconocen” y “un puerto donde encontrar escucha y comprensión”, donde “los hermanos y hermanas que luchan por sortear los problemas de la vida” pueden encontrar escucha y comprensión.

Comunión, liturgia, servicio y testimonio

La dimensión caritativa fundamenta la identidad de la Iglesia y es el criterio para reconocer al Señor en el mundo y asegurar su Reino, reiteró el Papa, subrayando que, al igual que las cuatro columnas de las grandes ger – las viviendas tradicionales de Mongolia – “sostienen la parte central superior, permitiendo que la estructura se mantenga y ofrezca un espacio acogedor en su interior”, la Iglesia está construida sobre cuatro columnas: “Comunión, liturgia, servicio y testimonio”.

El indispensable servicio de los voluntarios

El “gracias” del Pontífice por la “llamada a la caridad” de los cristianos mongoles, que comenzó con la llegada de los primeros misioneros católicos en los años noventa y a los que el mismo gobierno mongol pidió ayuda para afrontar las numerosas emergencias sociales de un país que se encontraba “en una delicada fase de transición política, marcada por una pobreza generalizada”, se dirigió en particular a quienes sostienen estas buenas obras poniéndose en juego con el voluntariado, el servicio indispensable, “puramente gratuito y desinteresado que las personas deciden ofrecer a los necesitados”, no sobre la base de una compensación económica o de una retribución personal, “sino por puro amor al prójimo”.

“En efecto, la gratuidad aligera el alma, cura las heridas del corazón, acerca a Dios, descubre la fuente de la alegría y mantiene joven por dentro. En este país lleno de jóvenes, dedicarse al voluntariado puede ser un camino decisivo para el crecimiento personal y social”

“Incluso en sociedades altamente tecnologizadas y con un alto nivel de vida, el sistema de seguridad social no basta por sí solo para prestar todos los servicios a los ciudadanos – prosiguió Francisco – si además no hay grupos de voluntarios que comprometen su tiempo, sus capacidades y sus recursos por amor a los demás”.

“El verdadero progreso de las naciones no se mide por la riqueza económica, ni mucho menos por lo que invierten en el ilusorio poder de los armamentos, sino por su capacidad para atender la salud, la educación y el crecimiento integral de la población”

Los tres mitos sobre el voluntariado

A los operadores de la Casa de la Misericordia, “gimnasio siempre abierto donde ejercitar los deseos de bien y entrenar el corazón”, el Papa Francisco desmontó a continuación tres de los “mitos” que suelen acompañar al mundo del voluntariado. En primer lugar, no es cierto que sólo las personas adineradas puedan dedicarse a esta actividad.

“No es necesario ser rico para hacer el bien, al contrario, casi siempre es la gente corriente la que dedica tiempo, conocimiento y corazón a preocuparse por los demás”, subrayó el Pontífice, que a continuación reiteró cómo la Iglesia no se dedica a la promoción social por proselitismo, “como si preocuparse por los demás fuera una forma de persuasión para atraerlos al propio bando”.

“No, los cristianos reconocen a los necesitados y hacen lo que pueden para aliviar su sufrimiento porque allí ven a Jesús, el Hijo de Dios, y en Él la dignidad de toda persona, llamada a ser hijo o hija de Dios. Me gusta imaginar esta Casa de la Misericordia como el lugar donde personas de diferentes “credos”, e incluso no creyentes, aúnan esfuerzos con los católicos locales para ayudar compasivamente a tantos hermanos y hermanas en la humanidad”

Sólo el amor vence el egoísmo

El tercer mito a derribar, prosiguió diciendo el Papa, es aquel según el cual en el voluntariado sólo cuentan los medios económicos, “como si la única manera de ocuparse de los demás fuera emplear personal asalariado e invertir en grandes estructuras”.

“Ciertamente – explicó Francisco – la caridad requiere profesionalidad, pero las iniciativas caritativas no deben convertirse en negocios, sino conservar la frescura de las obras de caridad, donde los necesitados encuentran personas capaces de escucha y compasión, más allá de cualquier compensación”. Para hacer realmente el bien, concluyó el Papa, “lo que es indispensable es un corazón bueno, decidido a buscar lo mejor para el otro”.

Sólo el amor, en efecto, “vence el egoísmo y hace que el mundo continúe”. En vísperas de su memoria litúrgica, un recuerdo también para la Madre Teresa de Calcuta. “Yo no haría lo que ella hace ni por un millón de dólares”, le dijo un periodista mientras se inclinaba sobre las heridas supurantes de un enfermo. Por un millón de dólares yo tampoco lo haría”, respondió la santa, “¡lo hago por amor a Dios”!

Fuente:vaticannews.va




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