“Sigan adelante, con mansedumbre y sin miedo, sintiendo la cercanía y el aliento de toda la Iglesia, y sobre todo la mirada tierna del Señor, que no se olvida de nadie y mira con amor a cada uno de sus hijos”
Trabajar para crecer en fraternidad
Al saludar a los obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas, autoridades y a los numerosos peregrinos procedentes del inmenso continente asiático, y a todos los que han trabajado en la organización de este viaje, Francisco hizo hincapié en quienes ayudan a la Iglesia local, sosteniéndola espiritual y materialmente, y en los hermanos y hermanas de otras confesiones cristianas y de otras religiones, a quienes confió una tarea:
“Sigamos creciendo juntos en la fraternidad, como semillas de paz en un mundo tristemente asolado por tantas guerras y conflictos”
Y si bien es cierto que en mongol “gracias” significa “alegrarse”, el Papa afirmó que su acción de gracias está llena de alegría, por lo que insistió:
“Es un ‘gracias’ grande a ti, pueblo mongol, por el don de la amistad que he recibido en estos días, por tu auténtica capacidad de valorar también los aspectos más sencillos de la vida, de custodiar con sabiduría las relaciones y las tradiciones, de cultivar la cotidianidad con cuidado y atención”
El recuerdo de Pierre Teilhard de Chardin
La Misa es una acción de gracias, “Eucaristía”, concluyó el Papa Francisco al recordar al sacerdote jesuita Pierre Teilhard de Chardin, y la oración que elevó a Dios hace 100 años en el desierto de Ordos, no lejos de la Steppe Arena.
“Me prosterno, Dios mío, ante tu Presencia en el Universo, que se ha hecho ardiente, y en los rasgos de todo lo que encuentre, y de todo lo que me suceda, y de todo lo que realice en el día de hoy, te deseo y te espero”.
El padre Teilhard – explicó el Pontífice – se dedicaba a la investigación geológica. Un día anhelaba celebrar la Santa Misa, pero no llevaba consigo ni pan ni vino, por lo que compuso su “Misa sobre el mundo”, expresando así su ofrenda:
“‘Recibe, Señor, esta Hostia total que la Creación, atraída por Ti, te presenta en esta nueva aurora’. Una oración similar había nacido ya en él durante la Primera guerra mundial, mientras estaba en el frente, ejerciendo como camillero”
Este sacerdote – recordó además el Papa – a menudo incomprendido, había intuido que “la Eucaristía se celebra, en cierto sentido, sobre el altar del mundo” y que es “el centro vital del universo, el foco desbordante de amor y de vida inagotable”, incluso en un tiempo de tensiones y de guerras como el nuestro.
Recemos hoy – pidió el Santo Padre – con las palabras del padre Teilhard: “Verbo resplandeciente, Potencia ardiente, Tú que amasas lo múltiple para infundirle tu vida, abate sobre nosotros, te lo ruego, tus manos poderosas, tus manos previsoras, tus manos omnipresentes”. Y entre aplausos, el Papa Francisco concluyó diciendo:
“Hermanos y hermanas de Mongolia, gracias por su testimonio, bayarlalaa! ¡gracias!. Que Dios los bendiga. Están en mi corazón y permanecen en él. Acuérdense de mí, por favor, en sus oraciones y en sus pensamientos”
Saludo del cardenal Marengo
Antes de la bendición final, el cardenal Giorgio Marengo, prefecto apostólico de Ulán Bator, agradeció a Francisco su presencia “fuente de profunda emoción”, como peregrino de la paz y portador del fuego del Espíritu, ese fuego que ilumina, calienta y reconforta incluso cuando no se ven las llamas resplandecientes.
“Ahora que hemos tocado con nuestras propias manos lo querido que es para usted este pueblo de Dios en Mongolia – dijo el purpurado – deseamos aceptar su invitación a ser testigos alegres y valientes del Evangelio en esta tierra bendita. Siga apoyándonos con su palabra y su ejemplo; sólo tendremos que recordar y poner en práctica lo que hemos visto y oído en estos días”.
El cardenal Marengo anticipó el regalo de una joven formada en las instituciones educativas de la Iglesia católica: un marco que contiene una antigua inscripción mongola de la palabra “bayarlalaa”, que significa “gracias”. Ese gracias deriva del verbo “bayarlakh”, que significa precisamente “alegrarse” y alude a la Evangelii gaudium, recordando a todo cristiano que su misión de anunciar el Evangelio debe cumplirse con alegría.
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