En un entorno que nunca se detiene, donde las tecnologías, las redes sociales y el materialismo a menudo toman el centro del escenario, la Exhortación Apostólica “Amoris Laetitia” nos invita a hacer una pausa y reenfocar nuestra atención en el núcleo fundamental de la sociedad: la familia. Es en el seno familiar donde se aprenden las primeras lecciones de amor, respeto, compasión y fe. Sin embargo, esta institución está enfrentando innumerables desafíos que amenazan con desplazarla de su rol central en nuestras vidas.

Cuando damos prioridad a cosas como dispositivos electrónicos, redes sociales, mascotas, equipos deportivos y eventos sociales por encima de la calidad del tiempo que pasamos con nuestra familia, corremos el riesgo de erosionar la fibra que mantiene unida a la comunidad familiar. Estas distracciones, aunque no son malas en sí mismas, pueden volverse problemáticas cuando nos alejan de nuestros seres queridos y de nuestra vida espiritual.

El Papa Francisco nos recuerda en “Amoris Laetitia” que el amor en la familia es una manifestación del amor de Dios. Al igual que Dios nunca nos abandona, nosotros tampoco deberíamos permitir que la tecnología, los pasatiempos o las preocupaciones materiales nos distancien de nuestra familia. El hogar debe ser un lugar donde cada miembro se sienta valorado, escuchado y amado, independientemente de las presiones y distracciones del mundo exterior.

A medida que las familias se enfrentan a estos desafíos modernos, es imperativo tener en mente la importancia de mantener a Dios en el centro de nuestras vidas. Una familia unida en fe es fuerte, y esa fuerza es necesaria para navegar los complejos problemas de la sociedad contemporánea.

Es fundamental también reconocer que cada familia es única y enfrenta sus propios desafíos y dinámicas. La clave está en encontrar ese equilibrio que permita a todos los miembros de la familia florecer tanto individual como colectivamente. La Exhortación “Amoris Laetitia” nos invita a ser flexibles, a aprender a perdonar y a estar dispuestos a sacrificarnos por el bienestar de la familia. Es en este ambiente de amor incondicional y apoyo mutuo donde las virtudes cristianas tienen la mejor oportunidad de arraigar y crecer.

En última instancia, el papel de la familia en la sociedad y en la fe cristiana no es solo un ideal a alcanzar, sino una responsabilidad que requiere un esfuerzo consciente y continuo. De esta manera, podremos vivir plenamente el amor que Dios tiene para cada uno de nosotros, reflejándolo  en el amor que mostramos a nuestros seres queridos. Este mes, aceptemos este llamado a revitalizar nuestras familias, a volver a poner a Dios en el centro de nuestras vidas y a establecer un ejemplo de amor y unidad para el mundo.

Para concluir, “Amoris Laetitia” nos ofrece un llamado a la acción: fortalecer nuestros hogares con amor, comprensión y espiritualidad. Aunque vivimos en un mundo lleno de distracciones, no podemos permitir que estas nos alejen de lo que realmente importa. Reafirmemos nuestro compromiso de priorizar la familia y mantener a Dios en el corazón de nuestros hogares.