Lecturas del día 25 de junio de 2023
Primera lectura
“Yo oía el cuchicheo de la gente que decía:
‘Denunciemos a Jeremías,
denunciemos al profeta del terror’.
Todos los que eran mis amigos espiaban mis pasos,
esperaban que tropezara y me cayera, diciendo:
‘Si se tropieza y se cae, lo venceremos
y podremos vengarnos de él’.
Pero el Señor, guerrero poderoso, está a mi lado;
por eso mis perseguidores caerán por tierra
y no podrán conmigo;
quedarán avergonzados de su fracaso
y su ignominia será eterna e inolvidable.
Señor de los ejércitos, que pones a prueba al justo
y conoces lo más profundo de los corazones,
haz que yo vea tu venganza contra ellos,
porque a ti he encomendado mi causa.
Canten y alaben al Señor,
porque él ha salvado la vida de su pobre
de la mano de los malvados”.
Salmo Responsorial
R. (14c) Escúchame, Señor, porque eres bueno.
Por ti he sufrido oprobios
y la vergüenza cubre mi semblante.
Extraño soy y advenedizo,
aun para aquellos de mi propia sangre;
pues me devora el celo de tu casa,
el odio del que te odia, en mí recae.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.
A ti, Señor, elevo mi plegaria,
ven en mi ayuda pronto;
escúchame conforme a tu clemencia,
Dios fiel en el socorro.
Escúchame, Señor, pues eres bueno
y en tu ternura vuelve a mí tus ojos.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.
Se alegrarán, al verlo, los que sufren;
quienes buscan a Dios tendrán más ánimo,
porque el Señor jamás desoye al pobre
ni olvida al que se encuentra encadenado.
Que lo alaben por esto cielo y tierra,
el mar y cuanto en él habita.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.
Segunda lectura
Antes de la ley de Moisés ya existía el pecado en el mundo y, si bien es cierto que el pecado no se castiga cuando no hay ley, sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés aun sobre aquéllos que no pecaron como pecó Adán, cuando desobedeció un mandato directo de Dios. Por lo demás, Adán era figura de Cristo, el que había de venir.
Ahora bien, el don de Dios supera con mucho al delito. Pues si por el pecado de uno solo hombre todos fueron castigados con la muerte, por el don de un solo hombre, Jesucristo, se ha desbordado sobre todos la abundancia de la vida y la gracia de Dios.
Aclamación antes del Evangelio
El Espíritu de verdad dará testimonio de mí, dice el Señor,
y también ustedes serán mis testigos.
R. Aleluya.
Evangelio
No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman, más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo.
¿No es verdad que se venden dos pajarillos por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si no lo permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo.
A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos; pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre, que está en los cielos”.
Reflexión
Iª Lectura de Jeremías (20,10-13)
La Iª Lectura de Jeremías 20,10-13, forma parte de los famosos textos que se tienen como “confesiones de Jeremías”; textos de experiencia en los que se muestra la lucha interna del hombre de Dios, del que está seducido por El, ya que tiene que hablar y proclamar lo que nosotros no queremos oír. El profeta siente que los que no están con él le acechan y están siempre seguros de que caerá; que los sencillos que le siguen se darán cuenta de que el profeta les engaña. Este es el “sino” del verdadero profeta: nunca le concederán la razón. Es verdad que el profeta ha sido fuerte, incluso ha hablado contra el templo (7,1-15) en un discurso que es una prefiguración de lo que diría también Jesús.
Ahora, Jeremías experimenta que los poderosos, los que están en contra de su misión ysu palabra, quieren “quemar” al profeta. Pretenden “seducirlo” como un día Dios lo había seducido cuando era casi un joven. Es eso mismo lo que pretenden los enemigos. Su vida ha sido un drama, no hay más que hacer un recorrido por su libro: sufrimientos, marginación social y su soledad (cf. 15,10.17; 16,13), persecuciones y las acusaciones que soporta (cf. 11,18-19; 20,10), azotes, torturas, cárcel y condena a muerte de parte de las autoridades (cf. 20,1-6; 26,11; 37,15-16; 38,1-13). Quieren hacer lo que Dios, pero para destruirlo y así el drama es más certero. De ahí que, “seducción” por “seducción”, el profeta prefiere la seducción divina que le quema el alma y las entrañas con verdadero amor.
Por eso Jeremías, a pesar de saber que Dios le ha “arruinado” su vida normal o juvenil, prefiere a Dios; prefiere ponerse en sus manos. Ese es el canto final de esta “confesión” dramática del alma. Es, sí, una lamentación de Jeremías, aunque el texto acaba con una alabanza a Dios. Es una experiencia trágica de la que no se puede librar, porque tiene que seguir siendo fiel a Dios y a los hombres. No puede decir o hablar como los falsos profetas. Se queja a Dios de que lo haya elegido para esta tarea tan difícil y lo haya seducido (20,7). Y una vez seducido, vencido, comprado, se queda con Dios y con su palabra que es lo que puede traer luz a la entraña de la tierra. Por eso la pregunta para nosotros no puede ser otra que ¿se puede seguir persiguiendo a los profetas? Dios, no obstante, suscitará otros como Jeremías.
II.a Lectura (Romanos 5,12-15)
La Lectura de Romanos 5,12-15 es uno de los textos más asombrosos de San Pablo en los que durante mucho tiempo se ha visto una afirmación rotunda del pecado original. Pablo está intentando hacer una lectura midráshica del texto de Gn 1-3, pretendiendo comparar a la humanidad vieja y a la humanidad nueva. La vieja procedente de Adán, la nueva liberada y salvada por Cristo. La actualización del texto de Génesis es muy simple, demasiado simple, pero esa era la forma en que se hacía entonces. Intentaba poner de manifiesto que la muerte se explica por el pecado, pero no ha de entenderse necesariamente la muerte en sentido biológico, sino como el “mysterium mortis” que nos agarra la mente y el corazón. Se trata de la muerte que hay que llorar, pero también que hay que saber “decir” y asumir. Podemos afirmar que es uno de los textos más difíciles de la carta a los Romanos sobre lo que todavía hay mucho por decir y explicar.
Interpretamos hoy que en Adán no ha pecado toda la humanidad, según se tradujo al latín (la Vulgata) el texto griego de Pablo; en Adán (ef ‘ho=in quo). La construcción es difícil: no se debe leer “existe la muerte, porque en él (Adán) todos pecaron”, como interpretó San Agustín, siguiendo a la Vulgata. Preferimos, pues, “existe la muerte, porque todos pecaron”; sería nuestra traducción libre del texto paulino. Es verdad que en el texto sagrado van muy unidos la muerte y el pecado. Pero el pecado debe ser libre, participativo, no simplemente hereditario; el pecado original, pues, debe personalizarse, es decir, debemos ser responsables de lo que hacemos malo. No se trata, pues, de una herencia maldita, como tampoco la muerte biológica viene a serlo, a pesar que de esa forma se piensa en muchos ámbitos humanos y religiosos.
Es verdad que existe un pecado original, y el “tipo” de ello es Adán (aunque Adán no es una persona concreta, sino la humanidad vieja), pero de Pablo no se debería sacar en consecuencia una concepción biológico-hereditaria del pecado y de la muerte. Sin duda que pecamos siguiendo el ejemplo de unos con otros, y en este sentido seguirnos el ejemplo de Adán (=la humanidad vieja) y el pecado nos asoma a la muerte como experiencia trágica, tremenda y tenebrosa de enfrentarnos, a veces, con la realidad última de nuestra existencia. Pero frente a Adán está Cristo que ha traído gracia y la salvación. Estamos constantemente bajo el dominio del pecado, pero con la salvación y la gracia de Cristo somos liberados del pecado y de la muerte sin sentido, porque ésta cobra un sentido nuevo. Solamente en la acción salvadora de Dios en Cristo podemos salir del pecado original (=la humanidad vieja) y ser criaturas nuevas.
Evangelio (Mateo 10,26-33):
El evangelio de Mateo 10,26-33 viene a ser como una respuesta al texto que se lee en la Iª Lectura sobre las confesiones de Jeremías. Allí podíamos sacar en consecuencia que, ante este tipo de experiencias proféticas, el silencio de Dios puede llevar a un callejón sin salida. Ahora, la palabra de Jesús es radical: no temáis a los hombres que lo único que pueden hacer es quitar la voz; pero incluso en el silencio de la muerte, la verdad no quedará obscurecida. Esta es una sección que forma parte del discurso de misión de Jesús a sus discípulos según lo entiende Mateo.
No es un texto cómodo, justamente porque la misión del evangelio debe enfrentarnos con los que quieren callar la verdad, y es que la proclamación profética y con coraje del evangelio, da la medida de la libertad y de la confianza en Dios. Cuando se habla de alternativa radical se entiende que hay que sufrir las consecuencias de confiar en la verdad del evangelio de Jesús. Aunque la verdad no está para herir, ni para matar, ni siquiera para condenar por principio, sino a “posteriori”, es decir, cuando se niega la esencia de las cosas y del ser.
Se ha de tener muy presente, en la lectura del texto, que no es más importante el profeta que su mensaje, ni la misión del evangelizador que el evangelio mismo. Por eso es muy pertinente la aclaración de: lo que “os digo en secreto” -que es la “revelación” de la verdad del evangelio y del reino de Dios, mensaje fundamental de Jesús-, no lo guardéis para vosotros. Eso es lo que se debe proclamar públicamente, porque los demás también deben experimentarlo y conocerlo. No está todo en una adhesión personal, sino en el sentido “comunicativo”. La dialéctica entre secreto/proclamación no obedece a los parámetros de los “mass media”, sino más bien a la simbología bíblica de luz/tinieblas que se experimenta en la misma obra de la creación y transformación del caos primigenio. Es como una autodonación, tal como Dios hizo al principio del mundo.
Tampoco está todo en hacer una lectura de la verdad del evangelio con carácter “expansivo”, sino transformador. De esa manera cobran sentido las palabras sobre los mensajeros, las dificultades de ser rechazados y la exhortación a una “autoestima” cuando se lleva en el alma y en el corazón la fuerza de la verdad que ha de trasformar el mundo y la historia. Jesús pronunció estas palabras recogidas por Mateo, en el discurso de misión, sabiendo que el rechazo de los mensajeros estaba asegurado. Por eso se debe tener el “temple profético” para dejarse seducir por Dios y no por el temor a los poderosos de este mundo. No se trata solamente de ser combativos, dispuestos a la polémica, sino de creer en la verdad del evangelio que, no mata, sino que trasforma.
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