Un año de guerra en Ucrania. Dolor y llamamientos de Francisco
Recorremos los doce meses transcurridos desde la invasión del país del Este europeo a través de las palabras del Papa Francisco, que siempre ha pedido no olvidar al pueblo ucraniano, martirizado por un conflicto “absurdo y cruel”, y a no acostumbrarse a la barbarie de las armas
Amedeo Lomonaco – Ciudad del Vaticano
Es el 24 de febrero de 2022: mientras el mundo comienza a salir de la tormenta de la pandemia, se lanza la ofensiva militar de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa en Ucrania. La víspera, en la audiencia general, el Papa Francisco hace un llamamiento con “gran dolor en el corazón por el empeoramiento de la situación”:
“Quisiera hacer un llamamiento a quienes tienen responsabilidades políticas, para que hagan un serio examen de conciencia ante Dios, que es el Dios de la paz y no de la guerra”
Pero prevalece la lógica opuesta, la de las armas. Al amanecer del 24 de febrero, las tropas rusas reciben la orden de invadir Ucrania. La decisión llega poco después del reconocimiento de las repúblicas separatistas del Dombás situadas en territorio ucraniano, Donetsk y Lugansk. Durante estos doce meses sacudidos por la guerra, el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, reiteró en varias ocasiones la disposición de la Santa Sede a mediar y a hacer todo lo posible para favorecer una vía de diálogo y cooperación.
Abrir fronteras, corazones y puertas a los ucranianos que huyen
Tras el estallido del conflicto, los llamamientos del Papa se convirtieron en súplicas incesantes: “Varias veces hemos rezado – dijo Francisco a la hora del Ángelus del 27 de febrero – para que no se tome este camino. Y no dejamos de rezar, al contrario, suplicamos a Dios más intensamente”. El 2 de marzo es la jornada de oración y ayuno, promovida por el Santo Padre, por la paz en Ucrania. Al poder de la oración se ha unido desde los primeros días del conflicto otro rostro alentador: el de la solidaridad.
En la audiencia general del 2 de marzo, el Pontífice, al saludar a los fieles polacos, les recordó que los ciudadanos de Polonia fueron los primeros en apoyar a Ucrania abriendo sus fronteras, sus corazones y las puertas de sus casas “a los ucranianos que huían de la guerra”.
Ríos de sangre y lágrimas
El Papa pide la apertura de corredores humanitarios, para “garantizar y facilitar el acceso de la ayuda a las zonas asediadas”. A la hora del Ángelus del 6 de marzo, Francisco retrató el conflicto, en su cruda realidad, con estas palabras:
“En Ucrania corren ríos de sangre y lágrimas. No se trata sólo de una operación militar, sino de una guerra, que siembra muerte, destrucción y miseria”
“Las víctimas son cada vez más numerosas, así como las personas que huyen, especialmente madres y niños”. El Pontífice recordó también que dos cardenales fueron al país devastado por la guerra “para servir a la gente, para ayudar”. Se trata de los cardenales Konrad Krajewski y Michael Czerny.
En misión en nombre del Papa
Los dos purpurados son enviados directamente por el Papa como sus representantes para llevar solidaridad y cercanía a los refugiados y a las víctimas de la guerra. Su presencia, dice el Pontífice en ese Ángelus del 6 de marzo, “no es sólo del Papa, sino de todo el pueblo cristiano que quiere acercarse y decir: ¡La guerra es una locura! ¡Basta, por favor! Miren esta crueldad”.
El Cardenal Czerny se reúne con los refugiados que huyen de los centros de acogida de Hungría y cruza la frontera hasta el pueblo ucraniano de Beregove.
Durante este año de guerra, las misiones del cardenal Krajewski son varias. En una de ellas, en septiembre, el limosnero papal se ve envuelto en un tiroteo. Pero la misión no se detiene y el cardenal sigue llevando ayuda, alimentos, rosarios y la bendición de Francisco para que nadie se sienta solo. Reza ante los numerosos cuerpos enterrados en fosas comunes en Izyum.
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