Audiencia General: El Papa recuerda a Benedicto XVI, “maestro de catequesis”
María Cecilia Mutual – Vatican News
Antes de comenzar la primera catequesis del 2023, el Papa Francisco dirigió su pensamiento a Benedicto XVI, a quien rinden homenaje miles de fieles, a poca distancia del Aula Pablo VI:
En la audiencia general del primer miércoles de enero, Francisco concluyó el ciclo de catequesis dedicado al tema del discernimiento, completando el discurso “sobre las ayudas que pueden y deben sostenerlo”, entre las que destaca el “acompañamiento espiritual importante en primer lugar para el conocimiento de uno mismo, que hemos visto que es una condición indispensable para el discernimiento”.
El Papa señala que es esencial ante todo “darse a conocer”, incluso en la propia fragilidad:
Es importante, en primer lugar, darnos a conocer, sin tener miedo a compartir los aspectos más frágiles, en los que nos descubrimos más sensibles, débiles o temerosos de ser juzgados. La fragilidad es, en realidad, nuestra verdadera riqueza, que debemos aprender a respetar y acoger, porque, ofrecida a Dios, nos hace capaces de ternura, de misericordia, de amor. Nos hace humanos. No es casualidad que la primera de las tres tentaciones de Jesús en el desierto -la relacionada con el hambre- intente robarnos nuestra fragilidad, presentándonosla como un mal del que hay que deshacerse, un impedimento para ser como Dios. En cambio, es nuestro tesoro más preciado: de hecho, Dios, para hacernos semejantes a Él, quiso compartir hasta el final nuestra fragilidad.
Las conversaciones clarificadoras y liberadoras de Jesús
Evidenciando que el acompañamiento espiritual “ayuda a desenmascarar incluso graves malentendidos en nuestra consideración de nosotros mismos y en nuestra relación con el Señor”, Francisco recuerda cuantas veces el Evangelio relata conversaciones de Jesús, que se convierten en una experiencia de salvación, de perdón, como es el caso de la samaritana, la de Zaqueo, la de la mujer pecadora, la de Nicodemo, la de los discípulos de Emaús.
Contar al frente de otra persona lo que hemos vivido o lo que buscamos ayuda, en primer lugar, a aportar claridad en nuestro interior, sacando a la luz los muchos pensamientos que nos habitan y que a menudo nos perturban con sus insistentes estribillos: “Lo he hecho todo mal, no valgo nada, nadie me comprende, nunca tendré éxito, estoy destinado al fracaso”, etcétera. Pensamientos falsos y venenosos, que la confrontación con los demás ayuda a desenmascarar, para sentirnos amados y estimados por el Señor por lo que somos, capaces de hacer cosas buenas por Él. Descubrimos con sorpresa formas distintas de ver las cosas, signos de bondad que siempre han estado presentes en nosotros.
El Santo Padre subraya a continuación que “quien acompaña no sustituye al Señor, no hace el trabajo en lugar del acompañado” sino que “camina a su lado”, animándolo a leer lo que se mueve en su corazón. El acompañamiento – añade el Pontífice – puede ser fructífero si, por ambas partes, hemos experimentado la filiación y la fraternidad espiritual. Y para ello es indispensable formar parte de una comunidad itinerante:
Como en el relato evangélico del paralítico, a menudo somos sostenidos y curados gracias a la fe de otra persona (cf. Mc 2,1-5); otras veces, somos nosotros quienes asumimos ese compromiso en nombre de un hermano o una hermana. Sin una experiencia de filiación y fraternidad, el acompañamiento puede dar lugar a expectativas irreales, malentendidos y formas de dependencia que dejan a la persona en un estado infantil.
María, maestra de discernimiento
“La Virgen María es maestra de discernimiento: habla poco, escucha mucho y guarda su corazón”, afirma el Obispo de Roma. “Y las pocas veces que habla, deja huella”. Siempre señala a Jesús: En el Evangelio de Juan – evidencia el Papa – hay una frase muy breve pronunciada por María que es una consigna para los cristianos de todos los tiempos: “Hagan lo que Él les diga”.
Hacer lo que Jesús nos dice. María sabe que el Señor habla al corazón de cada uno, y nos pide que traduzcamos esta palabra en acciones y opciones. Ella supo hacerlo mejor que nadie, y de hecho está presente en los momentos fundamentales de la vida de Jesús, especialmente en la hora suprema de su muerte en la cruz.
El arte del discernimiento, don de Dios
“Queridos hermanos y hermanas, el discernimiento es un arte, – precisa Francisco – un arte que se puede aprender y que tiene sus propias reglas. Si se aprende bien, permite vivir la experiencia espiritual de manera cada vez más bella y ordenada. Ante todo, el discernimiento es un don de Dios, que hay que pedir siempre, sin presumir nunca de experto y autosuficiente”.
El Papa concluye con una exhortación que nos recuerda constantemente el Evangelio: “No temas”.
“¡No temas!”, nos repite el Señor también a nosotros: si confiamos en su palabra, jugaremos bien el juego de la vida, y podremos ayudar a los demás. Como dice el Salmo, su Palabra es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino.
¡Quien cree nunca está solo!
Tras la catequesis, saludando a los peregrinos de lengua alemana, el Papa Francisco retomó las palabras “de nuestro querido difunto Benedicto XVI”: “¡Quien cree nunca está solo! Quien tiene a Dios por Padre tiene muchos hermanos y hermanas. En estos días experimentamos de manera especial cuán universal es esta comunidad de fe y que no termina ni siquiera con la muerte”.
Como los magos de Oriente, caminar con confianza hacia Jesús
Dirigiéndose a los peregrinos de lengua española el Papa Francisco recordó la próxima fiesta de la Epifanía: “Pidamos a la Virgen María, maestra de discernimiento, que nos ayude a crecer en la vida interior y a caminar, como los magos de Oriente, confiando en las mediaciones que nos guían hacia su Hijo Jesús”.
No nos cansemos de rezar por el pueblo ucraniano
Por último, el Pontífice exhortó a todos a “perseverar en la cercanía afectuosa y solidaria con el martirizado pueblo ucraniano, que tanto sufre, invocando para él el don de la paz”. “No nos cansemos de rezar. El pueblo ucraniano sufre – añadió sin texto – los niños ucranianos sufren”. Tras la bendición apostólica precedida del Padre Nuestro en latín, un grito compartido por muchos fieles resonó en el Aula Pablo VI: ¡Benedicto! ¡Benedicto!
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