julio 31, 2022 in Actualidad

Ignacio de Loyola encontró la verdadera libertad cuando aprendió a escuchar la voz de Dios

Ignacio de Loyola encontró la verdadera libertad cuando aprendió a escuchar la voz de Dios. Fue un proceso que llevó mucho tiempo. Ocurrió después de ser herido casi mortalmente en una batalla. Sus piernas -y sus sueños para sí mismo- se hicieron añicos.

¿Te ha sucedido alguna vez? No literalmente, por supuesto, esperamos.

Pero la vida da muchas vueltas. Nunca resulta como esperábamos. ¿Cómo la has afrontado? ¿Te has sentido decepcionado? ¿Amargado? ¿O te has animado a tomar nuevas direcciones y a encontrar nuevas esperanzas y fe… e incluso amor?

La verdadera libertad consiste en ser libre de ti mismo, en no ponerte en el centro, sino en poner a Cristo en el centro de tu vida.

Ignacio encontró la verdadera libertad y, aprendiendo de su experiencia, podemos sugerir ocho caminos hacia la verdadera libertad.

1. Examen

Un término ignaciano que significa tomarte un tiempo para notar dónde estás; dónde está tu corazón; cómo está tu corazón. ¿Qué es lo que te ha atraído y te atrae a niveles superficiales… y a niveles más profundos? De ese modo, podrás aumentar gradualmente tu conciencia; descubrir tu ser más profundo y aprender a moverte en esos espacios más profundos. Aprenderás a ver más fácilmente dónde has estado respondiendo a la llamada de Dios en tu vida, y dónde te has alejado de Él.

2. La imaginación

Ignacio dice que tu imaginación puede ser una forma de unir tu historia con la de Jesús. Claro, nuestra imaginación puede llevarnos por el mal camino de todas las maneras. ¡Asusta! Pero también puede salvarnos. ¿Cómo? Ignacio dice: imagina que tu vida avanza con Jesús. Imagínate a ti mismo en la piscina, mientras Jesús llega… y te cura (Jn. 5, 1-15). Imagínate que tus amigos te dejan caer por el tejado… y te curan (Lc. 5, 17-26). Imagina un nuevo comienzo.

Deja que tus sueños para ti cambien al entrar en contacto con los sueños de Dios para ti. ¿Puedes arriesgarte? Así como Él habló y caminó y ayudó y sanó, podemos imaginarnos escuchándolo, siendo transformados gradualmente… y luego haciendo lo mismo, saliendo cada día, de la mano con Él; aprendiendo a vivir y a amar como Él lo hizo; a ser para los demás como Él lo fue. Es un viaje de por vida. Pero puede empezar ahora.

 

3. Encontrar un guía espiritual

Si vamos solos -la tendencia tan moderna- podemos tomar caminos equivocados. Pero no nos damos cuenta hasta que es demasiado tarde y nos hemos perdido en la niebla. Pero si vas con alguien, si aprendes a confiar en alguien, si te arriesgas a compartir lo que te pasa por dentro… te sorprenderás. Quedarás asombrado de la sabiduría de otras personas y de cómo el Espíritu de Dios se mueve en nosotros. Otras personas a menudo ven cosas que son puntos ciegos para nosotros. Por supuesto, si confías en personas que no son dignas de confianza o que no son realmente muy sabias, acabarás teniendo problemas. Así que busca un guía sabio -un mentor sabio-, puede ser un amigo cercano; puede ser un sacerdote; puede ser un hermano o hermana religiosa; puede ser alguien que tenga un buen sentido común. Santa Teresa de Ávila decía: “Dadme a alguien que tenga mucho sentido común, antes que a alguien espiritual”. Inténtalo.

4. Lleva un diario

El diario es el lugar en el que llevas un registro de ti mismo y de tus altibajos, de tu avance o retroceso. Ignacio era un gran entusiasta del diario. Sabía que nos olvidamos fácilmente de las cosas. Especialmente nos olvidamos de ser agradecidos. Volvemos a nuestro defecto, que es… bueno… encontrar fallos en uno mismo y en los demás. Llevar un diario puede ayudarte a darte cuenta de cuándo estás bloqueado; puede ayudarte a darte cuenta de cuándo has avanzado; puede ayudarte a darte cuenta de lo que está pasando dentro de ti cada día. Nos distraemos mucho con las redes sociales, con la televisión, con las películas, con las compras. Escribir un diario te ayuda a dejar todo eso y a buscar algo más profundo y a estar agradecido.

5. Salir a ayudar a otras personas

¿Qué tal si una vez a la semana trabajas en un refugio para personas sin hogar durante una o dos horas, o a la hora de comer ayudas en un comedor social? No hace falta que te lleve todo el día; no hace falta que te lleve toda la semana; no hace falta que sea dramático. Pero puede abrirte los ojos hacia personas que están fuera de tu propia “burbuja”. Puede liberarte para que pienses de forma diferente sobre el mundo y sobre otras personas. Puede liberarte de tus prejuicios. Verás con nuevos ojos. Incluso puedes descubrir un nuevo “tú”; un tú liberado. San Ignacio dijo: “El amor se muestra más en las obras que en las palabras”. Todos estamos llamados a ser personas para los demás, es decir: al servicio del otro.

6. Descubre el líder que llevas dentro

Sí, todos somos líderes. Puede que no seas líder en un puesto alto de una empresa o en una compañía de Silicon Valley. A menudo nos han lavado el cerebro para que pensemos que ellos son los verdaderos líderes: los poderosos, los (auto)importantes, los que mandan, los que saben hacer valer su autoridad. Pero Jesús invirtió todo eso y dijo que eso no es el verdadero liderazgo, el liderazgo del Evangelio. El liderazgo evangélico consiste en servir, escuchar, amar, imaginar, abrazar y perdonar. Con esos criterios, todos somos líderes potenciales. Puedes ser un líder en tu familia; puedes ser un líder en tu comunidad local. Un padre puede ser un líder para sus hijos y una madre un líder para los suyos.

7. Lee la Biblia todos los días

Una forma práctica de hacerlo es simplemente seguir las lecturas del día propuestas para la Eucaristía y que puedes conseguir en Internet en cualquier búsqueda. Y cuando las hayas encontrado, busca un lugar tranquilo, enciende una vela y lee despacio. Y luego… fíjate. Observa qué frase o palabra te llama la atención. Puede que tu mente divague en todo tipo de direcciones. Pero poco a poco serás capaz de apreciar lo que es más vital para ti, el amor que da energía a tu vida, los bloqueos a ese amor. La Biblia, leída en oración, puede ser una especie de barómetro. No la leas como un conjunto de instrucciones morales que tú cumples (o a menudo no cumples). Léela y… deja que te conmueva. ¡Eso es el Espíritu!

8. El discernimiento

El discernimiento consiste en encontrar la llamada de Dios en tu vida y resume todos los demás puntos anteriores. Tú disciernes escuchándote a ti mismo. Tú disciernes escuchando a los demás. Tú disciernes imaginando un mundo diferente y un tú diferente en ese mundo. Tú disciernes a través del servicio. Todo esto es una aportación para tu discernimiento. Pero lo más importante es que disciernes escuchando al Espíritu que siempre está actuando en los siete puntos mencionados anteriormente. Se trata de aprender qué viene de Dios y qué viene del mal espíritu y elegir a Dios.




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