Lecturas del día 19 de Mayo de 2022
Primera Lectura
Por aquellos días, después de una larga discusión sobre el asunto de la circuncisión, Pedro se levantó y dijo a los apóstoles y a los presbíteros:
“Hermanos: Ustedes saben que, ya desde los primeros días, Dios me eligió entre ustedes para que los paganos oyeran, por mi medio, las palabras del Evangelio y creyeran. Dios, que conoce los corazones, mostró su aprobación dándoles el Espíritu Santo, igual que a nosotros. No hizo distinción alguna, ya que purificó sus corazones con la fe.
¿Por qué quieren irritar a Dios imponiendo sobre los discípulos ese yugo, que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido soportar? Nosotros creemos que nos salvaremos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos’’.
Toda la asamblea guardó silencio y se pusieron a oír a Bernabé y a Pablo, que contaban las grandes señales y prodigios que Dios había hecho entre los paganos por medio suyo. Cuando terminaron de hablar, Santiago tomó la palabra y dijo:
“Hermanos, escúchenme. Pedro nos ha referido cómo, por primera vez, se dignó Dios escoger entre los paganos un pueblo que fuera suyo. Esto concuerda con las palabras de los profetas, porque está escrito: Después de estos sucesos volveré y reconstruiré de nuevo la casa de David, que se había derrumbado; repararé sus ruinas y la reedificaré, para que el resto de los hombres busque al Señor, lo mismo que todas las naciones que han sido consagradas a mi nombre. El Señor que hace estas cosas es quien lo dice. Él las conoce desde la eternidad.
Por lo cual, yo juzgo que no se debe molestar a los paganos que se convierten a Dios; basta prescribirles que se abstengan de la fornicación, de comer lo inmolado a los ídolos, la sangre y los animales estrangulados. Si alguien se extraña, Moisés tiene, desde antiguo, quienes lo predican en las ciudades, puesto que cada sábado se lee en las sinagogas’’.
Salmo Responsorial
R. (cf 3) Cantemos la grandeza del Señor. Aleluya.
Cantemos al Señor un canto nuevo,
que le cante al Señor toda la tierra;
cantemos al Señor y bendigámoslo.
R. Cantemos la grandeza del Señor. Aleluya.
Proclamemos su amor día tras día,
su grandeza anunciemos a los pueblos,
de nación en nación, sus maravillas.
R. Cantemos la grandeza del Señor. Aleluya.
Caigamos en su templo de rodillas.
“Reina el Señor”, digamos a los pueblos,
gobierna a las naciones con justicia.
R. Cantemos la grandeza del Señor. Aleluya.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor;
yo las conozco y ellas me siguen.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena”.
Palabra de Dios, te alabamos Señor
Reflexión
Dios, que penetra los corazones mostró su aprobación -a la conversión de los gentiles-dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros
El relato de esta primera lectura presenta la clausura de la “fuerte discusión” que surgió entre los apóstoles más significativos sobre el acceso a la comunidad y fe cristiana de los provenientes de la gentilidad: ¿estaban obligados a cumplir las prescripciones de los judíos, emanadas de los libros del Antiguo Testamento y tradiciones posteriores? Sabemos que Pablo, fariseo él, no exigió que se sometieran a esas prescripciones. A Pedro le costó convencerse de ello. Santiago era claramente opuesto a que los cristianos prescindieran de ellas. Fueron horas de reflexión, diálogo: el llamado Concilio de Jerusalén. Al fin, en la lectura de hoy leemos el acuerdo que comunica Santiago, que preside la comunidad de Jerusalén. Ha habido algunas concesiones de Pablo y Pedro sobre las prescripciones relativas a los alimentos, que se mantienen para no escandalizar a los judeocristianos; son decisiones más bien profilácticas, no comer carne no sangrada. Los responsables de las nuevas comunidades han sabido dialogar, han sido capaces de prescindir de lo heredado y cumplido fielmente antes conocer a Jesús de Nazaret; se han dejado llevar por el Espíritu, no por sus preconcebidas ideas, han sido generosos, se han escuchado. Ese estilo conciliar es el que en nuestros días el Papa quiere que sea el espíritu que mueva el Sínodo en el que esta la Iglesia inmersa. Es necesario para la fidelidad de la Iglesia Cristo y a la sociedad. A esta le da, con ese espíritu de sinodal, un ejemplo, un testimonio de la necesidad de escucharse, abrirse a las ideas, sentimientos del otro, y caminar juntos, sinodalmente.
Podemos preguntarnos: ¿cómo estamos cooperando en la reflexión comunitaria que se nos pide para lograr caminar juntos, tras haber reflexionada y orado juntos, para ayudar a construir una Iglesia sinodal?
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a la plenitud
Una vez más Juan recoge palabras de Jesús en las que insiste en el amor. Un amor que se inicia en el amor del Padre a él, que Jesús transmite a los discípulos. Amor, que no es amorío de tanta intensidad, como perentorio; es amor que exige fidelidad, madurez, compromiso de todo el ser, que se manifiesta en las obras, en lo que piden los mandamientos, que el mismo Jesús guardó. Ser fiel a estos mandamientos asegura la permanencia en el amor. La reacción a este amor, que se manifiesta en obras, es la alegría.
Esta última apreciación merece una leve consideración. La alegría no exige la correspondencia en el amor. Esta es reacción lógica que espera el que ama, ser amado por quien ama. Pero no es imprescindible: el hecho de amar, de amar con un sentimiento sincero que impulsa a la acción, a la generosidad, a darse, a entregarse, es ya motivo de alegría, sin exigir la compensación afectiva del otro…, que siempre se agradecerá. Es una manifestación más de que obrar bien, actuar de manera propia de la dignidad humana, nuestra y de los demás, vista a luz del mensaje y vida de Jesús, es hondo motivo de alegría. En nuestra espiritualidad hemos juzgado necesario con la compensación o premio de nuestras buenas obras, sea aquí en la tierra o en el cielo, y nos olvidamos de que la bondad es la razón más fuerte para la alegría. Que nada nos ha de alegrar más que actuar, sentir de acuerdo con los valores del Evangelio.
El texto nos invita a que esa palabra tan usada, manoseada, abusada, como es el amor, la reconsideremos. ¿Qué es el amor en nosotros? Qué exigimos del amor: ¿compensaciones o solo eso, amar? Si es sentimiento auténtico y hondo, ¿cómo se manifiesta en la vida de cada día, en concreto respecto a los demás?
Hoy celebra la Iglesia y de modo especial las Dominicas de la Anunciata la fiesta de su fundador San Francisco Coll. La Familia dominicana se une a la celebración. El P. Coll pasó por dificultades para llegar a ser dominico. Ya dominico, predicador, sufrió la disolución de las comunidades por las leyes de la desamortización. Ello no evito que se dedicara a la predicación popular, desde un sentir cariñoso hacia su pueblo. Que se manifestó en buscar cómo dar educación a la infancia desatendida, pobre. De ahí surgieron la Dominicas de la Anunciata. El P. Coll se movió por amor a los sencillos, pobres, en ellos amó a Dios. Y vivió la alegría de amar.
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