Lecturas del día 1 de Marzo de 2022
Primera Lectura
Querido hermano: Haz lo posible por venir a verme cuanto antes, pues Dimas, prefiriendo las cosas de este mundo, me ha abandonado y ha partido a Tesalónica. Crescencio se fue a Galacia, y Tito, a Dalmacia. El único que me acompaña es Lucas. Trae a Marcos contigo, porque me será muy útil en mis tareas. A Tíquico lo envié a Éfeso.
Cuando vengas, tráeme el abrigo que dejé en Tróade, en la casa de Carpo. Tráeme también los libros y especialmente los pergaminos.
Alejandro, el herrero, me ha hecho mucho daño. El Señor le dará su merecido. Cuídate de él, pues se ha opuesto tenazmente a nuestra predicación.
La primera vez que me defendí ante el tribunal, nadie me ayudó. Todos me abandonaron. Que no se les tome en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara claramente el mensaje de salvación y lo oyeran todos los paganos.
Salmo Responsorial
R. (12a) Señor, que todos tus fieles te bendigan.
Que te alaben, Señor, todas tus obras
y que todos tus fieles te bendigan.
Que proclamen la gloria de tu reino
y den a conocer tus maravillas.
R. Señor, que todos tus fieles te bendigan.
Que muestren a los hombres tus proezas,
el esplendor y la gloria de tu reino.
Tu reino, Señor, es para siempre
y tu imperio, por todas las generaciones.
R. Señor, que todos tus fieles te bendigan.
Siempre es justo el Señor en sus designios
y están llenas de amor todas sus obras.
No está lejos de aquellos que lo buscan;
muy cerca está el Señor, de quien lo invoca.
R. Señor, que todos tus fieles te bendigan.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Yo los he elegido del mundo, dice el Señor,
para que vayan y den fruto y su fruto permanezca.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús designó a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; yo los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero ni morral ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa digan: ‘Que la paz reine en esta casa’. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios’ ”.
Palabra de Dios, te alabamos Señor
Reflexión
Hermanas y hermanos
El evangelio de hoy tiene como contexto el camino. Es el camino que Jesús emprende hacia Jerusalén, con sus discípulos; el camino hacia la cruz. Y un camino implica siempre movimiento, avanzar. Por eso, en ese camino Jesús quiere ir enseñando a los suyos qué significa y qué implica seguirle.
El relato de hoy se encuentra justo a continuación del diálogo de Jesús con una persona que desea encontrar el camino de la vida eterna y quiere saber qué es lo que tiene que hacer. Como decíamos ayer, es una persona buena, cumplidora de la Ley, pero se siente apegada a sus bienes, que debían ser muchos, y por ello es incapaz de aceptar la invitación de Jesús a desprenderse de sus riquezas para poner toda su confianza en Él, que es en definitiva el fundamento del seguimiento.
Ante la negativa de aquel joven a seguirle, Jesús reflexiona con sus discípulos lo difícil que es para algunas personas liberarse de los bienes materiales y poner toda su confianza en el Señor; qué difícil es para algunas personas entrar al Reino de Dios porque sus seguridades están puestas en otra cosa y no en Dios.
En ese contexto, hay dos reacciones distintas que nos relata el evangelio de hoy. Por una parte, los discípulos siguen anclados en una mentalidad de “la recompensa al mérito” y por eso, frente a la incapacidad del hombre rico, ellos se sienten orgullosos de sí por “haberlo dejado todo” para seguir a Jesús. ¿Cómo no esperar por parte del Señor el premio a su entrega?
Al lado de esta reacción, tan humana, tan nuestra, descubrimos la de Jesús que mira con cariño a esa persona que se aleja de Él y que además se va entristecida; que nos hace consciente del difícil camino de la libertad interior frente a todo lo que nos ata, si sólo nos apoyamos en nuestras fuerzas; que nos abre a la desmesura del don de Dios, que nunca es proporcional a nuestra entrega y que nos desconcierta ya que para Él, en su misericordia infinita, “muchos últimos serán primeros y muchos primeros últimos”; que nos reorienta la visión para descubrir que ganar, en realidad, no es tener más de lo mismo, sino entrar en una dinámica de relaciones con los otros, con uno mismo, con Dios y con la creación que pasa por vivir desde el servicio y la entrega de sí, y esto implica con frecuencia conflicto y dificultades, implica asumir la cruz que nos llega cuando tratamos de vivir en autenticidad, desde el amor.
Jesús hace una promesa, para aquellos que viven en su seguimiento y han relativizado el resto de sus bienes “por Él y por el evangelio” (no basta cualquier motivación). Para ello hace alusión a un premio en dos etapas: en el presente, en este tiempo histórico que vivimos hoy; y en el futuro, en aquello que llamamos el tiempo escatológico, la otra vida. Dios siempre nos sorprende y nos desborda con sus regalos. La promesa de la recompensa es desproporcionada respecto a la renuncia realizada: el ciento por uno.
Jesús promete que quien renuncia a alguna de las cosas de la lista: casa, hermanas o hermanos va a recibir todas ellas. Todas las relaciones familiares y las cosas que dejó para seguirle, las encuentra ahora en la comunidad de vida junto a otros seguidores de Jesús; ellos son su familia y con ellos disfruta de los bienes compartidos. El seguimiento implica participar de una comunidad de vida y de bienes, pero también lleva consigo la participación en el destino de Jesús, mediante las persecuciones, lo que hace que esta etapa histórica de la recompensa no sea definitiva. Esta se realizará en la otra vida, en la que recibiremos la vida eterna o lo que es lo mismo, los valores del Reino llegarán a su plenitud.
Que Dios los bendiga y los proteja.
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