Lecturas del día 24 de Febrero de 2022
Primera Lectura
Lloren y laméntense, ustedes, los ricos, por las desgracias que esperan. Sus riquezas se han corrompido; la polilla se ha comido sus vestidos; enmohecidos están su oro y su plata, y ese moho será una prueba contra ustedes y consumirá sus carnes, como el fuego. Con esto ustedes han atesorado un castigo para los últimos días.
El salario que ustedes han defraudado a los trabajadores que segaron sus campos está clamando contra ustedes; sus gritos han llegado hasta el oído del Señor de los ejércitos. Han vivido ustedes en este mundo entregados al lujo y al placer, engordando como reses para el día de la matanza. Han condenado a los inocentes y los han matado, porque no podían defenderse.
Salmo Responsorial
R. (Mt 5, 3) Dichosos los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
Como bestias sumisas, pastoreadas
por la muerte en el reino de los muertos,
así terminarán los que confían
en sí mismos y viven satisfechos. R.
R. Dichosos los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
Se desvanece al punto su figura
y morarán por siempre en el abismo.
En cambio, Dios me salvará la vida,
me llevará consigo. R.
R. Dichosos los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
No te inquietes cuando alguien se enriquece
y aumentan las riquezas su poder.
Nada podrá llevarse, cuando muera,
ni podrá su poder bajar con él. R.
R. Dichosos los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
Aunque feliz se sienta mientras viva
y por pasarla bien todos lo alaben,
ahí donde jamás verá la luz
descenderá a reunirse con sus padres. R.
R. Dichosos los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Reciban la palabra de Dios, no como palabra humana,
sino como palabra divina, tal como es en realidad.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Todo aquel que les dé a beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no se quedará sin recompensa.
Al que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le valdría que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar.
Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela; pues más te vale entrar manco en la vida eterna, que ir con tus dos manos al lugar de castigo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo; pues más te vale entrar cojo en la vida eterna, que con tus dos pies ser arrojado al lugar de castigo. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo; pues más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al lugar de castigo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Todos serán salados con fuego. La sal es cosa buena; pero si pierde su sabor, ¿con qué se lo volverán a dar? Tengan sal en ustedes y tengan paz los unos con los otros”.
Palabra de Dios, te alabamos Señor
Reflexión
Hermanas y hermanos
En el evangelio que acabamos de escuchar se hace una recopilación de varios dichos de Jesús. De todos y cada uno de ellos podemos hacer una larga reflexión, porque la Palabra de Jesús es siempre viva y eficaz. En el fondo, se trata de entender cómo tenemos que vivir para ser coherentes con nuestra fe en todos los momentos de nuestra vida.
Desde la clave de la primera lectura, donde se critica a los que sólo viven para el dinero, a cualquier precio, incluso pasando por encima de los demás y abusando de ellos, podemos entender la llamada a ser generosos, aunque sea sólo dando un vaso de agua a quien lo necesite. Ninguna de las buenas obras que hacemos queda sin recompensa; hasta el gesto más pequeño de generosidad es recompensado. Por eso, no debemos ser avaros o idólatras del dinero. No hace falta ser millonario para caer en esta trampa de la tacañería o de la avaricia. Hoy podemos revisar cuánto nos cuesta dejar nuestras cosas o dar una pequeña ayuda, cuando nos lo piden. A lo mejor no somos tan pobres de espíritu como deberíamos.
Los siguientes consejos o advertencias de Jesús nos recuerdan que debemos siempre estar alerta, para evitar los motivos de escándalo que provienen de dentro de cada persona. Está muy claro que no hay que amputar nada (el filósofo Orígenes, en el siglo segundo, se lo tomó al pie de la letra, el pobre), sino que se trata de intentar controlar las ganas de dominar a los demás, como sugieren las referencias al pie o a la mano, o los malos deseos y los planes egoístas, que se insinúan en la imagen del ojo. Sabemos que por la vista entran muchos de los malos deseos que después se alojan en nuestros corazones, querámoslo o no.
Ser luz del mundo y sal de la tierra. “Eres del mundo la sal”, decía una canción del musical “Godspell”, hace algunos años. Una sal mojada ya no sirve para nada. La sal es una sustancia que, en su momento, fue muy valiosa, para conservar los alimentos. Nos ha llegado, incluso, la palabra “salario”. Ser la sal de la tierra no es tarea fácil. He conocido a mucha gente que, al comenzar el camino de la fe, arranca con mucha fuerza, pero va perdiendo fuerza poco a poco, hasta que, ante las primeras frustraciones, renuncian a seguir. Su sal se ha mojado, ya no sirve para nada.
Es un riesgo que nos puede afectar a todos, incluso a las personas que hemos recorrido bastante el camino de la fe: el cansancio, el pensar que lo que hacemos no tiene mucho sentido, no verle fruto a lo que hacemos. Pero, a pesar de todo, somos la sal de la tierra. Si se nos olvida echar sal en la comida, nos sabe rara. Se echa de menos. Sin nuestra aportación, el mundo será más soso. Se echará de menos, y, cuando llegue el momento de encontrarnos con el Señor, tendremos que responder también. Ojalá hayamos repartido toda la sal que llevamos dentro, y hayamos vivido en paz con todos los que nos rodean. Que no es un mal propósito.
Que Dios los bendiga y los proteja.
Deja una respuesta