Lecturas del día 9 de Febrero de 2022
Primera Lectura
En aquellos días, la reina de Sabá oyó hablar de la fama de Salomón y quiso cerciorarse personalmente de su sabiduría, haciéndole algunas preguntas sutiles. Llegó, pues, a Jerusalén con una gran caravana de camellos cargados de perfumes, oro en gran cantidad y piedras preciosas. Entró en el palacio de Salomón y le hizo al rey las preguntas que había preparado. Salomón respondió a todas, de modo que no dejó de contestar ni la más difícil.
Cuando la reina de Sabá comprobó la sabiduría de Salomón y vio el palacio que había construido, los manjares de su mesa, las habitaciones de sus servidores, el porte y los vestidos de sus ministros, sus coperos y los sacrificios que ofrecía en el templo del Señor, se quedó maravillada y dijo al rey:
“De veras es cierto lo que en mi país me habían contado de ti y de tu sabiduría. Yo no quería creerlo, pero ahora que estoy aquí y lo veo con mis propios ojos, comprendo que no me habían dicho ni la mitad, pues tu sabiduría y tu prosperidad superan todo cuanto oí decir.
Dichoso tu pueblo y dichosos estos servidores tuyos, que siempre están en tu presencia y escuchan tu sabiduría. Bendito sea el Señor, tu Dios, que se ha complacido en ti y que por el amor eterno que le tiene a Israel, te ha elegido para colocarte en el trono de Israel y te ha hecho rey para que gobiernes con justicia”.
La reina le regaló a Salomón cuatro toneladas de oro y gran cantidad de perfumes y de piedras preciosas; nunca hubo en Jerusalén tal cantidad de perfumes como la que la reina de Sabá le obsequió a Salomón.
Salmo Responsorial
R. (30a) Rectas y sabias son las palabras del justo.
Pon tu vida en los manos del Señor,
en él confía,
y hará que tu virtud y tus derechos
brillen igual que el sol de mediodía. R.
R. Rectas y sabias son las palabras del justo.
Rectas y sabias son
las palabras del justo.
Lleva en su corazón la ley de Dios,
sus pasos son seguros. R.
R. Rectas y sabias son las palabras del justo.
La salvación del justo es el Señor;
en la tribulación él es su amparo.
A quien en él confía, Dios la salva
de los hombres malvados. R.
R. Rectas y sabias son las palabras del justo.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Tu palabra, Señor, es la verdad;
santifícanos en la verdad.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús llamó de nuevo a la gente y les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro”.
Cuando entró en una casa para alejarse de la muchedumbre, los discípulos le preguntaron qué quería decir aquella parábola. Él les dijo: “¿Ustedes también son incapaces de comprender? ¿No entienden que nada de lo que entra en el hombre desde afuera puede contaminarlo, porque no entra en su corazón, sino en el vientre y después, sale del cuerpo?” Con estas palabras declaraba limpios todos los alimentos.
Luego agregó: “Lo que sí mancha al hombre es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”.
Palabra de Dios, te alabamos Señor
Reflexión
Hermanas y hermanos
El evangelio de hoy es continuación inmediata del de ayer. Por lo tanto, el contexto es de polémica entre Jesús y las autoridades religiosas que han criticado a sus discípulos por no lavarse las manos antes de comer. Lo que hay de fondo es la crítica a Jesús por no apegarse a las tradiciones de sus mayores. Ante eso Jesús ha reaccionado con firmeza y claridad, haciéndoles caer en la cuenta que hay cosas más importantes que las meras tradiciones. Lo más importante es lo que hay en el corazón y la autenticidad con la que se viva la relación con Dios.
Para dejar más claro esto, Jesús insiste: “Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro”. Jesús no deja nada al azar. Centra la mirada de sus críticos, y les hace ver cómo es de retorcido su pensamiento. Han cambiado la forma de mirar el bien y el mal, adaptándola a sus contradicciones. Jesús centra la mirada en el corazón del ser humano. ¿A quién eres capaz de Amar? ¿Qué es lo que tu amor muestra? ¿Por qué se centra la mirada en nimiedades, y se renuncia a ver la calidad de vida que proclaman los valores, por los cuales encaminas la vida?
Luego, Jesús aprovecha esta situación para instruir a sus discípulos. No perdamos de vista que lo central para Jesús es el anuncio de la buena notica del Reino. La llamada que hace a la conversión es una invitación a abrirse a la acogida del Reino que llega como don al ser humano. Abrirse a este don: en esto consiste la salvación.
Para los fariseos, la salvación es fruto del cumplimiento de la ley y ello implicaba el cumplimiento de toda una serie de prescripciones y normas externas. Es frente a esta idea de salvación que Jesús se revela: Lo externo, dirá Jesús no puede manchar al ser humano, no puede contaminarlo; tampoco le hace mejor ni más feliz. Las normas pueden cumplirse y sin embargo el corazón estar lejos de Dios. Porque el corazón, lo de “dentro” es el centro de la persona, de donde surge el querer, la voluntad, las decisiones. Frente a la ley externa Jesús orienta al ser humano hacia el interior que es de donde surge la apertura a Dios; la verdadera “pureza” no es tanto la de las obras, sino la que brota de un corazón que se ha dejado hacer por Dios.
Sabemos por experiencia que podemos llevar una vida “externa” aparentemente impecable, y por dentro ser enormemente desgraciados. Porque hay heridas que sanar, porque no escuchamos nuestras emociones, nuestros deseos, porque a veces no vivimos desde nosotros sino desde lo que otros esperan y desean. Por eso necesitamos cultivar lo de dentro, la interioridad. Necesitamos escuchar y acoger la voz de Dios que nos habla al corazón, que nos dice que somos sus hijos e hijas. Esa es la voz que nos sana y que nos permite vivir en libertad y en autenticidad. Esa es la voz que nos salva.
Vivimos en una sociedad dispersa y superficial. Y eso condiciona nuestro modo de vivir la fe. Muchas veces nos quedamos sólo en las cosas externas, en preceptos y ritos, y nos olvidamos que a Dios debemos adorarlo “en espíritu y verdad”. Por eso es importante poner atención a lo que hay en nuestro interior, lo que hay en nuestro corazón.
También, vivimos en una época en que somos más conscientes de la importancia de vivir en clave de crecimiento personal como evangelización de lo profundo de nuestro corazón; que en ello nos jugamos la vida, nos jugamos el vivir en verdad, en libertad, en plenitud. Que las palabras que Jesús nos dirige hoy nos ayuden a vivir con más consciencia, autenticidad y plenitud nuestra fe; a cuidar lo que hay en nuestro interior y a esforzarnos para que de allí broten frutos de buenas obras.
Que Dios los bendiga y los proteja.
Deja una respuesta