Lecturas del día 5 de Enero de 2022
Primera Lectura
En aquellos días, el rey Salomón fue al santuario de Gabaón a ofrecer sacrificios y ofreció mil holocaustos sobre el altar. Una noche, estando él dormido en aquel lugar, se le apareció el Señor y le dijo: “Salomón, pídeme lo que quieras y yo te lo daré”.
Salomón le respondió: “Señor, tú trataste con misericordia a tu siervo David, mi padre, porque se portó contigo con lealtad, con justicia y rectitud de corazón. Más aún, también ahora lo sigues tratando con misericordia, porque has hecho que un hijo suyo lo suceda en el trono. Sí, tú quisiste, Señor y Dios mío, que yo, tu siervo, sucediera en el trono a mi padre, David. Pero yo no soy más que un muchacho y no sé cómo actuar. Soy tu siervo y me encuentro perdido en medio de este pueblo tuyo, tan numeroso, que es imposible contarlo. Por eso te pido que me concedas sabiduría de corazón para que sepa gobernar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal. Pues sin ella, ¿quién será capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan grande?”
Al Señor le agradó que Salomón le hubiera pedido sabiduría y le dijo: “Por haberme pedido esto, y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino sabiduría para gobernar, yo te concedo lo que me has pedido. Te doy un corazón sabio y prudente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti. Te voy a conceder, además, lo que no me has pedido: tanta gloria y riqueza, que no habrá rey que se pueda comparar contigo”.
Salmo Responsorial
R. (12b) Enséñanos, Señor, a cumplir tus preceptos.
Sólo cumpliendo tus mandatos
puede un joven vivir honestamente.
Con todo el corazón te voy buscando,
no me dejes desviar de tus preceptos. R.
R. Enséñanos, Señor, a cumplir tus preceptos.
En mi pecho guardé tus mandamientos,
para nunca pecar en contra tuya.
Señor, bendito seas;
enséñame tus leyes. R.
R. Enséñanos, Señor, a cumplir tus preceptos.
Con mis labios he ido enumerando
todos los mandamientos de tu boca.
Más me gozo cumpliendo tus preceptos
que teniendo riquezas. R.
R. Enséñanos, Señor, a cumplir tus preceptos.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor;
yo las conozco y ellas me siguen.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Entonces él les dijo: “Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco”. Porque eran tantos los que iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para comer.
Jesús y sus apóstoles se dirigieron en una barca hacia un lugar apartado y tranquilo. La gente los vio irse y los reconoció; entonces de todos los poblados fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron.
Cuando Jesús desembarcó, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Palabra de Dios, te alabamos Señor.
Reflexión
Hermanas y hermanos
El evangelio de hoy nos presenta una escena muy sencilla y muy humana. Podemos dividirla en dos partes. En la primera parte de la escena, Jesús se reencuentra con sus discípulos después de regresar de la misión. Tras la misión, retornan los discípulos a estar cerca de Jesús y le cuentan sus experiencias misioneras. El Maestro desea atenderlos y escucharlos con calma porque quiere oír de su propia boca lo que han vivido y predicado; por eso les invita a retirarse a un lugar libre del ajetreo que habitualmente les acompañaba, pues no tenían tiempo ni siquiera para comer.
Hermosa experiencia la de la misión de los apóstoles, pero no menos hermoso es el camino de ida y vuelta que conlleva la evangelización: ser enviado y retornar a la fuente, a Jesús mismo, para estar con Él, para llenar el corazón en la fuente del Maestro. Jesús, comprendiendo la necesidad que tienen los discípulos de un tiempo de reposo, los invita a irse a un lugar solitario para descansar. Jesús quiere compartir con sus discípulos cómo les ha ido en su misión. Quiere animarlos. Corregirles. Intercambiar con ellos las dificultades y también sus alegrías en el anuncio de a Buena y Nueva Noticia. Sería muy bueno que también pudiésemos hacer con Jesús esta evaluación.
Todos tenemos una gran necesidad de silencio, de recogimiento, de soledad, ante la mucha agitación que vivimos. Tenemos prisa en todo, demasiado activismo que nos agota y empobrece. En nuestro tiempo, la mayor parte de la gente vive sumida en el estrés. Por eso queremos descansar, anhelamos un tiempo de descanso, un poco de paz en nuestras vidas, vivir la oración como Jesús.
La segunda parte de la escena la contemplamos cuando los planes de descansar se ven frustrados porque la gente se les ha adelantado y les están esperando. Jesús ve a la gente como ovejas sin pastor, y sin mirar el tiempo que le va a quitar, ni las fuerzas que tendrá que consumir, se pone a enseñarles. Tener tiempo para los demás, a pesar de que todos andamos escasos de tiempo y con mil cosas que hacer, es una finura espiritual que Jesús nos enseña con su ejemplo: tratar a cada persona que sale a nuestro encuentro como si tuviéramos todo el tiempo del mundo.
Nosotros tenemos necesidad de tener a alguien con quien compartir lo que vivimos, lo que sentimos, tenemos gran sed de ser escuchados. Por eso debemos empezar nosotros a dar eso que Jesús manifiesta en este evangelio y que nuestro corazón necesita. Situarnos delante de la otra persona con todo nuestro tiempo, con todo lo que somos y tenemos para así poder aliviar sus necesidades más profundas, saber encontrar siempre el hueco grande y alentador para estar con Jesús, para así poder estar también con nuestros hermanos y hermanas.
Pero hay algo curioso en la escena: la mirada compasiva de Jesús no la dirige a una persona concreta, enfermo, leproso, ciego etc, la dirige a la muchedumbre. Con compasión descubre que está desorientada. ¿No estamos nosotros, nuestra sociedad desorientada, inquieta, miedosa, desconcertada? ¿No vemos a nuestros vecinos, conocidos cómo están? ¿Cómo es nuestra mirada hacía esas personas? Es un examen a realizar personal y comunitariamente.
La situación que ya estaba y ha intensificado la pandemia, está obligando a los creyentes a mirar a nuestros hermanos y hermanas con los ojos compasivos de Jesús. Ver la angustia, el desconcierto, el miedo, la indiferencia, la superficialidad, la soledad. Y ante eso ¿Qué hacer? La actitud de Jesús, no sólo fue lamentar de “están como ovejas sin pastor”, sino que “se puso a enseñarles con calma”. Nosotros no tenemos que perder ni el ánimo ni la ilusión por tratar de infundir esperanza y ánimo en las personas y sobre todo, que no pierdan la confianza en Dios.
Que Dios los bendiga y los proteja.
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