Lecturas del día 18 de Diciembre de 2021
“Miren: Viene un tiempo, dice el Señor,
en que haré surgir un renuevo en el tronco de David:
será un rey justo y prudente
y hará que en la tierra se observen la ley y la justicia.
En sus días será puesto a salvo Judá,
Israel habitará confiadamente
y a él lo llamarán con este nombre:
‘El Señor es nuestra justicia’.
Por eso, miren que vienen tiempos, oráculo del Señor, en los que no se dirá: ‘Bendito sea el Señor, que sacó a los israelitas de Egipto’, sino que se dirá: ‘Bendito sea el Señor, que sacó a los hijos de Israel del país del norte y de los demás países donde los había dispersado, y los trajo para que habitaran de nuevo su propia tierra’ ”.
Salmo Responsorial
R. (cf 7) Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Comunica, Señor, al rey tu juicio
y tu justicia, al que es hijo de reyes;
así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres
y regirá a tu pueblo justamente.
R. Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Al débil librará del poderoso
y ayudará al que se encuentra sin amparo;
se apiadará del desvalido y pobre
y salvará la vida al desdichado.
R. Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace grandes cosas.
Que su nombre glorioso sea bendito
y la tierra se llene de su gloria.
R. Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Señor nuestro, que guiaste a tu pueblo por el desierto
y le diste la ley a Moisés en el Sinaí,
ven a redimirnos con tu poder.
R. Aleluya
Evangelio
Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.
Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros.
Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa.
Palabra de Dios, te alabamos Señor.
Reflexión
Hermanas y hermanos
La presentación de los antepasados de Jesús, que escuchamos ayer, concluía con dos nombres: María y José. El evangelio de hoy centra la atención en estas dos personas y las presenta como figuras fundamentales y muy humanas a través de las cuales Dios realiza su proyecto de salvación. Al escuchar el relato de hoy, es importante desmitificar a María y a José y descubrir en ellos a dos personas tan humanas como cualquiera. Y en su humanidad, con dudas e incertidumbres, se abren a la acción de Dios en sus vidas.
Muchas veces deshumanizamos a la Virgen María y a san José, creyendo que eran personas sin sentimientos humanos y sin proyectos humanos. A veces, incluso, llegamos a verlos como “títeres” de Dios. No. Ellos eran tan humanos como usted y como yo. Con sueños, con ilusiones, con proyectos personales… Imaginémoslos como una pareja de jóvenes que están enamorados y tienen como proyecto formar una familia “normal”, como cualquier otra. Y Dios irrumpe en sus vidas para proponerles su proyecto de salvación. ¿Cómo habrán vivido ellos esa experiencia? El evangelio nos da algunos datos que no ayudan a comprender lo difícil que fue para ellos y lo disponible que estaban para hacer la voluntad de Dios.
San Mateo nos presenta hoy la encrucijada en la que se encontró José. Ha tomado una decisión: repudiar a María en secreto. Pero, hay algo que no se lo permite, algo en su interior le impide llevar a cabo tal decisión. Dios le habla en lo más profundo de su corazón y él, siendo un hombre justo, atiende a lo que Dios le está proponiendo. José recibe la misión de acoger al Hijo que María espera, de ponerle un nombre, de cuidarlo y educarlo.
Tengamos en cuenta que en la cultura judía el padre tiene un papel primordial en la aceptación social del hijo. José no es el padre biológico, pero debe asumir el rol de padre en todos los sentidos. Le anuncian el origen divino de su hijo: la criatura viene del Espíritu Santo, y su misión única entre todas, que proclama ya su mismo nombre: Jesús significa Dios salva. Y José, recibe el encargo de ponerle este nombre al Niño. Era este el derecho de todo padre, que significaba que lo recibía en su familia y lo reconocía como hijo suyo.
José no tiene sólo la misión de acoger a María, y al niño que espera, tiene también la misión de velar para que Jesús entre en la historia de la salvación como un niño pacificador y reconciliador. José es llamado a la paternidad responsable, a que no caiga en la tentación del abandono; es llamado a ser corresponsable de la salvación de un pueblo, que va a ser guiado por su Hijo.
Muchas veces, encontramos en nuestro camino historias de abandono: mujeres desamparadas a la suerte de su embarazo. Adolescentes que armadas de valor quieren seguir el curso de su embarazo. Necesitadas de ayuda, orientación, y comprensión. Nadie sabe qué misión puede cumplir su hijo en esta vida. Como María, habrá que esperar el tiempo de la gestación, la educación y el crecimiento para poder comprender algo de su misterio.
Oremos por cuantas mujeres se encuentran embarazadas, para que comprendan que dar paso a la vida que acontece es abrir la vida a la esperanza de un pueblo. Oremos por cuantos hombres huyen de la responsabilidad y del sacrificio, y abandonan a sus mujeres a una suerte incierta. Oremos para que en esta sociedad la vida sea valorada y respetada desde el momento mismo de su concepción; y comprometámonos nosotros en la defensa de la vida.
Que Dios los bendiga y los proteja.
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