Lecturas del día 8 de Diciembre de 2021
Primera Lectura
Después de que el hombre y la mujer comieron del fruto del árbol prohibido, el Señor Dios llamó al hombre y le preguntó: “¿Dónde estás?” Éste le respondió: “Oí tus pasos en el jardín; tuve miedo, porque estoy desnudo, y me escondí”. Entonces le dijo Dios: “¿Y quién te ha dicho que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?” Respondió Adán: “La mujer que me diste por compañera me ofreció del fruto del árbol y comí”. El Señor Dios dijo a la mujer: “¿Por qué has hecho esto?” Repuso la mujer: “La serpiente me engañó y comí”.
Entonces dijo el Señor Dios a la serpiente:
“Porque has hecho esto,
serás maldita entre todos los animales
y entre todas las bestias salvajes.
Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás polvo
todos los días de tu vida.
Pondré enemistad entre ti y la mujer,
entre tu descendencia y la suya;
y su descendencia te aplastará la cabeza,
mientras tú tratarás de morder su talón”.
El hombre le puso a su mujer el nombre de “Eva”, porque ella fue la madre de todos los vivientes.
Salmo Responsorial
R. (1a) Cantemos al Señor un canto nuevo,
pues ha hecho maravillas.
Cantemos al Señor un canto nuevo,
pues ha hecho maravillas:
Su diestra y su santo brazo
le han dado la victoria.
R. Cantemos al Señor un canto nuevo,
pues ha hecho maravillas.
El Señor ha dado a conocer su victoria
y ha revelado a las naciones su justicia.
Una vez más ha demostrado Dios
su amor y su lealtad hacia Israel.
R. Cantemos al Señor un canto nuevo,
pues ha hecho maravillas.
La tierra entera ha contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Que todos los pueblos y naciones
aclamen con júbilo al Señor.
R. Cantemos al Señor un canto nuevo,
pues ha hecho maravillas.
Segunda Lectura
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en él
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo,
para que fuéramos santos
e irreprochables a sus ojos, por el amor,
y determinó, porque así lo quiso,
que, por medio de Jesucristo, fuéramos sus hijos,
para que alabemos y glorifiquemos la gracia
con que nos ha favorecido por medio de su Hijo amado.
Con Cristo somos herederos también nosotros. Para esto estábamos destinados, por decisión del que lo hace todo según su voluntad: para que fuéramos una alabanza continua de su gloria, nosotros, los que ya antes esperábamos en Cristo.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Dios te salve, María, llena de gracia, el Señor está contigo,
bendita tú entre las mujeres.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.
Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.
El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.
María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.
Palabra de Dios, te alabamos Señor
Reflexión
Hermanas y hermanos
Hoy celebramos la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María. Una fiesta que nos recuerda la voluntad de Dios de mantener su alianza con el ser humano y borrarle toda mancha de pecado. Esta promesa posee un ejemplo singular en María. Hoy le tenemos presente como aquella que concibe a su Hijo desde la plenitud de la gracia que se le otorga. Hacemos memoria del testimonio de la mujer humilde de Nazaret que supo abrirse a Dios y confiar en Él.
Bien acentuaron los Santos Padres en señalar a María como la primera discípula de Jesús y de cooperar con su proyecto de salvación. La Inmaculada Concepción no significa que la Madre de Cristo no necesitara un Salvador. Más bien, es un privilegio que Dios le concede en virtud de los méritos salvadores de su Hijo. Esta solemnidad resalta que toda su persona es habitada por la plenitud de la gracia y el saludo del ángel Gabriel, en la Anunciación, confirma esta verdad.
Proclamado como dogma en 1854, los pasajes del Génesis y del Evangelio de san Lucas, que se proclaman hoy, son fuentes teológicas que prueban esta realidad. Pero es el pueblo cristiano, a través de su fe, que consideró e invocó desde los primeros siglos a María como santa y sin pecado original. Efectivamente, desde el inicio de la Iglesia, se ha llamado a María “toda santa”, “inmaculada”, en el sentido de no haber contraído o cometido ningún pecado. Y, también, por haber vivido siempre con “perfecta disponibilidad respecto a la acción del Espíritu Santo”.
Esta fe tiene su fundamento en el saludo del ángel Gabriel a María. Por eso, en la oración mariana más popular y fundamental, recordamos ese saludo cuando decimos: “Dios te salve María, llena eres de gracia…” Esta expresión significa la abundancia de la gracia santificante en María. El ángel Gabriel no se dirige a ella sólo por su nombre, sino que lo complementa por su condición de plenitud en la gracia.
La Inmaculada Concepción es el regalo de Dios a la mujer que libremente escogería acogerle como madre. Este misterio pone de manifiesto la extraordinaria misión que esta mujer acepta con su sí. No existe nadie en el mundo que posea la relación que Dios en Cristo mantiene con María. Cooperando así en la salvación de la humanidad, con fe y obediencia libres, María, acepta el mensaje divino. Con este gesto abraza de todo corazón, y sin entorpecimiento de pecado alguno, la voluntad salvífica de Dios y sirve al misterio redentor de su Hijo, con la gracia de Dios. María es partícipe del plan salvífico de Dios para la restauración del ser humano, en quien Dios, al engendrarse, como diría San Anselmo, “se hizo a sí mismo, y de este modo volvió a hacer todo lo que había hecho”.
La celebración de hoy deja entrever, en nuestra vida como cristianos y cristianas, el llamado a la vocación de toda la humanidad de volver al primer rostro del ser humano. En el pasaje de la Anunciación Dios solicita la colaboración de María siempre desde su total y plena libertad. La invitación es excepcional, concebirá en su vientre a Dios mismo. pero, esta vocación va más allá, es una implicación total y requiere de una entrega consciente de toda su persona. Cada vocación, cada llamado que Dios hace al ser humano es un don para el bien de los demás y María es un digno ejemplo de esta disponibilidad.
Por eso, bien se resalta en su “si” la confianza absoluta de que el Señor está con ella y con su elección, la determinación de que: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Con la respuesta fiel de María en su camino de fe, de esperanza en un mejor porvenir de la mano de Dios, la humanidad entera comienza el sendero de retorno al Señor. Con ella, descubrimos la importancia de acoger y engendrar a Jesús en nuestros corazones; con ella somos llamados a colaborar en la acción salvífica de Dios. El “si” de María nos muestra el camino que debemos seguir y la actitud fundamental frente a Dios.}
Que Dios los bendiga y los proteja.
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