Lecturas del día 24 de Octubre de 2021
Primera Lectura
Esto dice el Señor:
“Griten de alegría por Jacob,
regocíjense por el mejor de los pueblos;
proclamen, alaben y digan:
‘El Señor ha salvado a su pueblo,
al grupo de los sobrevivientes de Israel’.
He aquí que yo los hago volver del país del norte
y los congrego desde los confines de la tierra.
Entre ellos vienen el ciego y el cojo,
la mujer encinta y la que acaba de dar a luz.
Retorna una gran multitud;
vienen llorando, pero yo los consolaré y los guiaré;
los llevaré a torrentes de agua
por un camino llano en el que no tropezarán.
Porque yo soy para Israel un padre
y Efraín es mi primogénito”.
Salmo Responsorial
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio,
creíamos soñar;
entonces no cesaba de reír nuestra boca
ni se cansaba entonces la lengua de cantar. R.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Aun los mismos paganos con asombro decían:
“¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!”
Y estábamos alegres,
pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor. R.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Como cambian los ríos la suerte del desierto,
cambia también ahora nuestra suerte, Señor,
y entre gritos de júbilo
cosecharán aquellos que siembran con dolor. R.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Al ir, iba llorando, cargando la semilla;
al regresar, cantando vendrán con sus gavillas. R.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Segunda Lectura
Hermanos: Todo sumo sacerdote es un hombre escogido entre los hombres y está constituido para intervenir en favor de ellos ante Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. Por eso, así como debe ofrecer sacrificios por los pecados del pueblo, debe ofrecerlos también por los suyos propios.
Nadie puede apropiarse ese honor, sino sólo aquel que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. De igual manera, Cristo no se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote; se la otorgó quien le había dicho: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. O como dice otro pasaje de la Escritura: Tú eres sacerdote eterno, como Melquisedec.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Jesucristo, nuestro salvador, ha vencido la muerte
y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha gente, un ciego, llamado Bartimeo, se hallaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que el que pasaba era Jesús Nazareno, comenzó a gritar: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!” Muchos lo reprendían para que se callara, pero él seguía gritando todavía más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”.
Jesús se detuvo entonces y dijo: “Llámenlo”. Y llamaron al ciego, diciéndole: “¡Ánimo! Levántate, porque él te llama”. El ciego tiró su manto; de un salto se puso en pie y se acercó a Jesús. Entonces le dijo Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?” El ciego le contestó: “Maestro, que pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete; tu fe te ha salvado”. Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino.
Palabra de Dios, te alabamos Señor
Reflexión
Hermanas y hermanos
Celebramos hoy el Domingo Mundial de las Misiones, una jornada donde la Iglesia nos invita a tomar más conciencia de que todos los bautizados y bautizadas somos misioneros evangelizadores; todos tenemos la responsabilidad de anunciar el evangelio. También, en este día la Iglesia nos invita a orar por las vocaciones misioneras; es decir, pedirle al Señor que los jóvenes se sientan llamados a consagrar su vida para ir a aquellos lugares donde aún no ha llegado el Evangelio. Y apoyar con nuestra contribución económica al sostenimiento de esos lugares de misión.
En este contexto, las lecturas de la liturgia de hoy son providenciales porque todas nos hablan de la salvación que Dios ofrece y de la necesidad que tiene el mundo de esa salvación. El profeta Jeremías anuncia la salvación al pueblo judío desterrado en Babilonia; el salmo es una acción de gracias a Dios porque ha cambiado la suerte de su pueblo, el cual está contento y feliz por todo el bien que Él le ha hecho. Y la carta a los Hebreos nos dice que Jesús, como sumo sacerdote, ejerce su labor de mediación salvadora ante el Padre.
Esa necesidad de salvación que tiene la humanidad y lo que Dios realiza en ella se concretiza en el evangelio que hemos escuchado. Efectivamente, en el evangelio de hoy, san Marcos nos relata la última escena de Jesús en su camino hacia Jerusalén. Jesús se encuentra al borde del camino a un ciego. Por razones que se explican, incluso ecológicamente, los ciegos abundaban en aquella zona.
Bartimeo es alguien que vive “dependiendo” de los demás; sus circunstancias personales le impiden valerse por sí mismo y vive de lo que le quieran dar los otros. No tiene derechos, no puede exigir nada. Está al borde del camino, marginado de la sociedad y de la religión, como correspondía a todos los que padecían alguna enfermedad. Es alguien que no “ve” su futuro. Su situación no tiene salida. Nada le motiva a levantarse y “moverse” en alguna dirección. Se trata, pues, de un “descartado”, tirado al borde del camino. Su “sentido de la vida” no es otro que sobrevivir lo mejor posible. ¡Tiene tantas carencias y limitaciones…!
Podríamos hablar también de la “ceguera” de la gente y de los discípulos. Unos y otros no se dieron por enterados de aquel ciego allí tirado, no captaron su soledad y su dolor, porque “iban a lo suyo”, aunque en este caso sea magnífico que estén pendientes del Maestro. Y sienten que Bartimeo más bien les estorba con sus quejidos y voces. Por otro lado, tendríamos la “ceguera” de la fe. Muchos “no ven” al Señor Jesús, a pesar de tenerlo tan cerca, aunque les hayan hablado de Él.
El gesto del ciego que abandona su manto y su bastón, donde se apoyaba hasta entonces su vida, contrasta con la fuerza que le impulsa a “ir a Jesús” que le llama. ¿Por qué le “llamó” Jesús y no se acerca Él hasta el ciego? La misma gente vuelve a repetirle: Él te llama. La llamada de Jesús es significativa. Jesús ha llamado a seguirle a varias personas; ahora “llama” a un ciego para que se acerque. No le llama aparentemente para seguirle, sino para curarle, pero la curación verdadera será el “seguirle” camino de Jerusalén, en una actitud distinta de los mismos discípulos que habían discutido por el camino “quién es el mayor”. El ciego no estará preocupado por ello. De ahí que la escena del ciego Bartimeo en este momento, antes de subir a Jerusalén, donde se juega su vida, es muy significativa.
La insistencia del ciego en llamar a Jesús muestra que lo necesita de verdad; necesita su salvación. Jesús lo llama, le toca, lo trata con benevolencia; entonces su ceguera se convierte en un mundo de fe y de esperanza. Después no se queda al margen, ni se marcha a Jericó, ni se encierra en su alegría de haber recuperado la vista, sino que se decide a seguir a Jesús; esto es lo decisivo del relato.
Sanación, salvación, fe y seguimiento de Jesús es lo que destaca en el evangelio de hoy. Y eso es lo que nuestro mundo necesita. Eso es lo que usted y yo necesitamos también. Pero sólo podemos acceder a ello a partir del reconocimiento de nuestra necesidad de salvación. Por eso escuchemos hoy la pregunta que Jesús nos hace de manera personal: “¿Qué quieres que haga por ti?” Ojalá la respuesta salga de lo más profundo de nuestro corazón.
El conocido grito de Bartimeo: “Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí”, expresa no únicamente el anhelo de recibir por parte de Jesús la salud visual, sino principalmente la necesidad humana de hallar el faro de luz al cual dirigir la existencia. Por esta razón, luego de Jesús devolverle la vista al ciego, Bartimeo, decide seguirle por el camino. Nuestra vida también ha sido iluminada por la persona de Jesús; pongámonos de pie, soltemos el bastón y sigamos a Jesús.
Que Dios los bendiga y los proteja.
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